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“Los gilipollas también mueren”

Un artículo de Jaume Santacana

Persona mirando el móvil.
Persona mirando el móvil.

Si ustedes me lo permiten, voy a cometer una fechoría; y si no me lo permiten también, que para eso uno tiene una edad y le suda el cerebelo cuando transgrede lo correcto.

Voy a plagiar un artículo; bueno, plagiar sería si yo lo copiara y no lo declarara. Espero que el hecho de anunciar tamaña hazaña se pueda considerar como un atenuante ante la “justicia popular”, tan de moda actualmente, después de la demostración de honestidad global predicada por el prodigioso sindicato ultraderechista “Manos Libres” ( … y tan libres, como que chantajeaban a todo dios como yo compro una petunia… dulce Patria, ¡ay, Señor!). Si Blas Piñar viviera…

Quim Monzó, brillante escritor i sagaz periodista, ha publicado un artículo en el períodico barcelonés La Vanguardia. Me parece tan excelente la pieza periodística —breve y contundente— que, con un par de bemoles, la voy a reproducir para ustedes, por si no han tenido la ocasión de disfrutar de tal joya.

Escribe Monzó:

“Durante los últimos lustros hemos asistido a la consolidación de una especie de bípedo que, como característica principal, tiene la de ir por la calle con los ojos fijos en el denominado teléfono inteligente. Son fáciles de detectar porque, cuando avanzan hacia ti, no levantan ni un instante la vista del aparato y, cuando prevés la colisión y te detienes ante ellos, a pocos centímetros del impacto te miran, chascan la lengua y con la mirada te reprochan que, a pesar de ir tú por tu derecha, no te hayas apartado para permitirles que continúen adelante sin tener que desviarse de su línea recta. Son los que vemos en vídeos captados por cámaras de seguridad de hoteles, caminando cerca de las piscinas sin dejar de whatsappear hasta que de repente caen dentro de una porque no saben dónde ponen los pies. Son los que chocan contra las puertas de cristal transparente de algunas tiendas. Son los que, en el andén del metro, se ponen tan al límite que, impulsados por la urgencia de contestar un mensaje, pisan el vacío y caen a las vías. Son los que atraviesan las calles sin mirar a derecha ni a izquierda porque lo único que les interesa es lo que sale en la pantallita. Y entonces sucede que chocan con un ciclista o un motorista, o acaban bajo las ruedas de un coche, un autobús o un tranvía.

Como parece claro que estos memos no cambiarán de costumbres, las autoridades han decidido buscar un remedio. Consiste en colocar semáforos en el suelo. Para que puedan verlos sin tener que levantar la cabeza. La primera ciudad que los ha puesto es Colonia, en Renania del Norte. Visto el éxito, ahora se ha apuntado Augsburgo, en Baviera. De momento los instalan en cruces de tranvías, porque es conocida la afición de mucha gente a emular a Antoni Gaudí. Consisten en unas franjas de luces led rojas situadas junto a los raíles. Cuando se acerca un tranvía las luces parpadean. […]. El Süddeutsche Zeitung, que es el que da la noticia, menciona los accidentes que ha habido los últimos tiempos. La mayoría con heridos pero también con resultados mortales. Menciona dos de estos. Uno, en agosto del año pasado, cuando en Witten, también en Renania del Norte, un chico de diecinueve años murió cuando atravesaba la vía mientras miraba el móvil y escuchaba música por los auriculares. El mes pasado fue en Munich: una chica de quince años murió porque también iba la mar de feliz mirando el móvil y escuchando música por los auriculares.

Debo confesarles que no dedicaría a esto muchos esfuerzos. Eso sí: a todos los que mueran por comportarse así les concedería inmediatamente el premio Darwin, que desde hace treinta años se concede a las personas que contribuyen a la evolución de la humanidad por excluirse del acerbo genético de nuestra especie gracias a una muerte idiota. Laus Deo”.

¿No creen que, de vez en cuando, vale la pena plagiar?


Comment

  1. … el bueno de Quim es un genio… lástima que en este artículo lo haya tenido que terminar de la manera más estúpida posible, mentando a la inexistente divinidad y al también inexistente sometimiento del ser humano a la misma… los diosecillos imaginarios siguen estado en las coletillas, los refranes, frases hechas o latinajos, pero no por ello son cultura, son hábitos que deberíamos plantear que se depurasen poco a poco, intercambiándolos por expresiones más acertadas y de la vida real…

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