El es un exfraile que abandonó la orden de los capuchinos ante la falta de modernidad de la iglesia. Ella, una religiosa secular que dejó el centro donde se encontraba para cuidar de seis sobrinos que se habían quedado huérfanos. Se conocieron en un curso de música. Luego surgió el amor.
No se trata del argumento de una novela rosa. Ni de una película de sobremesa del sábado por la tarde. Sino de una historia real. Sus protagonistas son María Jesús Martí (Ciutadella, 1938) y Eduard Eroles (El Poal, 1946). La edición digital de El Periódico de Cataluña recogía el pasado sábado 17 una reportaje que bajo el título “Dejé de ser fraile porque quería enamorarme” narra la historia de una relación fundamentada en las artes, con la música y la poesía como protagonistas.
“Yo no dejé de ser capuchino porque me hubiera enamorado, sino porque quería enamorarme”, relata el exfraile. La historia de su compañera ciutadellenca -que lo conoció cuando tenía 33 años- es diferente. Trabajada de profesora de música en un instituto religioso, pero lo abandonó todo cuando sus seis sobrinos se quedaron huérfanos. Hoy, la pareja tiene dos hijos y cuatro nietos. En el Periódico preguntan a María Jesús Martí sobre la destitución de Javier Salinas en Mallorca. No esquiva la cuestión: “En Menorca tenemos un dicho: ‘Som de terra i terrajam’. Flaquezas y tentaciones tenemos todos, somos así. Por nada del mundo juzgaría si alguien hace bien o mal, pero la mentira me duele en el alma”.
Ahora, la pareja exporta el nombre de la isla con su propio negocio: Sa gelateria de Menorca. Tienen tres heladerías artesanales propias y cinco franquiciadas.