Acostumbrados como estamos a vivir entre inmediatez, prisas y aceleraciones, no está de más celebrar que todavía quedan clubes deportivos que habitan entre la paz y la calma. Así ha cocinado el Bàsquet Menorca la primera gran crisis deportiva de su historia, que hasta ahora había reconocido solo días de felicidad.
En las entrañas de Bintaufa, en los pequeños espacios habilitados a modo de despacho, nadie perdió la calma cuando el equipo se encontró con cinco derrotas consecutivas, magullado por las críticas y al borde de estropear un inicio prometedor.
La gestión reclamaba paciencia; con el entrenador, que fue capaz de llevar a este equipo hasta la LEB Plata; con los jugadores, muchos de ellos capitales para entender este proyecto; con los nuevos fichajes, siempre observados con lupa. Y eso, ha dado con una reacción del Hestia Menorca que ha devuelto la tranquilidad.
Dos victorias consecutivas, gradas a tope en el Pavelló y una ilusión que está de vuelta.
Muchos de los actuales ejecutivos de la entidad han tenido que ir aprendiendo sin un manual de instrucciones, actuando desde el instinto. Pero desde que llegaron, sí que han demostrado que no van a moverse guiados por las críticas, las redes sociales o las corrientes de opinión.
Tal vez el equipo no esté preparado todavía (o sí) para competir con Girona, Murcia o Prat. Igual ni siquiera para mirarle a la cara al ascenso. Pero el club no ha perdido de vista que sigue en proceso de maduración, que este es un camino largo lleno de obstáculos.
No hay que perder de vista que clubes como Alicante, Valladolid, Cantabria o el propio Girona llevan años y años en reconstrucción, levantando piedra a piedra un nuevo modelo que les lleve hasta la cumbre.
El Menorca no iba a ser menos, por más que la ilusión por el baloncesto en la Isla lo magnifique todo. Disfrutemos de la LEB Plata, de haber superado con normalidad la primera gran crisis. Larga vida al basket.