Asistí virtualmente a la entrega de los Premios por las Enfermedades Poco Frecuentes que, en su duodécima edición, marcada como todo por el coronavirus, reconoció a 19 personas y organizaciones del ámbito sanitario, social y deportivo (entre ellas, Hestia Alliance gestora de las Residencias Geriátricas y Centros de Día de Sant Lluís y Es Mercadal).
En un año especialmente duro, más para quien padece una enfermedad poco frecuente o rara, según destacó el consejero madrileño Javier Fernández-Lasquetty, por cuanto “lo que les parece sólido- un hospital- se tambalea”, el acto estuvo cargado de certeras aportaciones, sentidas reflexiones y una honda carga emotiva, y no pudo sustraerse a una cuestión que se plantea frecuentemente: ¿nos hará mejores el Covid-19?
Durante su intervención, Julio Zarco, director gerente de la Clínica Universitaria Rey Juan Carlos y presidente de la Fundación Humans, no dudó en afirmar que sí. “Saldremos mejores de esto porque estoy viendo como los profesionales sanitarios se han hecho mejores durante la pandemia y eso me ha reconciliado con mi profesión”, subrayó.
Lo sostiene como médico, gerente y paciente de coronavirus, confirmando la intuición de que en este tiempo convulso hay quien ha sabido dar lo mejor de si mismo, y más. Esta intuición, que bailó y aplaudió en los balcones durante muchas semanas, parece desdibujarse a medida que las estadísticas sanitarias y económicas erosionan la esperanza.
Pero la esperanza existe cuando tantos y tantos profesionales, de diferentes ámbitos, tantas y tantas personas son compasivas, una compasión que el doctor Zarco ejemplificó con los sanitarios que se han quitado mascarillas y guantes para dar la mano a los pacientes que iban a fallecer, un momento en el que el ser humano no necesita conocimientos, sino una mano amiga.
Los efectos de la pandemia se han valorado en función del número de contagiados y fallecidos, de personas en ERTE, de porcentajes de camas de UCI ocupadas, de respiradores disponibles, de EPI’s, de caída del PIB…Si se ha incidido poco en el notable esfuerzo colaborativo de la profesión sanitaria ante la crisis, más allá de la carrera por la vacuna (de retribuir en términos de refuerzos, mejoras de carrera profesional o remuneración, casi nada), de la compasión, ni hablamos.
Pero, por anticuado que suene, (llámele empatía), la compasión es la clave. Para dirigir una UCI, para diseñar las medidas sanitarias y sociales en medio de una emergencia, para atender a los pacientes, para incentivar la colaboración público-privada que permita dar cobertura a todas las personas que lo necesiten, para hacernos mejores, ahora y siempre.
El val-or no tiene baremo ya que es “oro” todo él y con éste se renueva el mundo de afuera a dentro…un solo vali-“ente” endereza un colectivo.