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“La vacunación debería ser obligatoria”

Entrevista a José Manuel Valverde, presidente del Colegio Oficial de Médicos de Baleares

Valverde, durante la entrevista (Foto: Mallorcadiario.com)
Valverde, durante la entrevista (Foto: Mallorcadiario.com)

El doctor José Manuel Valverde (Madrid, 1956) asumió la presidencia del Colegio Oficial de Médicos de Baleares (COMIB) el pasado mes de octubre, en plena ola expansiva de la Covid 19. Licenciado en Medicina y Cirugía por la Universidad Autónoma de Madrid, cursó la especialidad de Medicina Familiar y Comunitaria, y también cuenta con sendos másters en Salud Sexual y Psicoterapia Integrativa, y en Técnicas de Modificación de la Conducta. Desde hace más de dos décadas, ejerce su especialidad como médico comunitario en Marratxí (Mallorca), y concretamente en el centro de salud ‘Martí Serra’.

Nos hallamos en pleno auge de contagios. ¿Qué mensaje le gustaría transmitir a los médicos de Baleares?

A los médicos, y a todos los profesionales sanitarios, si me lo permite. No cabe duda de que todos ellos han estado al pie del cañón desde el primer momento en que surgió la pandemia, haciendo gala de una vocación de servicio y un compromiso social realmente admirables. Si hay algún colectivo, en esta terrible crisis, que lo ha dado todo, este es, sin duda, el de los profesionales de la sanidad.

Aún no ha transcurrido un año desde la primera declaración del Estado de Alarma, pero existe la sensación de que ha pasado mucho más tiempo. ¿Comparte esta percepción?

Está siendo una crisis muy larga, dura y complicada. Recuerdo cómo, en un primer instante, las informaciones eran muy ambiguas. Se hablaba de que no habría muchos casos, de que no había que exagerar la preocupación… De pronto, prácticamente de un día para otro, a los médicos de los centros de salud, como es mi caso, se nos informa que vamos a entrar en un escenario diferente y que los contactos presenciales con los pacientes debían interrumpirse. Desde entonces, la progresión del virus no ha hecho posible recuperar la normalidad, y esto es un grave problema, porque, lógicamente, no es lo mismo atender a los usuarios por teléfono que recibiéndoles en la consulta. Nos perdemos una gran cantidad de información acerca del estado de salud del paciente solo el enfermo puede comunicarnos a través de su presencia: qué aspecto tiene, si está mejor o peor de ánimos, si atraviesa por un mal momento… Son datos que el médico necesita saber, y que la relación telefónica no puede suplir, al margen de que el trabajo en los equipamientos sanitarios se nos acumula en este nuevo contexto. Si antes, en la consulta, el facultativo comunitario atendía diariamente a una treintena de usuarios y a otros dos por teléfono, ahora, sumando ambos tipos de asistencia, nos situamos en promedios de unas 50 personas.

Si hay algún colectivo, en esta terrible crisis, que lo ha dado todo, este es, sin duda, el de los profesionales de la sanidad

¿Qué factores, a su juicio, han propiciado que los contagios se hayan vuelto a disparar?

Sin duda alguna, tras la primera ola, predominó la relajación. Se creó la impresión generalizada de que habíamos vencido al virus, pero aunque esto distaba mucho de ser así, la realidad es que las costumbres y hábitos sociales que se habían tenido que reprimir durante casi tres largos meses resurgieron con una fuerza inusitada: reuniones, cenas, comidas, fiestas…. Desde el Colegio de Médicos, defendimos entonces la necesidad de ser precavidos y expusimos la conveniencia de aprovechar la mejoría de la coyuntura para establecer medidas que pudieran resultar útiles, tanto desde una perspectiva de presente como de futuro. Por ejemplo, lanzamos al Govern la propuesta de incorporar las PCR en los aeropuertos para sacar el máximo partido del efecto protector que ofrece la insularidad en una situación de pandemia. No se nos hizo caso.

Y luego, a medida que fue acercándose la época navideña, irrumpió, con toda su crudeza, la segunda ola…

Yo más bien hablaría de tsunami, más que de ola. Previendo cuál iba a ser la evolución de los contagios, me atreví a sugerir, ya con bastante anterioridad, la idea de reforzar las restricciones e incluso valorar la posibilidad de un confinamiento. No hacía falta haber cursado ningún Máster, ni haber estudiado en ninguna de las universidades más prestigiosas del mundo para darse cuenta de que si seguíamos estirando de esa manera de la madeja, ésta acabaría por romperse. Me refiero, claro está, a que, a pesar del aumento de las infecciones, los hábitos sociales continuaban en plena fase de expansión y relajación, por no hablar de las aglomeraciones suscitadas con ocasión de citas comerciales multitudinarias de todos conocidas. Hay una cuestión muy clara respecto a la Covid, y es su elevada capacidad de contagio. Por tanto, si seguimos haciendo el tonto, esto no hay quien lo pare. Y es necesario ponerle freno, ya no solo por las muertes y el dolor que acarrea la enfermedad, sino porque, además, estamos poniendo en peligro la sostenibilidad del sistema hospitalario.

Más que de ola, yo hablaría de tsunami. Si seguimos haciendo el tonto, esto no hay quien lo pare

Cree que las medidas que está adoptando la Administración en cuanto a la provisión de mayores recursos sanitarios, ¿son suficientes?

Ciertamente, se han habilitado más camas UCI, se han reorganizado las plantillas para que un mayor número de personal refuerce la atención a los pacientes Covid, y se ha hecho uso de una cantidad ingente de alternativas. Sin embargo, hemos de tener muy presente que los recursos no son infinitos, y que los profesionales tampoco lo somos.

¿Opina que el sistema de salud, en el caso concreto de Baleares, se está aproximando a una situación crítica?

Ya estamos en una situación crítica. O, al menos, estamos muy cerca. Tenga en cuenta que las exigencias que plantea la Covid a nivel de asistencia sanitaria y hospitalaria obligan a concentrar una elevada cantidad de medios y de profesionales a la atención a estos pacientes. Y, entretanto, otros usuarios del sistema de salud, afectados por otras patologías, no pueden recibir la asistencia que también necesitan. Hoy en día, en Baleares, se está proporcionando cobertura a los enfermos oncológicos y a los accidentes traumatológicos que revisten una cierta gravedad. El resto de los esfuerzos del sistema se están concentrando en la pandemia. Por tanto, si no asumimos todos, de una vez por todas, nuestra cuota particular de corresponsabilidad social frente al reto que nos plantea la progresión del virus, será difícil ganar esta batalla. Me refiero, básicamente, a los comportamientos cotidianos, los que cada uno de nosotros tiene al alcance de su mano la posibilidad de convertir en realidad, como eludir las aglomeraciones, dejar para más adelante las reuniones sociales, utilizar la mascarilla convenientemente, mantener los espacios de seguridad, el lavado frecuente de manos…. Todas estas actitudes dependen de nuestra decisión individual. Ni el gobierno ni las administraciones pueden hacer nada al respecto. Somos nosotros, como ciudadanos, los que hemos de tomar cartas en el asunto.

A nivel sanitario, ya estamos en una situación crítica. O muy cerca de estarlo, al menos. Y los recursos no son ilimitados

¿Cree, en este sentido, que la sociedad, en general, está rehuyendo su compromiso en relación a la pandemia?

Podría decirse así, y no le oculto que eso me duele. Sí, es cierto, me siento dolido. Muchos médicos nos sentimos así. Y muchos otros profesionales sanitarios también. Los hombres y mujeres que trabajamos en la sanidad hemos puesto y seguimos poniendo nuestras vidas en riesgo para hacer frente a esta grave crisis, y lo hemos hecho situando la prioridad en el servicio a la comunidad, y sin pensar en nuestra propia conveniencia. Esto tiene un nombre: vocación. Y esa vocación por el servicio público, por el bienestar, por garantizar la salud a toda la población, no nos está saliendo gratis. Hace apenas unos días, se produjo la segunda muerte de un profesional de nuestro sector en Baleares, la ginecóloga Nedialka Veleva, a cuya familia mando un fuerte abrazo junto al reconocimiento del Colegio de Médicos y de todos los facultativos de Baleares. Otros compañeros se hallan actualmente en proceso activo de Covid, o han sufrido la enfermedad anteriormente, por su tenaz dedicación en la primera línea de asistencia médica y hospitalaria, y ello por no hablar de los profesionales que, a causa de la tensión y las circunstancias dramáticas que han vivido estos últimos meses, están siendo víctimas de trastornos de tipo mental y emocional. No me gustaría que todos estos sacrificios fueran en vano. Por eso, una vez más, reitero este mismo mensaje a los ciudadanos: por favor, asuman su responsabilidad, no se expongan a las infecciones, limiten sus actividades a las mínimas imprescindibles. De esta manera, la profesión sanitaria podrá tener la seguridad de que su esfuerzo ha servido para algo.

Muchos médicos nos sentimos dolidos porque hemos puesto nuestras vidas en riesgo y no queremos que este sacrificio sea en vano

Algunas comunidades autónomas ya defienden expresamente el confinamiento, aunque en Baleares el Govern todavía no ha realizado ninguna propuesta en este sentido. ¿Usted sería partidario de una medida tan drástica?

Sí, soy partidario del confinamiento, al menos de un periodo breve de confinamiento, de unos quince días de duración, que sirva para atajar la curva de contagios y contribuya a normalizar un poco la evolución epidemiológica. Lógicamente, me hago cargo de que el Govern no puede adoptar por sí mismo una decisión de estas características, ni tampoco puede hacerlo ninguna otra Administración autonómica. Es el Gobierno central el que debe autorizarlo.

El Govern no ha solicitado el confinamiento, por el momento, pero sí ha reforzado las medidas restrictivas. ¿Cree que van a resultar útiles?

Digamos que son variables que los responsables políticos ponen en marcha para calibrar sus resultados, que no sabemos todavía cuáles van a ser. Sin embargo, solo tendremos la certeza de si estas limitaciones redundan beneficiosamente en la prevención del coronavirus, si las aplicamos. Por otra parte, pienso que tienen su sentido. Por ejemplo, el cierre temporal de bares y restaurantes puede interpretarse como una medida que va en detrimento de un sector muy específico, dado que otras actividades económicas y comerciales no están afrontando unas condiciones tan duras. Ahora bien, también hay que pensar que si existe un tipo de establecimiento en el que los clientes se quitan la mascarilla de protección es, precisamente, en estos locales, ya que necesitan hacerlo para tomar sus consumiciones. Como le decía, son variables. Ahora habrá que ver hasta qué punto influyen positivamente en los datos epidemiológicos. En cualquier caso, las conductas que resultan habituales en una terraza o en una cafetería también se dan, y en muy alto grado, en los domicilios particulares, y, en este sentido, he de insistir en que es responsabilidad de todos acabar con este sufrimiento.

Soy partidario del confinamiento, al menos durante un periodo breve de tiempo, de unos quince días, para atajar la curva de contagios

La gran esperanza frente a la Covid se llama vacuna. ¿Se siente optimista sobre sus efectos?

Por supuesto, porque las vacunas que se han fabricado y que han obtenido el beneplácito de las agencias del medicamento reúnen todas las garantías de seguridad y efectividad que se les puede exigir. Sobre esto, nadie ha de tener ninguna duda, y, por tanto, las reticencias ante la administración de la vacuna no están, en absoluto, justificadas. Hay sectores de opinión que ponen en duda la viabilidad de estos productos por el hecho de que han salido a la luz de forma inusitadamente rápida. Y es cierto: contamos ya no con una, sino con varias vacunas en un tiempo récord. ¿Qué ha sucedido? Muy sencillo: que contrariamente a otras enfermedades que afectan a países pobres y sin recursos, la Covid está poniendo en jaque a las economías más potentes del mundo. Y estas economías se han aplicado el cuento y han decidido poner sobre la mesa todos los recursos que han hecho falta para disponer en el mínimo plazo de tiempo posible de vacunas eficaces y seguras. Quizás es injusto, porque las sociedades pobres tienen el mismo derecho a la salud que las más opulentas, pero la lógica del mundo, por desgracia, es la que es.

Las vacunas contra la Covid son seguras y efectivas. Se han obtenido con mucha rapidez, es verdad, pero esto es porque se han puesto muchos recursos sobre la mesa

Aún así, dada la celeridad con que ha debido elaborarse la vacuna, ¿existe la certeza de que se han cumplido todos los protocolos?

Como usted sabrá, cuando se elabora un producto vacunal, hay que superar muchas fases de estudio y de pruebas. Estos requisitos demoran inevitablemente la obtención de las dosis definitivas, pero son necesarios para certificar la seguridad y obtener la aprobación de las agencias. En este caso, ha ocurrido esto mismo: es decir, se han respetado cada una de las etapas del procedimiento y se han llevado a cabo, como no podría ser de otra manera, todas las constataciones y comprobaciones necesarias. La diferencia estriba en que todo se ha hecho con mucha mayor rapidez. ¿Por qué? Pues por lo que le decía antes: porque se ha propiciado una inversión económica descomunal en la que se han implicado los países más poderosos del planeta junto a los laboratorios, las compañías y los sectores productivos más potentes. Al margen de ello, le diré que esta vacuna va mucho más allá de la Covid. Su diseño es tan revolucionario y novedoso que ha introducido una nueva fórmula para la elaboración de las dosis: mientras las vacunas corrientes utilizan, generalmente, un virus muerto o atenuado para inocularlo en el paciente de tal manera que el sistema inmunitario aprende a actuar para protegerse de su ataque, en el caso que nos ocupa no se ha hecho uso de ningún virus, sino que es el propio cuerpo humano el que recrea la amenaza y aprende a combatirla. Es una vacuna prodigiosa, en este sentido, y, como le decía, absolutamente segura y recomendable, que no solo será de utilidad para combatir esta pandemia, sino que sus efectos sobre la prevención de otros contagios y enfermedades se harán claramente patentes en el futuro.

El diseño de esta vacuna es tan revolucionario que va a ir mucho más allá del coronavirus, y sus efectos se harán patentes también en otras enfermedades

¿Se está vacunando con demasiada lentitud, como parecen corroborar las cifras de seguimiento de la administración de las dosis?

Empezamos muy lentos, eso es verdad, tanto en Baleares como en otros territorios. Sin embargo, la dinámica de vacunación ha mejorado notoriamente en las últimas fechas. No sé si ha cogido la velocidad de crucero a la que se aspira, pero sin duda se está vacunando con más rapidez. En un momento inicial, el problema residió en que el Govern no quiso pillarse los dedos y, como ha reconocido la propia Administración autonómica, se guardaron algunas dosis de reserva para asegurar que cuando tuviera que administrarse la segunda dosis de la vacuna de Pfizer pudiera hacerse sin problemas de suministro. Afortunadamente, las expectativas son ahora más optimistas, y, por otro lado, tampoco debemos ser tan autocríticos. Alemania, Italia y Reino Unido no presentan porcentajes de vacunación superiores a los de España, mientras que en Francia son claramente peores.

En su opinión, ¿la vacunación debería ser obligatoria?

Le hablaré a nivel personal, y no como presidente del Colegio de Médicos. A nivel personal, creo que sí, que debería ser obligatoria, porque estamos ante una enfermedad muy contagiosa en la que la necesidad de protección no empieza y acaba en uno mismo, sino que se extiende a todas las personas que nos rodean o con las que nos relacionamos. Dicho esto, también es oportuno recordar que vivimos en un estado de derecho, y que, en consecuencia, las leyes tampoco no pueden inmiscuirse de forma indiscriminada en las decisiones que cada uno de nosotros toma en su vida, como, por ejemplo, la conveniencia de vacunarse o no. Claro que existen situaciones concretas en las que es lícito reflexionar acerca de cuáles son los límites de esta libertad personal de elección. Y le pondré un ejemplo muy concreto: si yo fuera alguien que tiene a su madre internada en una residencia, no me gustaría en absoluto saber que uno de los trabajadores de ese centro ha decidido no vacunarse. Me crearía una sensación de inseguridad que, por otra parte, considero que resultaría lógica, dadas las circunstancias. Cuando un profesional, por su actividad laboral, tiene en sus manos la responsabilidad de la salud de otras personas, es más que recomendable que se vacune.

Personalmente, no me gustaría que en la residencia donde estuviera internada mi madre hubiera un profesional que no aceptase ser vacunado

Además de la vacuna, existe también la otra cara de la moneda, que son los tratamientos. Desde determinados sectores se defiende que la administración de dióxido de cloro es efectiva para curar a un enfermo de la Covid. ¿Cuál es la posición del Colegio de Médicos?

Lo dijimos en su momento, y lo repetiremos todas las veces que sea necesario: si un profesional de la medicina afirma que el dióxido de cloro puede curar el coronavirus, lo hace a sabiendas de que no existe ninguna evidencia científica que corrobore esta teoría. Por tanto, está incurriendo en una grave irresponsabilidad que genera desinformación y confusión entre la población. La cuestión es muy clara: ninguna agencia y ningún estamento científico acreditado ha avalado no solo la efectividad de este producto, que en realidad es un desinfectante, sino tampoco su seguridad. Quienes exponen estas teorías sobre el dióxido de cloro argumentan que deberían realizarse pruebas que corroborasen los puntos de vista que ellos abanderan. Ahora bien, implícitamente, están reconociendo que estas pruebas no existen. Por tanto, si no hay pruebas, ¿cómo puede un profesional de la salud recomendar un tratamiento que no está autorizado como medicamento y cuyas consecuencias adversas para la salud se ignoran? Se lo diré muy claro: el dióxido de cloro es un placebo. Simplemente eso. Y los placebos hacen creer a algunas personas que han superado una enfermedad gracias a haber tomado ese producto.

El dióxido de cloro es un placebo. No existe ninguna evidencia científica que corrobore su efectividad ni su seguridad, y si un profesional sanitario recomienda este tipo de tratamiento está incurriendo en una grave irresponsabilidad

Hablemos un poco más del colectivo al que usted representa. Al margen de los aplausos desde los balcones, ¿han notado ustedes a faltar un mayor reconocimiento a su labor frente a la Covid?

Hay una cuestión muy clara, y es que desde el punto de vista económico y salarial la Administración no ha cumplido con los compromisos que había adquirido con nuestro colectivo. Los sueldos de los funcionarios han quedado congelados, y otras compensaciones de las que se habló en su momento tampoco han salido adelante. Desde este punto de vista, nuestra tarea no ha tenido el reconocimiento que merecía. Igualmente, durante la primera fase de la pandemia, se expuso a los profesionales de la sanidad a una situación de riesgo máximo de contagio a causa de la ausencia de suficiente material de protección. Todo esto ya fue denunciado en su día a través de los medios de comunicación: faltaban mascarillas, equipos individuales, gel hidroalcohólico…. El virus nos cogió desprevenidos en todos los sentidos, y fueron los propios profesionales quienes tuvieron que ingeniárselas, recurriendo incluso al reciclado de bolsas de basura. Por supuesto, tampoco se realizaban PCR e funcionábamos todos casi a ciegas, con una emergencia de dimensiones colosales que amenazaba con devorarnos. En la etapa actual, estos errores se han corregido en buena parte. Podemos afirmar que existen recursos de protección suficientes, y que los protocolos de atención y seguridad se hallan mucho más consolidados.

Durante la primera fase de la pandemia, se expuso a los profesionales de la sanidad a una situación de riesgo máximo de contagio

Ya para finalizar, ¿cómo está viviendo, desde una perspectiva más personal, esta demoledora emergencia sanitaria?

Hago cuanto puedo desde mi responsabilidad en el Colegio de Mëdicos y, por supuesto, como facultativo comunitario, atendiendo a mis pacientes y ofreciéndoles todo el apoyo profesional del que soy capaz. Y, por supuesto, trato de proteger a mi familia y a mi entorno para que se vean libres de cualquier amenaza de contagio. En casa, incluso nos fabricamos nuestras propias mascarillas. La que llevo, por cierto, es una mascarilla muy especial, porque su diseño está basado en una película norteamericana estrenada en 2017, ‘Coco’, que distribuyeron los estudios Walt Disney. El guión de este film se basa en la celebración mexicana del Día de los Muertos, que es un reflejo muy claro de la manera en que se vive el acontecimiento de la muerte en este país. Para los mexicanos, una persona solo muere definitivamente cuando quienes le conocieron y le trataron dejan de recordarle. En una situación como la actual es bueno tener presente este sabio mensaje, porque quienes han perdido la vida a consecuencia del coronavirus, y pienso especialmente en mis compañeros de profesión que ya no están entre nosotros, merecen ser recordados para que, de alguna manera, no mueran del todo.


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