El saxofonista Xavier Larsson junto con la Orquestra de Cambra Illa de Menorca (OCIM) bajo la dirección de Francesc Prat reeditaron su éxito de Maó en Ciutadella a las 24 horas. Tras abrir el festival de música que organizan las JJMM de la zona de Llevant, hicieron lo propio con el certamen de las JJMM de Ponent, en este caso en la Església dels Socors de Ciutadella.
El primer concierto del 47 Festival de Música de Verano que organiza Juventuts Musicals en el Claustro del Seminario de Ciutadella comenzó con la Melody for Saxophone n.10 (1995) de Philip Glass, gran compositor estadounidense de música minimalista. Es una
melodía poética, angelical, romántica, cálida, dinámica, tímbrica, de gran movimiento y contrapuntística que ya desde el minuto uno, con el solo introductorio del joven saxofonista ciutadellenc Xavier Larsson, hizo explorar los límites del mapa mental hasta introducir los oyentes en la Sinfonía Inacabada (1822) de Franz Schubert. Concretamente, esta sinfonía es la conocida obra póstuma que rezuma el sentimiento de tragedia que Schubert sentía, una obra que hace de espejo de sus propios miedos.
La segunda parte, protagonizada por Cyberbird (1993-94), del compositor japonés Takashi Yoshimatsu, contó con tres invitados especiales: el saxofonista Xavier Larsson, la pianista Margalida Moll y el percusionista Daniel Higler. Esta oda a pájaros estuvo caracterizada por una hibridación de sonidos brillantes, refrescantes, elegantes, convincentes, tímidos y desinhibidos, haciendo viajar el público en el país del sol naciente. Fue una celebración de contrastes, de belleza y pasión desmedida. Un diálogo de voces y una mezcla de varios estilos – jazz, música tonal y impresionista – capaz de transportar a nuevas atmósferas con planes emocionales distintos.
De hecho, aunque el gong, instrumento legendario de Japón, le dio un toque musical diferente al espectáculo, en realidad el hilo conductor de esta última parte fue el saxofón, transmitiendo una sensualidad prodigiosa y un amplio delirio sensorial.
Aunque Larsson sólo ha vivido un cuarto de siglo, su musicalidad, expresividad y versatilidad se puede calificar de pura dinamita hipnótica: atrapa desde el primer compás y tiene los poderes de desnudar el tiempo. Como una extensión más de su cuerpo, se trata de una musicalidad que sopla de poniente y que, poco a poco, va entrando dentro del cuerpo de puntillas hasta que se acomoda y llega por todos los lados de la isla y más allá.