Después de más de setenta y tres años de vida vital (PARÉNTESIS: no, señores, no voy a pedirles perdón por una redundancia que no es tal: se trata de aplicar un adjetivo, el calificativo exacto, que distingue una vida normal, rutinaria, pobre de espíritu, sin alicientes, corriente y moliente, apática, aburrida e inerte… de una vida, la mía personal, bulliciosa, abrumadora, vigorosa, dinámica, exuberante, activa, brillante y a ritmo de cha-cha-cha y de no-va-más; y para definir esa diferencia nada mejor que el adjetivo “vital”. Lo siento pero no me retracto)… Así, pues, como andaba diciendo, tras el devenir de mi existencia he llegado a una severa aseveración, a modo de conclusión intelectual: el viento es inútil; es decir, no sirve para nada.
El viento no es más que una estúpida estupidez (NUEVO PARÉNTEIS: ahí, sí; en este caso les pido mis más sinceras excusas por haber caído en la trampa de una incorrección inexcusable y como tal no les debería pedir excusas ya que el vocablo inexcusable, por sí mismo, me lo impide; pero bueno: un día es un día; así pues, como andaba diciendo, el viento es una estúpida estupidez. No sirve mas que para tocar los huevos (ya saben, es un decir) a la humanidad y a los humanos que la componen, que son muchos y variados. Este fenómeno de la naturaleza a que me estoy refiriendo, el viento, es una lacra de la propia naturaleza; algo que no debería existir y que a Dios, nuestro Señor –Creador insigne del universo- le pasó, seguramente, por alto. Dios tuvo un follón de dios para idear de la nada todo el pollo que representa fundar la Vida; casi na’. Un trabajo, sin duda, apreciable, enorme y que le exime de un craso y único error, una sola dejadez.
Esta gigantesca corriente de aire en forma de violentas ráfagas no conduce, nunca, a nada bueno ni positivo: molesta a los ingenuos transeúntes; desasosiega faroles, vallas y semáforos (garantes, estos últimos, de la civilización ordenada y pacífica); marea a marineros y pasajeros de Baleària con destino a Palma o a Kuala Lumpur; arranca de cuajo tanto árboles milenarios así como a arbolitos jóvenes inocentes y lozanos almendros en flor; desprestigia a los aristócratas dejando que se vislumbren nobles calvicies al serles injustamente volados sus señoriales sombreros o sus pelucas; corrompe el sagrado silencio con sus horripilantes aullidos y sus embarazosos silbidos salvajes; deshoja los periódicos que la gente de bien lucen en las terrazas de los cafés mundiales, por ejemplo; y aturde a lubinas y cetáceos que, a golpe de olas internas, les ablandece sus carnes.
Alguien —ligeramente insano— me cuestionará: “¿oiga, y la energía eólica?” y yo, con mucho gusto, le responderé que dicha energía es una simple camama. Por cuatro vatios que se consigue no sería necesario poblar de asquerosos molinos (más feos que el monumento a San Sebastián erigido en el pueblo de Alós de Balaguer en la comarca de la Noguera, en la Catalunya occidental, junto al rio Segre… que ya es decir) las lomas y colinas de bellas prominencias arbóreas. Además, para eso están los pantanos que tan brillantemente inauguraron Miguel Primo de Rivera y Francisco Franco en sus horas más felices y provechosas, entre prohibiciones, censuras y sentencias de muerte.
Pido —que digo pido: exijo— una gran manifestación que apoye grandes recortes en la administración de la ventisca hasta su total aniquilación y crear una gran zona, tipo Sahara, donde el viento campe a sus anchas sin cubrir a demasiados beduinos o a sus profilácticos camellos. Un espacio libre de vientos y mareas para que el resto del Globo pueda andar enderezado y dichoso de pagar sus impuestos.
“Un mundo sin viento sería un mundo feliz”, dijo sabiamente Protímedes en la Grecia de Pericles.
… el viento es aire, es la nada en movimiento… no es bueno ni malo, simplemente es… lo que seguro no ES en absoluto es esa memez de “dios” que mentas a continuación de tu queja al viento, al que tildas de inútil y molesto, pero es el que colocó todos y cada uno de los granos de arena del desierto del Sahara del que hablas… dios sí que es una inutilidad manifiesta, una excrecencia, una mierda pinchada en un palo… por ser, ni siquiera es, así que ni siquiera es inútil, porque NO EXISTE, es un producto cultural parido por la fértil imaginación humana, aburrida de estar aquí viviendo y haciendo sus “vitales” vidas en este precioso planeta barrido por el viento…