Torre de Fornells, ajedrez británico

Un castillo sin torres no pasa de ser muralla, pero una torre sin murallas es, por derecho propio, castillo.
En recuerdo de Babel, la torre es casa de Dios en las antiguas barajas. Torres albergan prisiones, cuartos de guardia, aposentos. Todas con cuatro costados para que aúllen los vientos. La de Fornells, sin embargo, es de planta circular, y la construyeron los ingleses como torre de defensa muy necesaria en este punto álgido para el desembarco al asalto del castillo de Sant Antoni.
La torre alberga un museo y tiene en su azotea unas vistas inmejorables de la zona. Es, por derecho propio, la torre de defensa más visitada de Menorca. En ella permanece muy bien conservado el diseño original, con depósito de agua, almacen, sona de residencia y zona de artillería.
Como ilustran bellamente las películas de la saga “El Señor de los Anillos”, basado en las novelas homónimas del muy británico Tolkien, desde esta torre se divisan, a ambos lados, las torres subsiguientes, con el fin de comunicarse velozmente entre ellas en caso de necesidad, cubriendo el litoral entero en pocos minutos.

Camí de cavalls

Desde cala Tirant, y siempre hacia el sol poniente, el camí de Cavalls se pone serio, muy serio. Tan serio que transita por una zona declarada de especial interés por la Unión Europea. Tan serio que también es zona de protección de especies de aves. Tan serio que pasa por el antiguo asentamiento romano de Sanisera, yacimiento arqueológico que todavía hoy no deja de sorprender a los especialistas. Tan serio como que recorre la zona deshabitada más extensa de toda la isla, para los más enconados senderistas.
Para los que no lo somos tanto, pero amamos todo esto, es bueno prever tres horas y media de marcha entre Tirant y Pregonda. Llevar bastante agua es de rigor, y añadir otras dos horas de no marcha en la hoja de ruta también. Hay mucho que ver en este recorrido entre sistemas dunares, zonas húmedas, playas, acantilados de la Menorca más antigua de todas, la que primero emergió del fondo del mar y desde la que se fue sedimentando la isla que conocemos hoy. Aquí el paisaje es primigenio y está lleno de la mayor fuerza telúrica posible. Tanto es así que hasta sus botas recordarán para siempre haber pasado por aquí.
La torre de defensa de Sanitja y el faro de Cavallería son paso obligado, pero esdrújulo para quien viene a gozar de la naturaleza en bruto.
Planear el regreso con el mismo tesón que la ida es tan importante como el recordar que el único punto de refresco es el restaurante de Binimel-la… que ni mucho menos tiene porqué estar abierto en el día u horario que se pase por aquí.

Playas de Fornells, el último bastión

Playas de Fornells es el nombre genérico por el que se conoce el pequeño litoral urbanizado al este de Cala Tirant. Más al oriente, por tierra, se llega a Fornells, con su puerto, su bahía y su amplia oferta turística.

La urbanización de Playas de Fornells  dispone de todos los servicios que necesita un balneario, pero, además de los chalés, tiene también, alojamientos hoteleros y aparthoteles, especialmente codiciados por las comunidades británica e italiana. Dos supermercados, y zona de ocio con bares y restaurantes aseguran, en temporada, no tener que moverse del sitio para ser bien atendido. Ver la puesta de sol desde alguna terraza junto al mar es uno de los mayores placeres de los que se puede disfrutar en la Tierra.

Cala Tirant, o Arenal de Tirant, está situada al fondo de la bahía del mismo nombre. Goza de su propio sistema de dunas y está orientada al norte. En verano está llena, pero no tanto. No hay restaurantes en la arena y es la última zona urbanizada del nordeste, esto hasta Cala Morell, en Ciudadela.

En invierno es paraíso de surfistas, pues tanto su orientación, como su localización al fondo de la bahía, la convierten en la mejor zona de oleaje en días de Tramuntana.

Hay toda una Menorca plagada de notables y muy merecidos tópicos de arena blanca y mar turquesa. Quien elige Cala Tirant como destino preferente para sus vacaciones suele saber lo que busca y aquí lo encuentra: unas vacaciones menorquinas, pero diferentes, y a pesar de ello con toda la isla a su disposición.

Cala Pregonda el paisaje marciano que todo el planeta conoce por Mike Oldfield

Pregonda es la cala más inusitada de Menorca. Esto no es una opinión, sino un axioma ¿lo dudan? miren esto. ¿Acaso si descubren agua en Marte no se esperarían que las imágenes publicadas por la NASA se parecieran sospechosamente a Pregonda? Son cincuenta tonos de rojo producto del alto contenido en hierro de sus arcillas y pizarras.

Descubrir Cala Pregonda es una auténtica gozada, y el viaje comienza en Binimel-la. Al fondo de dicha cala  hay una puerta de madera por la que empieza el paseo y, tras el primer monte comienza la aventura visual. Es tan bonito el camino de media hora, bajo un sol de justicia, por un paraje que no parece de este mundo, como la propia playa.

La playa es simplemente espectacular. La isla de enfrente, que dibuja abigarradas formas en la roca, protege la arena de las corrientes, dejando un espacio para nadar que es casi una piscina, pero mucho mejor. Desde esa misma isla hay un punto para tirarse al agua desde lo alto (ojo, bajo su responsabilidad). La arena de la playa es todavía más roja que la de la vecina Binimel-la y, a pesar de la existencia de un par de casas perfectamente integradas en el paisaje, es totalmente virgen y carente de servicios, así que no dejen de llevar agua y piensen en protegerse del sol. Aquí manda la luz, lo sabe hasta Mike Oldfield. El famoso compositor quedó prendado de Pregonda y usó dos imágenes de la misma en las portadas de su disco Incantations de 1978. En 2011  lo remasterizó  y lo volvió a sacar con Pregonda, de nuevo, en la portada.

Binimel-la, una cala que va de sorpresa en sorpresa

Ya su nombre arábigo, exótico y de compleja pronunciación, insinúa que este no es un lugar como los demás. El acceso es confortable, pues tiene un parking de buen tamaño a escasos 400 metros de la playa. Hay que ir con cuidado cuando se viene en coche, pues el firme es complejo y hay zonas en las que, de ancho, apenas cabe un coche y medio.

Sorprende porque, a pesar de ser una de las calas vírgenes del norte, tiene, al final de párking, un restaurante muy bien dotado de platos sencillos, variados a precios muy populares. Sorprende porque, pasado el restaurante, hay que cruzar por la desembocadura de un riachuelo muy poblado de patos acostumbrados a ser alimentados por los paseantes, delicia para los críos. Sorprende por el color y por el tamaño de los granos de sus arenas, rojo marciano, muy diferente de las blancas arenas del sur. Sorprende por la intensidad y el colorido de sus fondos y la confiabilidad de sus peces. Sorprende por lo poco frecuentada que está durante todo el año, siendo sin embargo un punto de especial interés a nivel europeo. Sorprende, en fin, porque, a pesar de ser más que suficiente para justificar el viaje y el día de playa, apenas es la puerta de entrada al inusitado descubrimiento de la vecina Pregonda, que aguarda un poco más allá, y cuya visita es inexcusable una vez se ha llegado hasta aquí.

No sorprende que la mayoría del público que viene por aquí sea local: hay placeres que nos reservamos, no de forma egoísta, sino de forma perfectamente altruista, porque esto se merece.

Playa y faro de Cavallería. El faro.

El faro de Cavallería es el mascarón de proa de la isla de Menorca, pues Menorca es algo así como una embarcación de piedra que vive pendiente del Norte, de sus vientos y sus corrientes. Su luz alcanza 22 millas náuticas y nació para evitar los numerosos naufragios que ocurrían por aquí, de hecho en los fondos todavía reposan mucho más de los contabilizados 700 pecios que se dejaron el casco en los acantilados de piedra negra adyacentes a la isla dels Porros.
El acceso está muy bien señalizado, tanto desde es Mercadal como desde Fornells. No tiene pérdida: Norte, norte y más norte hasta enterrarse en el mar. Los carteles dicen: “Cavallería”
Es majestuoso pero sencillo, está situado al final de un camino rocoso, en una suerte de península de vanguardia que ofrece los mejores atardeceres del verano. Contiene, además de un pequeño museo, un bar en el que refrescar el gaznate y darse un respiro. Visitarlo es mágico, interesante y pertubador, sea a pie o en coche, pero sin duda avistarlo desde el mar es digno de las mejores novelas de Verne, o de los mejores poemas de A. Castells:

Miradlo, miradlo girar sobre sí mismo
trazando, rutinario, a su alrededor,
el cerco de su soledad sobre el abismo.
La mirada perdida, desprovista ya
de toda curiosidad, de toda expectación.

El faro.

Son Saura de Ciutadella


Homónima del arenal de la urbanización Son Parc, en Fornells, esta playa grande y virgen está situada prácticamente en el lado opuesto de la isla, con lo que no tiene pérdida, y si la tiene el desencuentro es mayúsculo.
Lo mejor es su accesibilidad, pues cuenta con un párking cercano y de buen tamaño. Está en una zona de posidonia, con lo que no es extraño verla vestida de algas en función de las corrientes. La posidonia es la riqueza que salvaguarda los fondos, con lo que es una gran opción para los practicantes del snorkel. Su tamaño y menor popularidad hacen que sea una gran alternativa en hora punta de temporada a su masificada vecina Turqueta, y cuenta a su vera con dos playas menores, que son Banyul y Bellavista.
Aquí hay socorrista en temporada, pero sobretodo hay un extensísimo pinar que ofrece sombra y cobijo ideales para una tarde de picnic de lo más rural al borde del agua, con el único sonido de fondo de los aparejos de los muchos barcos que fondean por aquí.

El picnic como arte


Preparar una cesta de Picnic no es cosa que se tenga que hacer deprisa y corriendo. En el siglo XIX, mucho antes del boom del turismo, la mejor razón de ser de una visita a la playa era precisamente eso: llevar de picnic a toda la familia. Pensemos que entonces la familia media era de unos cinco o seis hijos, se podían encender hogueras en cualquier parte para cocinar y lo del baño era, por así decirlo, una costumbre exótica y poco civilizada.
De aquella época han sobrevivido el mantel de cuadros, la tortilla de patata, la cesta de ratán, el termo frío y el termo caliente. El siglo XX aportó la nevera de isopor, el hielo hecho en casa y los diversos conservantes industriales, abriendo el abanico de productos en conserva que se podían adquirir y transportar para una ocasión como esta.
Cualquiera que se lo plantee, pues hoy hay poco costumbre, puede preparar un picnic, pero se necesita ponerle arte, cariño y lógica para convertirlo en una experiencia perfecta.
Nosotros recomendamos que la mitad de los salados consista en productos de delicatessen que no requieran preparación -embutidos, encurtidos, latas, quesos- y la otra mitad sean elaborados en casa -ensaladas, pasteles, tortillas, arroces, marinados. Conviene no olvidar que todo lo que no vaya en nevera se comerá templado, con lo que es mejor descartar la preparación de platos calientes. Hay quien no se molestará en transportar el peso añadido de un hornillo de gas, pero todo suma y hay que tener muy en cuenta la distancia a recorrer andando, no dejar residuos y volver con todo bien cerrado para no manchar.
No se debe olvidar el pan, pues un bocadillo siempre es socorrido para los niños, pero evítese el bocadillo en la medida de lo posible, pues se trata de comer de verdad.
Una ensalada de frutas abundante, variada y bien cortada es ideal como colofón de un picnic bien pergeñado. También lo son un melón o una sandía que hayan pasado la noche en la nevera de casa. El agua es fundamental y la batalla principal es contra el peso y la temperatura, con lo que hay que calcular muy bien qué es lo que se lleva en nevera, qué es lo que se lleva en termo y cómo se va a transportar todo a la ida y a la vuelta. Todos los detalles cuentan: cubiertos, vasos, hielo, servilletas. El esfuerzo, en este caso, tendrá una gran recompensa.

Camí de cavalls


Desde la punta del faro de Artrutx hasta cala Galdana hay veinte kilómetros de Camí de Cavalls dividido en dos etapas y con cala en Turqueta como epicentro. Es el camino de las calas vírgenes del sur y, lo hagamos como lo hagamos, la expectativa es pasar por pinares, barrancos y playas de auténtico lujo salvaje, sin urbanizaciones ni servicios, en áreas protegidas en las que la isla nos brinda lo mejor de sí misma.
Alternando la roca con el brezo y la jara por este camino de ronda, los amantes de la observación ornitológica tendrán su premio en el humedal de Bellavista. Quien quiera un buen colofón tendrá en cuenta el bar restaurante sito al pie del faro de Artrutx, o el chiringuito a modo de parada de refresco de Macarella, y quien quiera buenas fotos no va a tener espacio en su dispositivo para almacenar lo que el ojo puede ver en esta concatenación de miradores y caminitos que reservan una sorpresa detrás de cada curva. Si tiene el senderismo profesional sus categorías, habría que añadir la de senderismo romántico para estas dos etapas, que son absolutamente inolvidables.

Turqueta es turquesa

Para ver Cala en Turqueta en toda majestad hay que madrugar mucho o venir tarde. ¿Por qué? Porque su virginidad sufre de su propia belleza y tiene horas punta de lleno hasta la bandera por tierra y por mar.

Al amanecer, sin embargo, se pueden apreciar y disfrutar el silencio, la mansedumbre y transparencia de sus aguas y el sinfín de matices de sus colores sin interrupciones. Ostenta el turquesa perfecto, solo rivalizado por los fondos que hay entre Punta Prima y la Isla del Aire y está muy cerca de Ciutadella, por el camí de Sant Joan de Missa, y muy bien indicado. En el párking hay chiringuito y tiene baños y socorrista.

Turqueta es de las playas en las que la sombra llega pronto a las arenas, lo que consigue que se vacíe con unas cuantas horas de luz por delante. Son apenas 110 metros de arena para compartir, elijan bien la fecha y la hora para venir a conocerla, o a repetir.