Al inicio del canto tercero de la Divina Comedia, el Dante acompañado de Virgilio llega a la puerta del infierno en cuyo dintel se puede leer la inscripción “abandonad toda esperanza, vosotros que entráis”, a partir de la cual se inicia el viaje por los nueve círculos del averno, cada uno peor y más terrible que el anterior.
La especie humana está llegando, probablemente sin darse cuenta, a la puerta de su propio infierno y, si llega a atravesarla, es muy posible que deba abandonar toda esperanza de persistencia y se encamine sin remedio hacia la extinción.
El abuso brutal al que estamos sometiendo al entorno natural está provocando cambios drásticos que se manifiestan de múltiples formas: calentamiento global, destrucción parcial de la capa de ozono, envenenamiento de tierra, agua y aire, extinción acelerada de especies que ya muchos especialistas califican como la sexta extinción masiva de la historia del planeta, cambio climático que provoca sequías, inundaciones catastróficas, incremento de la frecuencia e intensidad de huracanes y tifones, deshielo acelerado del ártico, de la Antártida y de los glaciares, subida lenta e inexorable del nivel del mar, que llevará a la desaparición de islas y de países insulares enteros en el Pacífico y en el Índico, contaminación masiva de los océanos por plásticos y microplásticos, que provocan cada año la muerte de miles de mamíferos marinos, así como aves, tortugas, peces y también de invertebrados, algunos tan importantes como los corales.
Nosotros como especie también estamos pagando un precio muy alto por nuestra estupidez: hambrunas, escasez de agua potable en muchas zonas, empobrecimiento generalizado de grandes regiones y un incremento sin precedentes de conflictos armados y guerras locales y regionales que no hacen sino provocar desplazamientos masivos de población, ya sean refugiados climáticos, de las guerras, políticos o religiosos, o una mezcla de todo ello.
La expansión descontrolada de la especie humana y sus animales domésticos tiene otro efecto perverso, que es el de reducir tan drásticamente el hábitat natural de las especies, que inevitablemente entran en contacto con nosotros y nuestros animales y se produce un intercambio mutuo de gérmenes patógenos, lo que se acaba reflejando en la aparición de enfermedades infecciosas nuevas, emergentes o reemergentes, algunas de las cuales tienen una elevada mortalidad y otras una gran capacidad de diseminación y producir epidemias e incluso pandemias.
Como está pasando en la actualidad con la pandemia de covid 19 provocada por el virus SARS-Cov 2, un coronavirus de los murciélagos que ha llegado a la especie humana a través de un mamífero intermediario aun desconocido. Aunque en estas últimas semanas han surgido datos que apuntarían al denominado perro mapache o tanuki, una especie de cánido salvaje originario de extremo oriente, que se cría en cautividad por su piel y que a partir de individuos escapados granjas de la Europa oriental se ha ido expandiendo por nuestro continente y ya ha llegado hasta Francia.
Muchos virus y bacterias, algunos ya conocidos, otros previamente desconocidos, han saltado en los últimos decenios desde animales salvajes a la especie humana, ya sea directamente o, lo más habitual, a través de especies intermediarias, salvajes o domésticas. Podemos citar solo a título de ejemplo el virus del SIDA, el virus ébola, el virus Hendra, el bacilo de la tularemia y los coronavirus SARS-Cov, productor de la epidemia de SARS del 2002(Síndrome Agudo Respiratorio Severo) y el MERS-Cov que causó una epidemia similar pero más grave en 2012, aunque restringida geográficamente a la zona de Oriente Medio y península arábiga.
El traspaso de microorganismos patógenos de animales salvajes a la población humana va a ser un fenómeno cada vez más frecuente, a no ser que detengamos nuestra expansión desenfrenada y dejemos espacio suficiente a las especies con las que compartimos el planeta. No parece que vayamos en la buena dirección, la destrucción acelerada sin precedentes de la selva amazónica propiciada por el gobierno de Bolsonaro en Brasil es un ejemplo, y no el único, de que nuestra ansia de aniquilación del ámbito natural no parece saciarse.
Hay muchos microorganismos, probablemente miles, esperándonos y algunos quizás provoquen pandemias con alta mortalidad. Las epidemias han sido uno de los factores que han moldeado la historia de la humanidad y no hay duda de que seguirán haciéndolo.