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La mejor extinción y la conciencia ciudadana reducen los incendios forestales en Baleares

Hubo casi tantos fuegos como hace una década, pero apenas se quemó un tercio del suelo

Más efectividad.
Más efectividad.
Los bomberos han podido reducir la superficie quemada por incendios .

Palma, 12 oct (EFE).- El aumento de los medios de extinción, la reducción del tiempo de respuesta y una mayor sensibilización social han hecho que los incendios forestales tengan una clara tendencia a la baja en Baleares en la última década a pesar de que el cambio climático hace que ahora sean más peligrosos.

La tendencia es descendente tanto en el número de incendios forestales como de superficie media afectada anualmente, explica a Efe el jefe del Servicio de Gestión Forestal y Protección del Suelo, Joan Santana, que advierte de que “no se puede bajar la guardia” porque se está alargando la temporada de riesgo de incendio, el abandono rural ha aumentado la continuidad forestal y además cada vez hay más personas viviendo en entornos urbano-forestales.

“El cambio climático predispone la vegetación a incendios de mucha más intensidad, más difíciles de apagar, algo que, unido al abandono rural que sufrimos en el Mediterráneo, nos da un cóctel difícil de atender”, ha alertado.

Los 104 incendios forestales que hubo en 2023 en Baleares fueron casi los mismos que los 101 de hace una década (2014) pero quemaron una tercera parte de terreno, con 22 hectáreas afectadas frente a 64,4. Remontarse otra década atrás deja todavía más patente la tendencia a la baja, con un 26 % menos incendios que en 2005 y un 93 % menos terreno quemado, de las 374 hectáreas de entonces a esas 22 del año pasado.

Las estadísticas recogen también “picos”, porque “cada cierto tiempo hay un año que supera con creces los datos, sobre todo en superficie afectada”, advierte Santana. Ocurrió en 2013, año en el que solo hubo 90 fuegos pero el gran incendio de Andratx disparó la superficie quemada hasta 2.845,5 hectáreas; y en 2011, cuando el de la sierra de Morna de Ibiza hizo acabar aquel año con 2.341,4 hectáreas arrasadas.

Una de las principales razones de la mejora es que Baleares cuenta ahora con más y mejores recursos de extinción, que resultan más efectivos y sobre todo con medios aéreos que son mucho más rápidos, algo esencial en este tipo de siniestros. “Tienes un avión o un helicóptero en el aire en 5 ó 10 minutos, que ataca y echa agua en el incendio”, explica.

También han mejorado la detección precoz, porque “todo el mundo tiene un móvil, está conectado en cualquier parte del territorio” y llama al 112 al mínimo indicio de humo, y la velocidad de respuesta, gracias al despacho automático, que implica que “no se piensa” y se sacan de inmediato los medios por precaución.

Un tercer factor es la concienciación ciudadana, “en la que se ha hecho muy buen trabajo y que ha cambiado radicalmente en los últimos 15 o 20 años”, según el responsable autonómico de Gestión Forestal. “La gente es más sensible, se abstiene de hacer fuego, evita las actividades de riesgo y, en cuanto que hay un poco de humo, avisa”.

En esa sensibilización ha influido que en Baleares se declara época de alto riesgo de incendio desde el 1 de mayo al 15 de octubre y se activa el decreto vigente desde 2007 por el que está prohibido hacer fuego en terreno forestal y es obligatorio tener autorización para prender en terreno agrícola.

Santana defiende las prohibiciones que restringen el uso del fuego en la época crítica de más calor y ausencia de precipitaciones propias del clima mediterráneo, ante la elevada presencia de población flotante en segundas residencias propiedad de personas de países donde “no están acostumbrados a los incendios forestales que se sufren en el Mediterráneo y no tienen la cultura del riesgo interiorizada”.

Insiste en que, además de evitar el fuego en el monte, quienes viven en ambientes forestales y urbano-forestales deben ser conscientes de que residen en un entorno vulnerable a los incendios y “es imprescindible que adopten medidas de prevención alrededor de sus viviendas por su propia seguridad”.

Más allá de la concienciación ambiental, también influyen la condenas, explica Santana, porque “las consecuencias jurídicas a las que se enfrenta una persona que genera un incendio forestal, ya sea por accidente, negligencia o con intencionalidad, son tan contundentes que la gente se lo piensa dos veces antes de encender un mechero”.

Y aunque el abandono rural ha reducido el uso agroganadero del fuego, causa “otro problemón, que es la gestión de la continuidad forestal” generada por la extensión del monte en espacios donde antes de labraba y la densificación de unos bosques de los que ya no se extrae la madera. “Tenemos una realidad de incendios más extensos por la superficie que pueden quemar, más intensos por la cantidad de biomasa acumulada y más peligrosos para la población porque tenemos gente que vive en entornos forestales”, abunda el especialista.

Santana apela a la corresponsabilidad: “Necesitamos la colaboración de la ciudadanía. La defensa contra los incendios forestales no es de la administración sola; pasa por cada propietario, por que cada payés y cada ciudadano haga su trabajo. Si reducimos el número de incendios y ademas cada ciudadano hace su franja de prevención de incendios alrededor de su vivienda y trabajamos el bosque, las consecuencias son mucho menores”.


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