En su momento se hicieron muy populares aquellos juegos malabares con botellas de agua que había que lanzar a aire esperando a que cayeran quedando de pie. O también aquel en el que se incitaba a un amigo o familiar a que se lanzara un cubo de agua encima. ¿Por qué? Simplemente es un juego en el que asumes que tú también eres capaz de hacerlo, lo grabas en vídeo y señalas al siguiente al que comprometes a que también lo haga.
La disparidad de formas de aparecer frente a la cámara del teléfono y hacer algo sorprendente, divertido, extrovertido es un elemento más de entretenimiento. En estos días capta la atención de mucha gente joven y acaban, por extensión, implicando a los mayores que –no olvidemos que vivimos confinados– no se escapan a participar.
Los platos llenos de harina en los que embadurnar la cara, los retos asociados a una determinada actividad física, los retos musicales. Incluso los de recetas de cocina. Hay muchos diferentes estos días que nos llegan a través de Whatsapp, Instagram o Facebook.
Hay que recordar sin embargo que hay ciertos riesgos asociados a estas costumbre que, en apariencia, están exentas de peligros.
La Fundación Telefónica explicaba en un artículo sobre esta materia que las primeras referencias en torno a las redes sociales se remontan a la llamada ‘Teoría de los seis grados de separación’, que fue inicialmente propuesta en 1929 por el escritor húngaro Frigyes Karinthy, en un relato denominado Cadenas (2010). El concepto está basado en la idea de que el número de conocidos crece exponencialmente con el incremento de enlaces en la cadena, de manera que con pocos enlaces el número de conocidos puede alcanzar a la totalidad de la población humana.
Al hilo de este planteamiento, en 1967, el psicólogo social estadounidense Stanley Milgram inició un experimento llamado ‘El pequeño mundo’. Se trataba de elegir al azar a varios ciudadanos americanos para que remitiesen, de manera directa o mediante intermediarios, un envío postal a un destinatario extraño, domiciliado a miles de kilómetros, en el estado de Massachusetts (EEUU). De esta manera se formaría sucesivamente una cadena que alcanzaría el objetivo. El resultado fue que las cartas necesitaron una media de 5,5 eslabones o enlaces hasta llegar al destinatario final.
Con una gran cantidad de jóvenes con acceso a las redes sociales y ávidos de comunicarse, hay que tener en cuenta que no todas las cadenas son igual de seguras e inocentes. Algunas llevan el nivel del reto a la realización de prácticas peligrosas para la salud; pueden comprometer la privacidad de quienes participan; son un elemento rastreable por parte de intereses para un uso comercial para el que nadie nos ha informado. Divertirse es bueno, pero hay que ser prudente en qué información damos, si conviene o no seguir estas cadenas, a quien van a llegar y a quien podemos comprometer si les damos continuidad.
… hace unos días unos parientes a los que quiero mucho me hicieron llegar la tontuna esa de lo de la harina, no sabía que fuera un reto, me he enterado hoy… no entra dentro de la categoría de “peligrosa”, porque hay algunos en youtube que tela tela… pero siempre me han molestado mucho las memeces que se hacen con la comida, desperdiciándola, ya lo dicen nuestros abuelos, que vivieron la guerra, “con la comida no se juega”, es vergonzoso e impropio de sers humanos y racionales tirar alimentos y reirse de ello… ya me asqueaban los payados de la tele tirándose harina y huevos a la cara, imaginad ahora que se juega con un bien básico, que para más inri resulta que dicen que empieza a escasear en los comercios por el afán de la gente de hacer su propio pan… pues eso, queridos, no me mandéis tonterías, que no las acepto, ni participo ni las rebotaré…