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Pasqua

Pasqua
Según el diccionario de la RAE, la resurrección alude a “la vuelta a la vida de un ser muerto”. Si bien es un tema debatido en religiones y culturas anteriores en el tiempo al cristianismo, lo más cierto es que solo a partir de la resurrección de Jesucristo es cuándo se plantea, con profundidad científica,  cultural y teológica, la veracidad, certeza o credulidad sobre lo que es la piedra angular de la fe de centenares de millones de creyentes en todo el Mundo.
Desde el punto de vista racional y de la ciencia, no hay ningún dato objetivo que acredite la certeza de que, una vez producido la muerte, una persona pueda resucitar de entre los muertos. De hecho, la resurrección de Cristo se basa, exclusivamente, en un testimonio de fe, basado en el hecho de una tumba vacía en un sepulcro de hace más de dos mil años. Recientemente, se han encontrado restos arqueológicos que más bien intentan probar lo contrario, es decir, que Jesús no fue más que un hombre, excepcional por supuesto, pero alguien mortal que murió en dramáticas circunstancias y que, como cualquier ser humano, tuvo un principio y un fin temporal. No hay que descartar que, más pronto que tarde, aparezcan restos óseos que puedan suscitar una mayor controversia, en el plano del Jesús Histórico.  Por lo contrario, sus seguidores, tanto los que lo conocieron en vida como los posteriores, afirmamos que venció a la  muerte y resucitó, si bien en un cuerpo radicalmente distinto al nuestro, sometido a las enfermedades y la destrucción ineludible.
A pesar de esta controversia y, una vez más, desde el punto de vista, exclusivamente, de lo racional, la resurrección resulta, a todas luces, incomprensible a la  mente humana, que es limitada y objetiva. Los hombres de ciencia  afirman, de un modo mayoritario, que solo se puede creer  en aquello que sea sentido o percibido por los sentidos.  Como le ocurrió a Santo Tomás, paradigma realista del hombre moderno y occidental,  escéptico hasta la médula. Pero, a pesar de ello, resulta, igualmente indudable e incuestionable, que hay datos en el transcurso de nuestras vidas que, si lo reflexionamos durante un instante, nos acerca al camino de la conversión y de la fe. Son, en la mayoría de las veces, pequeñas circunstancias, incluso, muchas de ellas tan anecdóticas, que se nos escapan en su auténtica trascendencia y que, al  combinarlas, o tratadas de forma conjunta, nos llevan a la certeza de que, ineludiblemente, no
todo lo sensitivo es lo único real en nuestro alrededor. La naturaleza humana no solo es carne, hueso y, exclusivamente, inteligencia racional, al abarcar, también, un componente “espiritual” que trasciende la levedad de nuestro ser.
Ahora bien, la cuestión es que, a la postre, hay que respetar la libertad de cada ser humano para afrontar el dilema de la conclusión o, mejor dicho, su particular relación con lo  trascendental. Por lo que respecta a una servidora, es el conocimiento y comunicación con  Aquél que afirmó que vino a servir, y a no ser servido- algo absolutamente sorprendente en los esquemas del poder y de la ambición humanas- , el que me apoya en la convicción de que, por encima de las limitaciones de la vida, algo debe haber más allá de lo que perciben mis sentidos. En resumidas cuentas, aunque el afirmar tal cosa resulte nadar a contracorriente, el Amor a Jesús, entendido como un continuo proceso de comunicación y preguntas, basado en una íntima convicción de que solo Él todo lo puede y, por último, Él es la Resurrección y la Vida.
R

Reportero

Periodista de Menorca al Dia