Con noviembre nos hemos topado con el depresivo 13/11 en París.
Pero el Sr. Francois Hollande hace gala de depresión unida y , de esquizofrenia paranoide también entrando en el terreno resbaladizo como antaño en Irak, Libia, Afganistán y Siria…con su actuación del diente por diente.
El Estado Islámico (EI) como proyecto político, más que terrorista, al que se enfrenta no es moco de pavo ya que abarca mucho del capital sunita (ideológico y financiero), con un 85% de correligionarios contra un mero 15% de musulmanes chiitas.
El Oro Negro que todos necesitamos ávidos lo vende más barato el EI, a unos 30 dólares el barril cuando ronda en los 100 dólares en el mercado internacional). El EI lo comercializa a través de intermediarios en Turquía y Siria. Mensualmente, con tales grupos de apoyo, puede ingresar unos 100 millones de dólares. Últimamente EI incluso pide que se le abonen los recibos en oro macizo.
Hay mucho prestigio y pasta en juego y el Estado Islámico, aunque duela, quiere la hegemonía de un Califato mundial en vigor.
Juventud que son hoy la tercera generación de europeos musulmanes aún marginados y a la cola del resto máxime en Francia, Bélgica, Inglaterra y Alemania…se profesan los nuevos ciudadanos de este Estado Islámico porque del EI reciben más y mejores ofertas. Tanto económicas como espirituales.
‘Por quién doblan las Campanas’ necesitará un nuevo escenario y otro Ernest Hemingway que lo narre:
“Nadie es una isla, completo en sí mismo; cada hombre y mujer es un pedazo de continente, una parte de la tierra.; si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia. La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas: doblan por ti” decía la novela de Hemingway ambientada en España.