Se cumple el quinto aniversario del 15M y coincide con efervescencia sobre el Senado, lo mismo que ocurrió en 2011. En aquella ocasión, porque la única consigna electoral que salió de la gran movilización fue la de rechazar el Senado mediante abstención, voto nulo o en blanco en la urna del 20N. Aunque hubo un pacto bipartidista, seguido por los medios, de silencio absoluto contra la movida, el electorado respondió más que triplicando ese “no voto activo”, por comparación con las diferencias respecto al Congreso que se produjeron en las elecciones anteriores, las de 2008. Se pasó del 1,91% al 6,75% y fue también la diferencia más alta, con mucho, desde 1986. Una consigna que siguió, sobre todo, la izquierda, pues el PP arrasó también en el Senado.
El 15 de mayo de 2015 se inició una movida, esta vez sin llamar demasiado la atención, que solicitó en persona a los líderes del PSOE, Podemos, IU, Ciudadanos y UPyD, para que se comprometieran a suprimir el Senado y también a que formaran una coalición ganadora en esa urna. Después, a través de “Sin voz no voto al Senado” y de Change, muchas personas insistieron ante los mismos partidos con envío de mensajes y firmas. En esta plataforma llegaron a coincidir diez iniciativas diferentes con la misma demanda, sin conexión entre ellas. Ninguno de los cinco líderes hizo caso y el PP, a pesar de la debacle en el Congreso, repitió mayoría absoluta en el Senado, lo que ha ayudado al fracaso en la formación de gobierno tras el 20D. Todo hace pensar que el 26J volverá a ocurrir tres cuartos de lo mismo. Entre los egos de unos y los prejuicios de otros, todos quietos.