Bueno, ya está! Como quién no quiere la cosa, ya hemos cambiado el número de año. Acabamos de dejar el 2022 (que, para algunos habrá sido nefasto y para otros un regalo de fortuna) e iniciamos un flamante 2023. De hecho, no hay para tanto: el “gran cambio” es, solamente, la pérdida de una simple cifra y su subsitución por su siguiente; un vulgar 2 por un igual de pamplinas 3. Todo lo demás es pura continuidad en lo bueno en lo malo y en la apasionante rutina y mediocridad general.
Sin embargo, hay cosas, costumbres, que no alteran sus circunstancias y siguen su ritmo episódico, tal como la realización de las palabras cruzadas, denominadas habitualmente como “crucigramas”. Este juego ocioso y, a la vez, intelectual, fue publicado por vez primera en el periódico New York World en el año 1913 y su inventor fue un periodista de Liverpool, Arthur Wynne, que lo llamó world-cross puzle.
Personalmente, soy un apasionado de los pasatiempos, en especial los crucigramas. Desde muy jovencito, mi progenitor me educó en el arte de la reflexión a base de la búsqueda de palabras, la relación entre ellas y el ingenio que se consigue a través del tesón y del esfuerzo mental.
Rellenar esas casillas blancas, vacías – en el momento mágico del inicio- resulta un ejercicio altamente estimulante. Uno se sitúa en frente del tablero enigmático con una cierta dosis de curiosidad. Se necesita, de arranque, un ligero estado de tranquilidad y sosiego cerebral; imposible enlazar crucigrama con un estado de ánimo que conlleve excitación y, mucho menos, prisa. El pasatiempo requiere paciencia y tiempo: no deja de ser una gestión netamente positiva del ocio personal, aquel que solo puede vivir una persona en soledad y recogimiento. Mientras uno intenta lucirse en un ejercicio que requiere un alto estado de concentración, no puede tener cerca ningún tipo de artefacto tipo teléfono móvil; y, a poder ser, debe jugar solo, sin ninguna otra persona a su alrededor o merodeando por ahí. Ni tan solo, perros u otras mascotas semejantes.
Surgiendo a lo largo del recorrido que van ofreciendo las diversas interrogaciones que se deben ir salvando, la persona que juega siente el reto y se concentra para ejercer individualmente su osadía intelectual. Relajadamente, las ideas hierven en el interior del cráneo, mientras la inteligencia muestra su esencia: avanzar de lo concreto a lo universal; la aplicación inversa de esta premisa conduce, velozmente, a la más estricta imbecilidad humana.
La combinación de palabras horizontales con otras de verticales ayuda a sugerir conceptos que, equilibrados, aproximan a la solución deseada, la solución final. Según el crucigramista o el medio de comunicación que lo publica, las definiciones adquieren su propia personalidad. Así, hay que contar con la ironía de algunos, el humor de otros, su complicación mental o la ingenuidad.
Yo, personalmente, me atrevo a indicar un par de condiciones, de consejos -si se me permite- para aquellos que quieran iniciarse en la práctica de tan magnífico ejercicio: alternar, con disciplina las horizontales y las verticales; es decir, no pasar de unas a otras desordenadamente, sino siguiendo su orden interno. Y, en segundo lugar, acompañar la resolución del enigma degustando un delicioso te con un poquito de leche fría; el café no sirve.
¡Anímense! Me lo agradecerán. No les quepa la menor duda.
Una última observación: si un crucigrama se les “atasca”, no vayan a buscar las soluciones. Déjenlo unas horas en reposo, unos días, incluso unos meses…y luego reprendan su labor. ¡Obtendrán un éxito rotundo! no. Eso ya depende de ustedes mismos y de su capacidad mental. ¡Ah! Y de su experiencia y conocimientos.
… prefiero los autodefinidos, pero sí, los crucigramas también están bien…