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“Xavi, el nuevo Mesías”

Un artículo de Jaume Santacana

Xavi, tras ser presentado.
Xavi, tras ser presentado.

Ocho de la mañana. Suena el despertador y, simultáneamente, se pone en marcha el aparato de radio; los pitidos clásicos que marcan las señales horarias correspondientes alertan de un cambio de día y, a lo mejor, de vida; quien sabe.

La voz del locutor de turno empieza a retronar en mi mente todavía adormilada. Suelta el rollo de su editorial matutina y repite, insistentemente, un nombre: Xavi. Su discurso, el del periodista radiofónico –repleto hasta la saciedad de elogios y panegíricos varios- se basa en la buenaventura de la vuelta a casa de una especie de “hijo pródigo” que regresa para arreglar más de un estropicio terrenal. Parece ser que, por segunda vez en la Historia, un Mesías baja a la Tierra para redimir algunas cosas que no eran de su agrado. Al finalizar su editorial, el locutor da paso a su equipo que narra el sumario de las noticias más importantes de la jornada. En esta ocasión, se centran en un solo tema: el regreso del tal Xavi (Hernández de apellido) a su lugar de procedencia que no es otro que el Fútbol Club Barcelona, una entidad que soporta la injusticia eterna de no haber sido declarado, aún, Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.

El nuevo Mesías –a quien denominaremos como Mesías 2- ha sido mandado por su padre (Dios) y supuestamente es hermano de Jesucristo a quien, protocolariamente, le correspondería el apodo de Mesías 1. Resulta, en fin, que Xavi desciende al mundanal territorio con la finalidad de arreglar el pitote que el citado club mantiene desde hace ya un período de tiempo excesivo con respecto a sus militantes… de base y de tribuna. El “Barça” –que así es denominado por sus aficionados y seguidores- se debate entre sus cenizas sin ganar un solo partido, perder todos los títulos habidos y por haber y hacer un ridículo espantoso en todas sus actividades futbolísticas. De ahí que los altos mandatarios del club, sumados a las voces del pueblo llano y con el apoyo de un sector político de alto consenso, le escribiera a Dios que, por favor (o sin favor), destacara a otro miembro de su egregia familia para deshacer entuertos y conseguir llevar a la gloria (de donde nunca debió salirse) a un equipo que “es más que un club” y menos que un universo universal, pero casi.

Y va Dios y dice con su vozarrón divino: “venga, pues, que baje Xavi –que es mi hijo más tímido y menos conflictivo que su hermano Jesús- y ponga un parche a esos del Barça que son unos pesados y que no paran de dar el coñazo (bueno, Dios dijo la lata) y les dé un empujón a ver si remontan de una (p…) vez y lo ganan todo”.

Y Xavi bajó.

Y sus primeras declaraciones ante el pueblo mundial fueron un ejemplo de bondad, inteligencia, clarividencia, honradez, buen gusto y, sobre todo originalidad. Les dejo
aquí, para no cansarles, un breve resumen de sus planes para el futuro del Club por excelencia:

“Vengo a potenciar al Barça; no a salvarlo” (eso, vigor y potencia y olé).

“ Nuestra obligación es ganar, no empatar ni perder” (lo que contradice en parte aquella cita olímpica que reza que lo importantes es participar).

“Hay que salir al campo a darlo todo” (frase de una brillantez inusitada).

“Tenemos que luchar mucho” (como la trucha al trucho).

“Nuestra actitud tiene que ser esencialmente positiva (¿otra actitud es posible?).

“Hay que solucionar lo de los lesionados” (o rematarlos, es otra manera más viril de arreglarlo).

Total: con las citadas lindezas –y otras muchas más que obvio- estoy convencido que el segundo hijo de Dios le dará un vuelco al fútbol mundial que no lo va a reconocer ni la madre que lo parió (ni la madre de Xavi ni la Madre de Dios).

Sic tránsit gloria mundi.


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