La historia del Livia está marcada por una hecatombe meteorológica y por la capacidad de salir adelante en las peores condiciones gracias al esfuerzo de la Fundación Vela Clásica de España. Este elegante Yawl de 42 pies fue diseñado en 1958 por Lewis Francis Herreshoff, hijo del mítico ‘mago de Bristol’ Nathanael Greene Herreshoff, y construido en los Astilleros Myabca del Port de Pollença en 1964.
Los diseños de Herreshoff se caracterizaban por su elegancia, practicidad y atención al detalle. Se llegaron a fabricar cuatro unidades de este modelo y el Livia es el único que ha llegado hasta nuestros días. Incluía innovaciones técnicas como una orza abatible de madera que se manejaba con un winche.
“Este barco tiene dos curiosidades para ser del año 58: tiene una orza abatible de madera que la subimos y bajamos con un winche, lo que nos confiere una ventaja competitiva en las popas porque ofrece menos resistencia al agua. Y tiene el baño más grande que he visto nunca en un barco clásico, ya que fue uno de los requisitos de la mujer del primer armador”, explica Javier Gorbeña, vicepresidente de la Fundación Vela Clásica de España.
En su origen, el Livia fue un encargo de Estanislao Domecq y el nombre se debe precisamente a su esposa, habitual compañera de navegación. El velero tuvo una vida deportiva llena de triunfos principalmente en las regatas de Palma y Barcelona. Tras Estanislao Domecq, pasó a ser propiedad del palmesano doctor Ferrer y de Emilio Espinosa, presidente de la Fundación Hispania de Barcos de Época.
El Livia estaba atracado en Valencia en enero de 2021 mientras se le realizaban unos trabajos de reparación cuando su destino cambió en forma de desastre meteorológico. Fue entonces cuando se desató la borrasca Filomena, que arrasó buena parte de España y marcó también su huella en el Levante peninsular dejando al velero maltrecho y semihundido.
Espinosa decidió entonces donar el barco a la Fundación Vela Clásica de España con la condición de que fuera restaurado y devuelto a la vida marinera y la competición. No era una encomienda sencilla pero la Fundación aceptó el reto.
El velero fue trasladado a la atarazana que tiene la entidad en Puerto Sherry, en Cádiz, y allí se abordó con paciencia, tesón y atención al detalle la labor de devolver a sus orígenes al Livia. Este proceso fue además perfectamente documentado y en la web de la Fundación Vela Clásica de España se pueden ver independientemente todos los pasos que se han sucedido para completar esta reconstrucción: calafateo, lijado, imprimación, carpintería, pintura… Todo ha sido explicado punto por punto.
El proceso de restauración, según comenta Gorbeña, ha sido largo: dos años. “Nos hemos basado en los planos originales para llevar a cabo la recuperación. Toda la zona de cubierta de babor estaba prácticamente hundida. Los interiores han sido totalmente renovados mientras que los palos y la botavara se han mantenido. Nos hemos basado en los planos originales para llevar a cabo la reforma”, señala.
Finalmente, la promesa se cumplió y con gran alegría para todos los aficionados a la vela clásica y satisfacción para el equipo de la atarazana de la fundación, con Víctor Unzueta al frente, el Livia fue devuelto a su sitio, el mar, a finales de junio del año pasado y esta temporada ya despliega velas en la Copa del Rey de Barcos de Época.