No es casualidad que uno de los más antiguos sistemas de escritura, como es la escritura cuneiforme inventada por los sumerios allá por el año 3.500 a.C., estuviera relacionada con actividades económicas y la necesidad de dejar rastro de registros de las transacciones.
Con una cuña (la palabra cuneiforme viene de “cuña” en latín) marcaban los signos de escritura sobre arcilla húmeda que, una vez endurecida, quedaban para siempre y no dejaban lugar a dudas.
Parece ser que desde que desde que el hombre es hombre, ha utilizado la picaresca y el engaño para obtener riqueza de forma fácil.
Había que desarrollar en el campo de los negocios algo que no dejara lugar a dudas y evitara que otros obtuvieran ventaja de la una malinterpretación interesada.
Los sumerios no inventaron la escritura para recoger sentimientos, poemas, proverbios o descripción del paisaje. Lo hicieron para dejar constancia de transacciones económicas y evitar el engaño. Había que dejar constancia inamovible de la transacción.
Existe una tablilla de arcilla del 2.600 a. C que recoge hasta la venta de un terreno y una vivienda. El vendedor no podrá decir que no recibió el dinero porque la inscripción en la arcilla así lo demuestra.
Los sumerios fueron unos pioneros en economía. También inventaron la primera forma de dinero oficial: los granos de cebada y la sila como unidad. Más tarde, también en Mesopotamia (hoy Irak), lugar donde se desarrolló la cultura sumeria, se empezaron a acuñar monedas por primera vez.
Había que dejar constancia en un medio sólido con un sistema de escritura fácilmente entendible por todos,para evitar malentendidos o la picaresca del aprovechado de turno que volvía a reclamar el cobro de algo o quería volver a vender la mercancía o la propiedad por segunda vez, o la de quien había comprado a crédito y querría volver a gastar ese dinero, aún no desembolsado, en otra adquisición. El doble gasto debía estar a la orden del día entre los sumerios.
Más tarde llegó la imprenta y, con ella, se extendió la documentación contractual y la legislación sobre la misma. Ambas partes y, en ocasiones, un tercero, se quedaban copia del acuerdo. Los contratos escritos sustituyeron el simple apretón de manos. Las palabras se las lleva el viento y había que dejarlo todo por escrito, con fecha y rúbrica.
También aparecieron los fedatarios públicos: notarios y registradores que dejaban testimonio objetivo de las transacciones económicas y daban fe de lo estipulado entre las partes.
Los registradores redactan notas registrales con información extensa sobre un bien, mueble o inmueble, y tienen eficacia frente a terceros. En ellas se recoge, por ejemplo, el nombre del dueño de una finca, el titular de un derecho sobre ella, si tiene embargos o hipotecas, los lindes con otras fincas, etc. La finalidad es la misma que la de la arcilla sumeria: evitar inequívocos sobre la propiedad y ahuyentar a los estafadores.
Con el tiempo se ha ido poniendo más difícil la posibilidad de fraude pero lo que está claro es que allí donde hay dinero aparece la picaresca en forma de estafadores y delincuentes que intentarán aprovecharse de las riquezas o el dinero de los más débiles. El dinero atrae a los malintencionados.
Los registros escritos ahuyentan a los que se quieren aprovechar de la riqueza de otros sin el uso de la fuerza. Para ahuyentar a quienes usan la fuerza o el descuido para hurtar o robar existen otros métodos.
Y en 2009 apareció la blockchain o cadena de bloques, cuyo primer caso de éxito fue Bitcoin.
Bitcoin es conocido por la parte especulativa como moneda que cotiza pero es, ante todo, un sistema que registra transacciones y no da lugar a equívocos. Sobre todo, no depende de intermediarios. Ya sabemos que donde intermedian personas, hay posibilidades de errar, de retrasar la transacción o, lo que es peor, de caer en alguna insana tentación. Las personas pueden ser corruptibles.
La blockchain no permite modificar las transacciones realizadas. Además, deja una marca de tiempo que señala la hora exacta de la realización. La blockchain no puede falsearse si es descentralizada y su protocolo es fijo. Deja evidencia de todos los movimientos sin posibilidad de alteraciones.
Desde los sumerios hasta el día de hoy se ha pretendido dejar constancia inequívoca de las transmisiones de valor sobre un medio para evitar acuerdos de palabra y sus malinterpretaciones, intencionadas o no. Al principio fue un medio físico y ahora es digital.
La blockchain es el Internet del Valor porque asegura la transmisibilidad de valor entre dos partes.
Como la escritura cuneiforme cambió la vida hace miles de años, la blockchain lo está haciendo ahora, ante nuestros ojos, aunque aún estamos en la fase inicial. No es concebible un futuro que no pase por ella. Es la evolución natural de Internet. Incluso las transacciones hechas por delincuentes quedan grabadas para siempre y facilitan su detección.
En la apelación de un juicio sobre el inventor de Bitcoin va a tener lugar estos meses, se va a demostrar que la blockchain es el único método para certificar la antigüedad de un archivo o documento, en contra de los metadatos, utilizados hasta ahora como marca de tiempo inexpugnable. En realidad, los metadatos no son invariables y, por tanto, no son prueba fiable al cien por cien.
Pero existen muchas blockchains. Tiene que darse una selección natural.
Triunfará la que sea más rápida y barata en cuanto a coste por transacción. Como ocurre con Internet, solo puede haber una cadena de bloques que sea empleada de manera mayoritaria por los habitantes del planeta como medio de comunicación global. Eso no quiere decir que no existan otras para uso privado, como existen las Intranets.
Y, lo más importante, no puede ir cambiando sus cimientos, es decir, su protocolo. Si lo hiciera, todo lo que se ha construido por encima, se tambalearía.
Además, la blockchain permite contratos programados (inteligentes) que dejan constancia de la prestación y contraprestación pactadas entre las partes, ejecutando la transacción si se cumple la premisa y dejando un registro inmutable del hecho económico. Todo ello, sin personas ni, por tanto, posibilidades de corrupción.
Si me preguntan cuál es la blockchain que creo que triunfará, mi respuesta es clara: la de Bitcoin en su concepción original. No la que secuestraron en 2015 y sigue haciéndose llamar Bitcoin (esa es BTC), sino la que ha recuperado la idea original de su inventor y realiza de manera sostenida un millón de transacciones por segundo con Teranode (recuerden ese nombre), y que, de manera puntual, ha alcanzado los dos millones. Es la que ha bloqueado cualquier posibilidad de modificación de su protocolo para evitar favorecer a unos o a otros. Normalmente, quien cambia el protocolo, lo hace para favorecerse.
Mi favorita es la que realiza todo dentro de la cadena de bloques (no fuera, como BTC), de manera transparente. Se llama Bitcoin y, para diferenciarla de la secuestrada, se la conoce como BSV (Bitcoin Satoshi Vision) pero hace lo que inventor dejó dicho en el documento técnico y sigue la arquitectura que dejó por escrito su creador.
La blockchain triunfará y cambiará nuestra sociedad, tal y como lo cambió la escritura cuneiforme de los sumerios.
Pero la arcilla no era perfecta. De manera maliciosa, a posteriori podían alterarse los registros. Podían añadirse trazos y cambiar una cantidad por otra, beneficiando a uno y perjudicando a otro.
La blockchain evita eso. Es la vía perfecta para dejar constancia del intercambio de valor y el momento en que se realizó, sin intervención humana que pueda modificar los datos. Donde hay manipulación humana, siempre ha habido errores, picaresca o corrupción.
Los sumerios lo sabían y crearon una de las primeras formas de escritura, con todo el cambio de paradigma que ese invento trajo. Baste con ver que la invención de la escritura supone la división entre la Historia de la Prehistoria.
Del mismo modo, la invención de Satoshi Nakamoto marcará un antes y un después en la sociedad y su forma de hacer negocios jurídicos y económicos. Habrá una era prebitcoin y otra era postbitcoin.
Somos unos afortunados por ser testigos de lujo de tan importante descubrimiento.