La decisión de no construir los duques de alba en Ciutadella ha generado un auténtico terremoto político y social, entre otras cosas porque suele ser frecuente que una vez se toma una decisión de este tipo se revisen con lupa los antecedentes y, al menos en Menorca, se ponga sobre la mesa la necesidad de abordar las infraestructuras desde un punto de vista isleño.
En este caso, los antecedentes del dique de Son Blanc
nos hablan de un proyecto mal parido. Dejando de lado el debate sobre si un territorio pequeño y poco poblado necesita dos infraestructuras portuarias de envergadura o, por el contrario, si se podía haber optado por otras soluciones, siempre ha dado la impresión de que el puerto exterior de Ciutadella no se construyó cuando, donde ni como tocaba.
Una desgraciada ‘rissaga’ hizo perder la cordura casi todo el mundo y dejó su huella permanente en forma de ‘braç’ que ahora se revela inútil. Por si los días de inactividad no fuesen suficientes un nuevo informe señala que la infraestructura, inaugurada en 2011, ha quedado obsoleta. De nada sirvieron en su día los informes técnicos ni las advertencias de la gente de mar “de toda la vida” que alertaban de que la solución elegida para el dique de Son Blanc era inadecuada.
100 millones y cuatro años después parece confirmarse la evidencia hasta el punto de que invertir más dinero en aumentar la operatividad del puerto exterior ciutadellenc parece que ha dejado de tener sentido. Y es que enderezar el presente y el futuro de un dique mal parido parece tan difícil como haber aprovechado el tiempo que se tuvo para diseñarlo y ejecutarlo cuidadosamente, tan difícil como consensuar cómo queremos que sean las infraestructuras estratégicas para Menorca.