Todo empezó en 1983, cuando unos políticos de quincalla se atribuyeron el poder de legitimar el catalán como lengua de las islas; un dislate, contrario a la realidad, pactado entre los partidos mayoritarios. Aunque inadvertida para muchos ciudadanos, la designación del catalán como lengua propia fue una decisión cargada de intención. Casi 40 años después, no es sorpresa que la lengua no era la meta. La meta era la aglutinación con los ilusorios países catalanes y el simultáneo alejamiento de España.
El plan suponía un doble chantaje. Por un lado, instaurar el catalán estándar y convertirlo en un deber —la Constitución Española solamente reconoce el derecho de conocer y usar las lenguas regionales en las comunidades bilingües—. Con eso llegó la imposición del catalán, su requisito para acceder a la función pública, el tabú de usar español en determinados ambientes, el riesgo de recursos para la promoción del catalán forastero, la expulsión de los topónimos en español y la imposición de los topónimos en catalán. El catalán se fue convirtiendo en preferente, mientras se degradaba y relegaba el español a la categoría de lengua “extranjera”.
Por otro lado, era necesario separar. Eso se conseguía sembrando el odio a España como nación y a todo lo que significara lo español. De ahí surgieron un sinfín de despropósitos: la falsificación de la historia de nuestra comunidad; el desprestigio y la difuminación de la Historia de España; el adoctrinamiento en la educación, medios de comunicación y de instituciones públicas; el insulto a España como derecho a la libertad de expresión y financiado como actividad cultural; la injuria a la bandera de España, su supresión y hasta su quema; la quema de fotos del Rey y las consultas diseñadas al margen de la ley sobre el modelo de estado vigente; el desprecio y la banalización de la Constitución Española por parte de la propia Administración; el desprecio a las personas venidas de los países de habla española; la segregación de los llegados de otras regiones de España, entre otros.
El sectarismo separatista, a falta de argumentos y con un complejo de inferioridad irresoluble, recurre a la mentira, el insulto y la intimidación, divide a la sociedad, censura a los contrarios, ejerce la desobediencia civil, abusa del poder, reprime a los demócratas, usa la violencia, reta al Estado. En las últimas semanas, Cataluña vive un vergonzoso baño de exaltación separatista, el asalto de una organizada y cruel guerrilla urbana de aprendices de terrorista al estado democrático, representado por una delgada línea de héroes de azul que, por ahora, nos protege. En las islas, empiezan los cortes de carreteras. La Sra. Armengol y sus apoyos políticos, acólitos del gobierno español en funciones, hace tiempo flirtearon con los líderes separatistas. Ahora se posicionan más allá de la connivencia. Todo se viene preparando desde hace décadas, especialmente aleccionando a las nuevas generaciones. El 10 de noviembre está en juego la continuidad de España.
No conseguiréis ni la independencia ni romper España.
Si conseguiréis miles de multas y de años de cárcel.
Espero que no tenga que morir nadie, ya se que vosotros, miserables, queréis muertos par atraer la atención internacional.
… en 1989 ocurrió algo que fue sorpresivo, porque nadie se lo esperaba, pero sucedió, sin más… y no implicó ningún baño de sangre ni se acabó el mundo… la gente empezó a cruzar la frontera checoslovaca para huir al oeste, luego hicieron lo mismo en Alemania, saltaron el muro de Berlín, y poco a poco el telón de acero se fue diluyendo como un azucarillo… y no pasó nada, la vida sigue y tan panchos… los políticos se quedaron atontados, los militares sin saber qué hacer, y todos vimos que la barrera era más una imposición mental que otra cosa… veo que aún hay mucha gente con telarañas en los ojos, por lo visto…
Efectivamente, pero, pero …hay una “pequeña diferencia” entre tirar un muro(caso alemán) y levantarlo( caso indepe-catalán).
Quant paga aquesta entitat per sortir aquest escrit durant tants de dies?També sou uns venuts a sa dreta? ? ?
“…Desde que el Tribunal Constitucional le negó a los catalanes el Estatuto que habían votado su parlamento, el español y refrendado en referéndum, la única respuesta de este Estado centralista ha sido la negación primero y la violencia después. Y ha respondido según su naturaleza violenta, este Estado se ha quitado de encima las capas y afeites y muestra su naturaleza original.
Lo que estamos viendo ahora de modo teatralizado porque estamos en campaña electoral es parte de lo mismo. Hace dos años se envió fuerza armada a Catalunya para reprimir una votación, que fue un acto pacífico de libertad y también de desobediencia civil, todo ello fue acompañado de una fortísima campaña previa de comunicación que merece el calificativo de violenta. El sistema de medios de comunicación español demostró carecer de ética y ser parte de un sistema de poder opresivo controlado por el Estado y la banca. Difamó al grueso de la población catalana hasta límites grotescos y ocultó a sus usuarios la violencia que el Estado empleó contra ciudadanos y ciudadanas pacíficos de todas las edades. La población española solo pudo acceder a esas imágenes buscando en los canales internacionales, como en época de Franco…
…crean la imagen de una Catalunya violenta, al grueso de la población le llaman “los independentistas” luego de haber deslegitimado y estigmatizado una legítima reclamación democrática de independencia. Necesitan la violencia. Necesitan la violencia para legitimar un delito cuyo mismo nombre nos devuelve al régimen militar de Franco, “sedición”. Sedición es, según la RAE, “alzamiento colectivo y violento contra la autoridad (…)” y la querida María Moliner la hace sinónima de “sublevación”, “particularmente, sublevación militar”. Yo he visto a esa ciudadanía haciendo cola desde la madrugada, a pesar de las amenazas de violencia y el despliegue policial previo, armada únicamente de un sobre de papel. No concibo mayor infamia que calificar a esas personas valientes y ejemplares y a sus dirigentes sociales y políticos presos como violentos. Un Estado que hace eso y no le importa despertar el odio debe despertar vergüenza y asco…”