Sin duda, la hamburguesa hoy más famosa del mundo es la que a partir del 10 de abril de 2010 empezó a inmortalizar cada día con su cámara la fotógrafa y pintora canadiense Sally Davies. Su «Happy Meal Project», con el que quería demostrar la previsible degradación progresiva de la llamada comida rápida fuera de la nevera, ha sido muy popular a través de Internet a lo largo de la última década. El gran éxito de dicha iniciativa cabe atribuirlo, muy posiblemente, a que los resultados de ese experimento no han sido los esperados inicialmente por la propia promotora del proyecto.
Así, quienes hemos ido observando desde 2010 hasta muy recientemente las sucesivas imágenes de ese «Happy Meal» tomadas por Sally, hemos podido comprobar que aquella hamburguesa que ella compró en aquella histórica fecha se ha ido manteniendo año tras año casi en el mismo estado que entonces, quizás sólo algo encogida, tras haber permanecido finalmente miles de días fuera de la nevera, en un pequeño platito colocado sobre la mesa del salón de su casa, en Nueva York. El pan que acompañaba a la hamburguesa también ha resistido muy bien el paso del tiempo, al igual que las patatas que estaban justo al lado, por las que tampoco parecía que hubiera pasado un solo día, de tan radiantes y hermosas como han estado siempre. De hecho, la propia artista publicó en su blog hace poco más de un año que el 10 de abril de 2020 su querido «Happy Meal» cumpliría ya diez años de edad.
No sabemos qué deben de opinar de esta iniciativa los responsables de McDonald’s o de otras cadenas ni los creadores del famoso menú infantil, pero creo que podríamos estar de acuerdo en que se trata de una propuesta que puede acabar suscitándonos algunos interrogantes de interés. Podemos preguntarnos, por ejemplo, qué pasaría si pusiéramos ahora esa hamburguesa, esa magraneta y esas patatas a calentar cinco minutos en el horno microondas, ¿se volverían blanditas, suaves y tiernas, y estarían tan jugosas como siempre?, ¿tendrían quizás un sabor un poco raro, nuevo o distinto?, ¿nos provocarían tal vez algún pequeño problema de salud de tipo gástrico o intestinal? Más allá de las posibles respuestas a esas preguntas, debo de reconocer que yo, por mi parte, seguiré yendo a McDonald’s con la misma frecuencia que hasta ahora.
En este mundo actual, en el que casi todo es volátil, efímero y frágil, incluidos los amores eternos, los nuevos partidos políticos españoles o los colaboradores periodísticos en principio estables, reconforta saber que hay cosas que al menos duran algo más de unos pocos meses o de unos pocos años. «Nada es para siempre», decía una hermosa y melancólica canción de Cómplices, y eso es lo que muy posiblemente creíamos también casi todos hasta ahora, justo antes de conocer la existencia de la popularísima hamburguesa de Sally Davies; una hamburguesa que, como las grandes pasiones románticas decimonónicas, quizás acabe siendo única e imperecedera y no tenga tampoco nunca un posible final.
… es una anécdota simpática… en contraposición a otras cosas incorruptas del imaginario confesional, que esas sí dan miedito y un poco de asco