El primer título que había pensado para este artículo era ‘Yo soy un hombre fatal’, pero mis buenos amigos Antoine y Tòfol me convencieron de que era mucho mejor poner eso mismo en francés, pues así ofrecería una idea mucho más ajustada de lo que pensaba contarles hoy a ustedes en esta columna.
En castellano lo de ‘hombre fatal’ no suena demasiado bien, es cierto, pues parece que equivale casi a decir que uno es un poco caótico, inseguro y desastrado. En francés, en cambio, la cosa mejora mucho, pues el concepto de homme fatal puede ser entendido, con un poco de imaginación, como el equivalente masculino de la femme fatale, dicho sea en honor a ella.
«La mujer fatal, en el sentido clásico, sería alguien que utiliza su atractivo para manipular o controlar a otro ser humano, generalmente un hombre», afirmaría en una entrevista a la BBC la legendaria actriz Kathleen Turner, protagonista de Fuego en el cuerpo.
De todas formas, también es verdad que las armas de seducción masiva no son exactamente las mismas en un homme fatal que en una femme fatale, sobre todo por lo que se refiere al vestuario y al maquillaje. Así, creo que resulta bastante difícil concebir a un homme fatal portando unas largas pestañas rizadas y los labios pintados de rojo, o ataviado con un vestido sensual y sugerente, medias negras de seda y altísimos tacones de aguja.
En una hipotética situación como esta, seguramente nos encontraríamos no frente a un homme fatal, sino ante una perfecta drag queen, un gran transformista o un émulo actual de los añorados Jack Lemmon y Tony Curtis en Con faldas y a lo loco, del maestro Billy Wilder.
Para mí, un ‘hombre fatal’ sería alguien idéntico o muy parecido a un auténtico ‘tipo duro’ hollywoodiense, como Clint Eastwood en Harry, el sucio o como John Wayne en Valor de ley.
Y ese soy yo, un ‘tipo duro’ y sin sentimientos, de los de antes, vaya. Hoy por hoy, soy más sauvage que Johnny Depp anunciando su propio perfume o más invictus que Nick Youngquest haciendo lo propio con otra conocida colonia francesa.
En definitiva, soy el clásico bad boy, pero bad, bad de verdad, es decir, frío, cautivador, impasible, manipulador, misterioso, sensual y peligroso.