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La interesante historia del Arsenal británico del puerto de Maó

En el siglo XVII y de manos de los ingleses, supuso un auge de familias profesionales vinculadas a la náutica como nunca se había visto antes en el puerto

Antiguo Arsenal del puerto de Maó
Antiguo Arsenal del puerto de Maó
Foto: Puerto de Mahón

Cuando se habla de puerto de Mahón, siglo XVII y las dominaciones británicas de la isla se asocia enseguida a uno de los momentos de la historia reciente de la isla más conocidos. Poco se conoce sin embargo de la relevancia que tuvo la creación del Arsenal (hoy Base Naval de Mahón) que generó una gran actividad náutica de la que participaron una gran cantidad de menorquines.
El comercio era la razón de la riqueza de las naciones en aquel tiempo. Si había navegación mercante, se generaba dinero. La competencia (y el corsarismo) eran un gran inconveniente para tener una posición privilegiada en el mediterráneo.

Los estudios de Pablo de la Fuente explican como en caso de conflicto, las fuerzas de la Royal Navy debían escoltar a las naves de dicha compañía a través del Mediterráneo y, lógicamente, eran necesarias bases navales a fin de dar apoyo tanto a las unidades de la armada como a las naves escoltadas.

El mando de la Royal Navy fue ostentado tanto por el rey directamente, o bien por un Lord Almirante. Durante las dos dominaciones británicas de Menorca, el almirantazgo fue ejercido directamente por el soberano, quien comisionó a toda una serie de lords —normalmente siete— para dirigir la política naval.

El Almirantazgo era órgano de naturaleza política. Era un organismo que coordinaba la acción de cuatro juntas, que también se denominaban boards, que entendían en diferentes aspectos logísticos: construcción naval, sanidad, avituallamiento y armamento.

La primera y más importante de estas juntas era la Navy Board. Sus competencias eran gestionar los astilleros, construir y carenar buques, así como el suministro de pertrechos navales. El Navy Board era un organismo funcionarial.

Además del cáñamo importado del Báltico, hay evidencias de la explotación de esta materia prima en Menorca, así como sus derivados, a fin de suministrar al arsenal mahonés. Lo mismo se puede decir del hierro. Si bien los astilleros metropolitanos dependían del mineral sueco, ruso o americano, la herrería mahonesa disponía de excelentes vetas en la isla a su disposición.
Mahón era la base principal de la flota mediterránea. Prueba de ello es que el único oficial naval británico en ultramar en 1713 era el guardalmacén de Mahón. En época de paz, la fuerza naval en el Mediterráneo podía ser de unos cinco navíos.

El suministro de armamento y municiones, era labor de un organismo ajeno a la Royal Navy, la Ordenance Board. Cañones, fusiles, balas, pólvora, etc. Lo que iba a

ser un obrador de arboladura se acabó convirtiendo en el núcleo del arsenal naval mahonés.
En un primer momento, la prioridad británica era la asistencia a la marinería, era el principal problema logístico, mucho más importante que la reparación de buques.

La factoría de elementos de carpintería naval en Mahón nace como obrador de palos a partir de pino blanco autóctono. En un primer momento, se aprovecharon las antiguas instalaciones del puerto de Mahón a fin de poder carenar buques, construcciones que fueron paulatinamente mejoradas.

La ausencia de un dique seco limitaba las capacidades del carenero. Pero la necesidad de fabricación y reparación de arboladura a fin de reemplazar los mástiles supuso que se generaran a lo largo del paso de los años cada vez más trabajadores. Este número se fue completando con personal menorquín y, a la postre, sería mucho mayor el número de especialistas menorquines que británicos en estas tareas. El hecho que el tronco del pino blanco autóctono no acostumbre a ser muy recto, si se compara con un abeto del Báltico, tendió a estandarizar los listones para cualquier tipo de arboladura.

Aunque el obrador comenzó su actividad en 1718, la construcción de la primera ‘Mast House’ no se inició hasta 1724.

Tanto la explotación del pino como la necesidad de combustible para el trabajo del hierro justifica el asentamiento en la zona de tramontana del núcleo de Mahón. Esta ubicación permitía una explotación forestal más directa. Se cortaba el matorral para quemarlo en los fogones de los buques. Del mismo modo, también podía servir para alimentar la fragua del obrador.
A principios de los años cuarenta de aquel siglo el crecimiento de las armadas borbónicas comenzaba a ser una amenaza. El incremento de las capacidades logísticas fue un factor íntimamente ligado a la evolución infraestructural de las bases ultramarinas. En el ámbito mediterráneo, la base a potenciar fue Mahón y eso pasaba por la expansión del muelle de la ciudad. Con la incorporación de esta altura adicional, el piso inferior continuaba como almacén de palos, mientras que la nueva planta sería utilizada para hacer acopio de pertrechos más ligeros. Luego llegaría la construcción de un dique seco, de un aserradero, un obrador de velas, un espacio para crear mástiles, para la parte de confección de cuerdas (cabos) y más. Los recursos humanos se tornan imprescindibles y es imposible entender el mayor arsenal británico ultramarino del siglo XVIII sin la implicación social menorquina.

Aunque al principio no es así, finalmente los británicos abrirán la mano de forma significativa a la presencia de menorquines entre la maestranza. Hasta tal punto llegó la cosa que, en 1747 el capataz era Sebastià Tudurí, aparecen hasta cinco individuos con el apellido Taltevol —cuatro carpinteros de ribera y un calafate— y, además, salen otros apellidos tan isleños como Cardona, Feminies, Lambies, Olives o Seguí, entre otros.

El crecimiento cuantitativo, que llegó a multiplicar por seis los efectivos durante la guerra contra España, es algo indisociable a la importante entrada de mano de obra local.


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