El Sol es fuente de energía de la que dependen todas las plantas. La relación entre posición del sol, el trazo de los surcos y la distancia entre plantaciones determina el grado de desarrollo de los cultivos, ya que una mala distribución produce sombras que podrían obstruir una adecuada luminosidad.
El sol es una fuente primaria de energía radiante, caracterizada por propagar sus ondas a través del espacio. Las plantas sintetizan todas las sustancias esenciales para su metabolismo a partir de sustancias inorgánicas y actúan como excelentes captadores de la radiación solar. Mediante la fotosíntesis son capaces de transformar la
energía radiante en energía química.
Pero ¿qué ocurre cuando hay una sobreexposición a temperaturas extremas? La falta de humedad en las plantas acelera su desecación. La madurez de los frutos no puede completarse porque hojas y frutos se queman.
Sufren en particular los frutales y las hortalizas.
Los datos confirman que los golpes de calor provocan millones de euros en pérdidas a la fruticultura mundial.
Además de importantes problemas fisiológicos, el calor y la radiación excesiva reducen la calidad comercial de la fruta y el rendimiento de las explotaciones.
Este proceso de climatología cambiante, sumando a factores como la juventud de la planta, o un exceso de poda que elimina zona de sombra, incrementan la vulnerabilidad de los frutales al estrés por el calor.
Si se alcanzan índices de radiación de entre 8 y 10 (en Menorca llevamos buena parte del verano que está en 9), los daños incluyen rotura celular superficial, deshidratación y decoloración.
Las temperaturas superiores a 29°C también afectan al color del fruto, que le resta valor comercial. El efecto solar extremo detiene la síntesis del caroteno, el pigmento rojo de ciertas frutas.
La uva, con el calor, acumula azúcares y, por consiguiente, provoca que el vino cada vez sea más alcohólico y, al mismo tiempo, no está permitiendo que la uva madure como debiera, en el sentido de riqueza aromática y polifenólica, que es lo que al final da la calidad al vino. En el caso del cultivo de aceituna, el olivo se vuelve más vulnerable al estrés hídrico y puede sufrir una ralentización de su metabolismo e, incluso, afectar al crecimiento de la aceituna y su contenido en aceite.
En general, el calor afecta a los cultivos de diversas maneras: reduce la fotosíntesis (absorción de dióxido de carbono y expulsión de oxígeno) y el crecimiento de la propia planta, cuando no llega a matarla.