Un ‘abrazo de sal’ de Lola Maiques
Acudo a un partido de baloncesto, concretamente el que enfrenta al Hestia Menorca y el Teslacard Círculo Gijón. Ambientazo en el Pabellón Menorca, con unas 2.500 personas en las gradas, entre ellas usuarios y acompañantes de los servicios de Salud Mental de Menorca, de las asociaciones de Familiares, Amigos y Personas diagnosticadas con Trastorno del Espectro Autista y de Familiares de Personas con Enfermedad Mental o de la Fundación de Personas con Discapacidad. Además de militar en idéntica categoría y perseguir un mismo objetivo- la permanencia en LEB Plata– ambos equipos han demostrado su sensibilidad respecto a la integración de la diversidad.
En el Hestia Menorca, intensificada a raíz de su vinculación con la Fundación Hestia, su patrocinador principal, con el que colabora en el proyecto #Matealestigma que pretende promocionar la actividad física como instrumento de mejora de la salud mental, favorecer la integración social de los colectivos con enfermedad mental grave, y visibilizar la enfermedad mental y luchar contra el estigma que lleva aparejada. En el Teslacard Círculo Gijón, por sus vínculos con Sanatorio Marítimo, un centro de atención a personas con discapacidad intelectual referente en Asturias, con el que mantiene una relación estrecha, ejemplificada por la reciente visita del entrenador y varios jugadores a sus instalaciones.
Gritos de “fuera, fuera” ponen la banda sonora al partido. Los profiere un chico que tengo a mi espalda. No puedo precisar su edad, sólo lo veo por el rabillo de ojo, no me parece excesivamente joven ni tampoco muy mayor, diría que forma parte de un grupo, pero es autónomo. Su educado entusiasmo “alejador” no cesa ni cuando el Hestia Menorca acumula ya varios minutos con rentas de dos dígitos. Su cantinela varía únicamente cuando uno de los extranjeros del Círculo Gijón se sitúa en la línea de tiros libres, momento en el que al “fuera, fuera” añade un “vete a tu país“. Pego un respingo.
¿”Vete a tu país”? ¿Una persona con síndrome de Down, integrante de uno de los colectivos que ha puesto en la agenda social la imperiosa necesidad de no aceptar la discriminación por razones de diversidad le grita a un jugador extranjero “vete a tu país”? ¿En un pabellón al que asisten normalmente personas de toda condición y capacidades funcionales diversas para disfrutar de un partido que enfrenta a un equipo, cuyo lema es Una illa, un equip y que colabora en un proyecto de sensibilización sobre la enfermedad mental y su estigma con otro vinculado a un centro que atiende la discapacidad intelectual?
Instalada en mi perplejidad comento la anécdota al término del partido con un par de miembros del Club menorquín y les confieso mi convicción de que algo debemos estar haciendo mal porque me vienen a la cabeza ejemplos muy del día a día que justificarían mayor empatía en determinadas personas. “Todo lo contrario -viene a decirme no sin sorna uno de ellos- ¿qué más ejemplo de integración que el de ese chico comportándose como tanto español medio, animando en un partido como cualquiera y diciéndole a un extranjero “vete a tu país”? Es otra manera de verlo, sin duda, pero ¿es la manera?