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“La Navidad y los no vacunados”

Un artículo de José A. García Bustos

La forma más eficaz de prevenir la infección por VPH es la vacunación
La forma más eficaz de prevenir la infección por VPH es la vacunación

El presidente Pedro Sánchez lanzó el 10 de mayo del presente un vaticinio que ha quedado en agua de borrajas. Uno más. Afirmó que estábamos a tan solo 100 días de lograr la inmunidad de grupo. Llegó la fecha en la que debía surtir efecto su augurio (el 18 de agosto) y aun hoy no tenemos inmunidad y casi nos quedamos sin grupo. La división social provocada por cómo afrontar la vacunación, alentada por falsos apóstoles de la sanidad, es flagrante. Un 90% de la población diana española está vacunada. Un 79% si tenemos en cuenta la población total. El resto es el que se está estigmatizando a diario.

Las tensiones entre algunos gurús vacunados hacia los no vacunados van creciendo a medida que se acerca el invierno y los contagios van aumentando. La tirantez se palpa en todos los ámbitos. Tanto en declaraciones de personajes conocidos como en nuestro entorno más cercano. La preparación de las fiestas de Navidad es otro motivo para poner encima de la mesa las diferencias. En muchos casos, ese familiar no vacunado no va a ser invitado a los reencuentros familiares de toda la vida o simplemente no podrá disfrutar de la compañía del resto al no permitírsele entrar en el restaurante por no disponer de pasaporte Covid. Quisiera equivocarme pero estas Navidades van a ser más de desunión que de lo contrario.

He oído por ahí alguna invitación por parte de “expertos” que recomiendan no invitar a las reuniones navideñas a los familiares no vacunados. Esto es lo peor que he escuchado en mucho tiempo. La tradición navideña se estructura en la congregación de la familia dispersa que espera este momento para el reencuentro y la jovialidad ¿Se quieren cargar este pilar estructurador de uno de los estamentos más sólidos, como es la familia? Cuidado con caer en el maniqueísmo de buenos y malos en función de su posicionamiento individual, ejercido en libertad, ante esta mal llamada vacuna.

Según un reciente estudio publicado por la prestigiosa revista The Lancet (Community transmission and viral load kinetics of the SARS-Cov2-delta (B.1.617.2) variant in vaccinated and unvaccinated individuals in the UK: a prospective longitudinal, cohort study), los vacunados también transmiten el virus. Y lo hacen en un elevado porcentaje. Los vacunados contagian un 40-50% menos con la variante Alpha del virus pero, sin embargo, si hablamos de la variante delta (predominante en el mundo hoy en día, según la Organización Mundial de la Salud) los vacunados transmiten la enfermedad en casi idéntica proporción que los no vacunados. Según este estudio, solo tienen un 2% menos de casos transmisión los vacunados frente a los no vacunados. Un porcentaje irrelevante, científicamente hablando.

Si, ni con 3 dosis, las vacunas no se han mostrado eficientes para parar la enfermedad; si no es posible llegar a la inmunidad de grupo con un 90% de la población diana vacunada; si los vacunados transmiten la enfermedad en un porcentaje elevado siendo similar a los no vacunados; si, por mucho que digan, no existe consenso entre la comunidad científico médica sobre los efectos secundarios de las “vacunas”; si, como reconoce la Asociación Española de Vacunología, ninguna vacuna de ARN mensajero se había ensayado antes a gran escala; si, como afirma Stefan Oelrich, miembro del Consejo de Administración de Bayer, de no haber sido por la pandemia, esta “terapia génica” (como así llama él mismo al ARN mensajero) empleada en las vacunas hubiera encontrado el rechazo del 95% de la población, … ¿es correcto culpabilizar a los no vacunados de la situación actual?, ¿es correcto aislarlos estas Navidades?, ¿se arregla el problema decretándoles solo a ellos un estado de excepción o haciéndole la vida imposible? Lo primero es lo que propone Montse Suárez, abogada en el programa de Risto Mejide y lo segundo el ex Ministro Miguel Sebastián.

No existe una ley que obligue a estar vacunado. Según la fiscal de Lleida, Valerie Oyarzun Fontanet, nadie puede presionar con la vacuna ni preguntar si se está vacunado. Afirma la fiscal que “el pasaporte Covid carece de fundamentación científica, médica y legal”. Su exigencia es ilegal porque vulnera los derechos fundamentales y limita la libre circulación de las personas.

Dicho lo anterior, pienso que en lugar de castigar a personas hay que castigar comportamientos incívicos. Como se ha hecho siempre. Porque si un vacunado y un no vacunado transmiten la enfermedad ¿qué ganamos aislando o poniendo una pegatina identificativa, a modo de estrella de David, para identificar al grupo minoritario de no vacunados?

Como digo, cada vez, más personajes relevantes de los medios de comunicación están cayendo en la tentación de perseguir e insultar a los no vacunados y culpabilizarlos de esta nueva ola, generando rechazo. Los últimos en fomentar el odio (el fomento del odio es un ilícito penal) hacia ese colectivo son Ángel Expósito, director de La Linterna en COPE o Risto Mejide que llega a afirmar que “deberían poner unas pegatinas a los no vacunados”. El talk show que dirige el presentador parapetado tras gafas de sol se ha dedicado esta semana a la caza de brujas presentando un listado con nombre, apellidos y lugar de trabajo de 28 médicos que aconsejan no vacunar ¿No decían que había unanimidad?).

La Organización Mundial de la Salud (OMS), máximo estamento en cuestiones de salud, sin embargo, culpabiliza de la nueva ola a los vacunados por relajarse ¿En qué quedamos? ¿De quién es la culpa, del vacunado o del no vacunado?

Es cierto que hay que controlar la expansión del virus pero estamos errando el tiro. Creo que, dadas las circunstancias, hay que atajar el problema allí donde radica: en controlar la transmisión. No se trata de atacar o estigmatizar un grupo. Se debe perseguir el comportamiento incívico que fomenta la transmisión del virus, tanto de unos como de otros. De nada sirve que un vacunado no tome medidas para propagar el virus porque, lo cierto es que esta “vacuna” no inmuniza ni evita el contagio. Ni con dos ni con tres pinchazos.

Al recordar a los vacunados lo que deben hacer para no relajar sus hábitos, la OMS está refrendando mi teoría de no ir contra las personas sino contra los actos. Recuerda este organismo que, incluso los vacunados, deben seguir llevando mascarilla, mantener la distancia física y evitar las muchedumbres. Y las reuniones con otras personas, recomienda hacerlas en un lugar bien ventilado.

Entonces, ¿por qué no intentar la convivencia entre vacunados y no vacunados si se respetan los comportamientos que recomienda la OMS? El error es pensar que los no vacunados son irresponsables, negacionistas, terraplanistas o bebelejías como, a veces se ha dicho, para desprestigiar. O que, como dice el ex Ministro Miguel Sebastián, han decidido no vacunarse para llamar la atención ¿La atención de quién y para qué?

En la mayoría de casos no tiene nada que ver con eso y han ejercido una opción libre de no vacunarse por tener dudas. Elección que encaja en lo que recoge el artículo 3 del documento de máxima garantías individuales que existe como es la Declaración Universal de Derechos Humanos: “Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona”. Cuidado con quien no permita su cumplimiento.

Eso no quita que los no vacunados no sean respetuosos con las nuevas normas de convivencia y empleen la mascarilla cuando toca.

Dejemos de estigmatizar a los que piensan diferente. Esas personas son las mismas de antes. Son los amigos de siempre, los familiares con los que antes se reunía o los compañeros de trabajo con los que tantas horas ha compartido. No ponga distancia entre ellos. Son personas, no reservorios de virus andantes. No deje de invitarles a la comida de Navidad si todos toman las medidas oportunas. Repito, todos. Vacunados y no vacunados. No hay distinción entre cómo deben comportarse unos y otros. No lo digo yo, lo dice la OMS. Ataquemos los actos irresponsables, no a las personas.


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