Estudios del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación nos descubren que en 2020 aumentó de manera pronunciada el consumo de helado (un 5,8% más respecto al año anterior). El mes de julio es el mes en el que se consume más helado (un 20,80% del total) mientras que en agosto cae al (17,7%). El gasto por persona y año ronda los 11,67 euros dependiendo de la tipología de helado.
Los entendidos en la materia apuntan que la temperatura ideal de un helado debe estar entre los -10 ºC y los -12ºC. El dulzor de su sabor aumenta con la temperatura o sea que si se funde un poco con la temperatura ambiental, es más dulce. Además tiene un efecto antiinflamatorio, precisamente por su temperatura fría.
Los datos también desvelan que tanto las islas Baleares como las Canarias son las puntas de lanza del mercado del helado.
El sabor más popular del helado es el de la vainilla. Este ingrediente procede en gran medida de una isla, Madagascar. Por popularidad le sigue el chocolate.
En la composición del helado es fácil encontrar triptófano, un aminoácido esencial en la nutrición humana. Abunda en alimentos ricos en proteínas y libera el neurotransmisor serotonina que está involucrado con el sueño y el placer. Algunos expertos resumen esta idea diciendo que comer helado nos hace sentir más felices.
Entre los sabores más populares se han colado también el de stracciatella que tiene en su composición nata y trozos de chocolate. Esta combinación de origen italiano es muy antigua, pero no tanto como el origen del helado que parece proceder de China. Según las crónicas de Marco Polo en el siglo XIII, en China se añadían zumos de fruta y leche al hielo para consumir algo más parecido a un granizado que a un helado. Y eso lo venían haciendo desde hacía más de dos millares de años antes de Cristo. Sí hay constancia de que la Dinastía Shang (618-697 antes de Cristo) tenía una receta de una bebida fría a base de hielo con sabores, similar al helado.