Gracias a lo de Catalunya la politización de millones de españoles ha alcanzado niveles inimaginables cuyo saldo en conflictos personales solo se conocerá al final, si llega. Mientras tanto, los debates nos enriquecen y arrojan luz sobre las intenciones de los políticos.
Tal cosa nos acaba de ocurrir en familia mientras “discutíamos”, a través de las pantallas, sobre si la evidente ruptura del paralelismo entre el Ibex 35 y las bolsas europeas a partir de la aparición de Felipe VI en TVE demostraba que el principal responsable de los perjuicios económicos era el gobierno central y no el de la Generalitat. Lo cierto es que el día 4, siguiente al del discurso real, el selectivo español cayó el 2,85%, más que nunca desde el Brexit, y que ese mismo día Puigdemont contestó al monarca, subiendo el Ibex un 2,54% a continuación. Y que las empresas comenzaron a huir de Catalunya también desde lo del Rey, acelerando los traslados a partir del decreto del Consejo de Ministros que facilitaba el trámite.
Entonces fue cuando uno de nosotros, todos tertulianos de los de andar por casa, envió un mensaje clarificador. Recordó aquella frase con la que Montoro, estando en la oposición, le pidió a la canaria Ana Oramas el voto contra los sacrificios propuestos por Zapatero en mayo de 2010: “Que se hunda España, que nosotros la levantaremos”, como olvidar tanta insidia, casi sediciosa. Y, de repente, todo cuadró. Solo cambiando la palabra “España” por “la Bolsa”, o por “Catalunya” se confirman las sospechas de “cuanto peor, mejor”, e incluso de “tierra quemada”, como políticas ejecutadas con frialdad lenta por parte de Rajoy para ir maniatando al PSOE y poder aplicar, sin molestias, una intervención dura contra Catalunya con la excusa, mil veces repetida, de poner orden allí donde él propio Rajoy había creado situaciones de tensión y desorden, otra evidencia que nunca será admitida. Estrategias como estas me traen recuerdos terribles protagonizados por mafias y terrorismos, aunque también desde gobiernos tan legales como infames. Organizaciones todas, no es casual, que siempre disponen de armas para amenazar.
Pero hoy terminaremos mirando el lado bueno. No sé que sería a estas alturas de todos nosotros, responda usted si es capaz de imaginarlo, si tanta ebullición hubiéramos tenido que enfriarla solo con palabras de viva voz, que serían “a voces” cuando no gritos pelados. O peor aún, con silencios tan políticamente correctos como frustrantes y hasta peligrosos. Para salvarnos la vida llegaron a tiempo Internet y sus mensajes de todas clases, sus redes sociales y sus foros de debate abiertos a cualquiera. Use estos recursos todo lo que pueda y siempre que no esté seguro de su capacidad de auto control. Funcionan a base de teclados alfanuméricos que le dejan tiempo para pensar y han creado un plano tantas veces feliz y distinto de discrepancia colectiva, pues no corre por sus venas sangre de la que pueda llegar al río sino tinta, o quizás ni eso. Únicamente respete a los particulares con nombre y apellidos y recuerde que tenemos ahora mismo un gobierno lleno de susceptibles autoritarios deseosos de llenar las cárceles de presos que son políticos porque, les guste o no, hay unas leyes que les permiten encarcelar a personas que solo están haciendo política sin violencia que justifique nada que no sea una simple alteración del orden sin consecuencias, sean de la tendencia que sean. Aunque esto sea una democracia.