Quiso la Providencia, el destino o el azar que Jaime Mascaró falleciera pocas horas después de la celebración de un foro en Menorca sobre empresa familiar. Un encuentro en el que se expusieron las bondades de este tipo de empresas en las que priman el largo plazo y los intangibles por encima del beneficio rápido y los bienes raíces. Empresas que nacen casi de la nada y crecen a base de voluntad y esfuerzo, empresas que sueñan, empresas que son capaces de elevarse por encima de las dificultades y dar ese gran salto que materialice ese sueño.
Pocas carreras hay tan esforzadas como la de una bailarina y debe ser también cosa de la Providencia, el destino o el azar, que Jaime Mascaró empezara su carrera en un taller de zapatillas de ballet, y que como una bailarina, de las que usarían esas zapatillas, fuese paso a paso. Pasos y más pasos, “assemblé”, danza de carácter, “attitude”, elevación, “battú”, “brisé”…”avant”, siempre “avant”, con humildad, riesgo controlado, creatividad, trabajo bien hecho, mucho trabajo bien hecho, hasta dar el “grand jeté”.
Un salto compartido, fruto del impulso de tantas y tantas personas que creyeron en el sueño y lucharon por él, con él. Yo no fui una de esas personas. No conocí a Jaume Mascaró pero conozco a Lina y Úrsula, y soy de las que piensa- desgraciadamente he debido compartir este pensamiento no hace mucho- que cada uno es como es pero también como son sus padres, que la educación cuenta, que el cariño y dedicación de la familia, cuentan.
En el espíritu y el empuje de Lina y Úrsula, su capacidad para tomar el relevo, para seguir dando pasos, compartiendo pasos, para coreografiar nuevos movimientos, para protagonizar un nuevo “grand jeté”, debe haber mucho de Jaime, su padre. El escenario es casi tan difícil que el que se encontraría él en aquella Menorca, España, de la posguerra, la probabilidad de dar pasos en falso existe, los cambios son cada día más rápidos, pero el sueño se puede, se debe, seguir soñando. Es lo que Jaime Mascaró hubiese querido para su empresa, para Menorca.
