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Àngels Barceló y el elogio de la palabra libre

Una opinión de Lola Maiques Flores

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Palabra libre en el diccionario

Palabra libre en el diccionario

“Voy, veo y lo explico. Me pareció un chollo pero yo me convertí en periodista como podía haberme dedicado a otra cosa”.  Son palabras de Àngels Barceló. Quizás las menos creíbles que haya pronunciado jamás porque oyéndola, repasando su trayectoria, cuesta encajar que no sea periodista de vocación. Casi prefiero pensar que anda errada como tantos, inconsciente ante el hecho de que ciertas vocaciones, como algunos secretos, son tan íntimos que permanecen ignotos.

Es difícil ser periodista sin vocación. No sé en otros tiempos, pero sí lo es en estos tiempos de crisis económica y social, de transformación digital y desigualdad abrumadora, de información abundante y atención dispersa, de desconfianza y desesperanza; tiempos sin pausa, sometidos a la tiranía de la inmediatez, el partidismo, la cultura del ‘gratis total’ y el ‘periodista global’;  tiempos sin silencios de palabras sin alma.

Lo explica de otra manera, con otras palabras, Àngels Barceló en una tertulia estival teñida de otoño. La periodista transmite su amor por “la gracia de la radio” y reivindica el papel de los medios de comunicación, tan denostados, tan maltratados, ellos y sus profesionales.  Se sirve de la palabra, y una detrás de otra, construye una loa intuitiva, un elogio de la propia palabra, de la palabra libre.

Palabra libre. Libre de prejuicios, libre de ruidos, libre de amos. La que nace de escuchar mucho, de manera humilde y atenta, la que nace de escuchar todavía un poco más, con el corazón, aislándose de la cháchara incesante. Palabra libre la que se enlaza con la siguiente y discute con la anterior, la que contradice la errónea y ensalza la cierta, la que respeta y acoge, la que denuncia sin miedo,  golpea sin odio, construye sin manos.

Quizás los periodistas, algunos periodistas, perdimos un día la autoridad por construir nuestros discursos sobre palabras necias, palabras ajenas, palabras esclavas que sólo se oían a si mismas sin escuchar, pero la palabra libre -rigurosa, compasiva, veraz-, la que explica la realidad sin disfrazarla, permanece ahí, dispuesta a que nos sirvamos de ella para seguir contando lo que algunos quieren acallar.

 


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