Leí que uno de los escollos fue lo de qué hacer con el dinero de la Ecotasa. Leo ahora que doce mil negocios se han dado de alta para cobrar el impuesto, que este año se conseguirán 50 millones y también editoriales que piden que se aclare su destino, lo que significa que la ley aprobada no cerró los detalles. No veo mejor ocasión que esta, la de decidir la aplicación de un dinero nuevo, para aprobar una ley que ordene la participación social en los temas de interés general. El funcionamiento de esa norma aportaría lo que falta cuando la tensión entre los políticos conduce a posiciones irreconciliables. También canalizaría mejor los debates desde las élites hacia la sociedad y extendería el sentido de responsabilidad colectiva. Y podría conseguir el respeto de todos los partidos por las decisiones que se adoptan para ir construyendo el futuro. ¿Qué político podría negarse a participar en un debate abierto sobre gasto público, y después pedir el voto para gobernar? Se le podría decir aquello de “el que tenga alguna objeción a este enlace que hable ahora o calle para siempre”.
Es habitual que los políticos quieran manejar la mayor cantidad de recursos una vez que han conseguido el poder, pero sería digno de vivirse que, una vez en caja lo de la Ecotasa, se iniciara un plazo para que partidos, asociaciones y particulares hicieran públicas sus propuestas para la aplicación del dinero que pudiera corresponder a su ámbito. Que a esas propuestas se les diera la mayor difusión posible y que se abriera un tiempo para su debate en los medios. Y, por último, que se sometieran a las urnas las ideas que hubieran sobrevivido a la criba del contraste en libertad. La transparencia desde el principio es la mejor vacuna contra las tentaciones de la corrupción y el sufragio universal el único sistema para tomar las decisiones que mejor aceptará la sociedad. Habrá deficiencias y errores, pero se hace camino al andar, que dijo uno de nuestros mejores.