Abanderado del compañerismo por actitud, que no por necesidad, Dani Molina entrena estos días en Menorca. Molina (Madrid, 1974) es doble subcampeón del mundo de triatlón (Auckland 2012 y Londres 2013) y doble campeón del mundo de acuatlón (2013, 2015), y ha roto con una de la losas del deportista -la monotonía- para participar en el ‘Personal Running Artiem Training Camp’ que se desarrolla estos días en la Isla.
“A la incertidumbre te acostumbras, pero entrenar con mal tiempo, piensa que en Guadalajara nos levantamos a dos grados bajo cero, es lo peor, eso y la rutina, la rutina es matar a un deportista”, señala Molina, quien reconoce haber encontrado en Personal Running el aliado perfecto en este sentido. “Con Dani (Rodríguez, uno de los artífices de Personal Running, PR) cada día es distinto, no le gusta la monotonía“, asegura, el madrileño, quien, como Rodríguez, presente al inicio del encuentro, insiste en el extraordinario grupo que se ha creado y la atención exquisita que les está dispensando Artiem.
“No nos conocíamos de nada y se ha creado un gran ambiente, sano y deportivo, y dudo que haya equipos de élite a los que traten tan bien como nos están tratando aquí a nosotros”, enfatiza Molina. “Artiem y nosotros tenemos una misma filosofía, y en Menorca se puede nadar en cualquier cala, las carreteras son una pasada y está el Camí de Cavalls. Nos lo están poniendo todo muy fácil y los participantes están felices, acaban cada día anestesiados con la ilusión y la motivación”, añade Rodríguez.
Dani Molina, el héroe, la persona
El nombre de Dani Molina viene asociado a términos como heroicidad, superación o ejemplo a seguir -perdió su pierna derecha a los 22 años tras un accidente de moto- pero al encontrarme con él me cautiva no el supuesto héroe que dibujan los medios sino la persona que es. Espigado, de mirada y sonrisa acogedoras, hablar pausado y convincente, Molina parece una persona íntegra, sencilla, que, a medida avanza la conversación, se muestra franca y amable, y, sobre todo, feliz, muy feliz.
“Cuando te dicen que vas a perder una pierna para toda la vida es muy duro. La frase “toda la vida” se hace muy larga. Pero si es eso o morirte, lo sopesas bien y lo prefieres. A mi el accidente me cambió la vida para bien. Vivía más la noche que el día porque tenía un bar de copas con mi hermano y me sacó de ahí, unió a una familia que estaba muy separada y me ha permitido vivir cosas, como los Juegos Paraolímpicos de 2004, que nunca hubiese vivido”, explica Dani.
Como deportista, Molina asiste encantado la eclosión de corredores y triatletas que se ha producido en los últimos años, también en Guadalajara, su lugar de residencia.”Hemos vivido tiempos muy duros, de mucha desesperanza, y la gente ha optado por salir a correr porque es asequible, te calzas unas zapatillas y sales, y porque el deporte te da mucho más retorno que cinco copas”, reflexiona.
Juego de complicidades
Su experiencia del accidente y del día a día -“duro, en la piscina nado entre 2.500 y 5.000 metros, después voy al gimnasio y después salgo con la bici o a correr, entre seis y siete horas de entrenamiento”, resume Dani- es de las pocas cosas de las que el triatleta habla en singular. Toda la conversación gira en torno al plural, tal es la conciencia que tiene Molina de que sus logros son fruto de un extraordinario trabajo de equipo, en el que brilla con luz propia Carolina, su esposa, quien participa del encuentro.
“Ella me ayuda con todo, también ahora que se ha eliminado la figura del ayudante en el box para potenciar la autonomía los pataletas; me ayuda con el equipaje, las prótesis, me da tranquilidad, ánimos” -explica mientras su mirada y la de Carolina, dulce y atenta, se cruzan cómplices, una vez más. “Somos un equipo, ella, Dani, mi fisio, mis patrocinadores”, insiste Molina, quien se siente muy agradecido por el apoyo y la confianza que ha conseguido recabar.
“Hemos trabajado mucho para que las marcas se interesen por nosotros. Personalmente tengo mucha suerte porque conseguir patrocinios en especie es relativamente fácil pero en metálico no, y nosotros acabamos de firmar uno con Mitsubishi. Cuando conocen tu historia y lo que haces les parece alucinante pero después no te pueden ayudar, y nosotros tenemos que afrontar gastos como todo el mundo”, argumenta Dani.
Para el triatleta quien cuenta entre sus sponsors, además de con la marca automovilística, con Orbea, Orca, Jens Müller, Victory Endurece, Induo, PR, Skechers, Össur, Sportsalud, SelleSMP, Bollé, Suunto,CMCBikes, Visiorama Sport y el Ayuntamiento y la Diputación de Guadalajara, una buena Ley de Mecenazgo, que las empresas conociesen bien y puedan utilizar -“la hubo pero no era nada clara”, puntualiza- podría facilitar trayectorias como la suya. “Cuesta mucho sobrevivir como para además estar peleando por el dinero, no quedan horas en el día”, lamenta.
Objetivos, retos y valores
Un lamento liviano porque Dani es consciente de que han sabido rentabilizar el esfuerzo- en buena parte centrado en las redes sociales- y la discriminación positiva que se le dispensa en las competiciones. “Participamos en dos tipos de carreras, las de triatlón paralímpico y otras de carácter popular, y nos tratan fenomenal, y creo que esta discriminación positiva es buena porque permite hacerle ver a la gente que si quieres, puedes. Me siento muy satisfecho cuando me dicen que verme correr les motiva, que les adelante, les motiva”, confiesa con sencillez el atleta.
Lamento liviano como el que provocó la exclusión de Molina de los Juegos de Río por una cuestión de despachos, ya que el Comité Paralímpico Internacional decidió que sólo acudieran a la cita tres de las cinco categorías del triatlón, dejando fueran la que hubiese permitido al madrileño competir. “Nos entristeció pero tenemos otros objetivos, el Mundial, el Europeo y el medio Ironman de Lanzarote, y más adelante un Ironman, el de Hawai, si fuese posible”, enumera con ilusión.
Objetivos ambiciosos, pero alcanzables para alguien como Dani y su equipo, y un reto cercano, ser padre, del que habla, a medias con Carolina, mientras se acentúa el brillo de su mirada. “Eso sí que va a ser un reto”, dicen los dos al unísono. “Ojalá le encante el deporte, que sea un as, pero, sobre todo que sea feliz”, apunta él. “Sí porque el deporte aporta muchas cosas, valores que queremos que tenga”, añade ella.
“¿Qué valores?”. inquiero. “Trabajo, sacrificio, compañerismo, lo compenetrados que estamos nosotros, saber estar con la gente. Esto es muy importante. Otros deportistas quizás no, pero yo soy campeón del mundo pero puedo entrenar con cualquiera, ser campeón del mundo no te da derecho a cambiar tu forma de ser, yo sigo siendo la misma persona”, concluye.