Skip to content

“Se acerca febrero”

Un artículo de Jaume Santacana

Regalos de Navidad.
Regalos de Navidad.

Bueno, venga, ánimos, que ya hemos entrado en diciembre: turrones, Constituciones, Inmaculadas, langostinos y besugos, comidas de empresa y amigos invisibles, uvas y espantasuegras, días más oscuros, calefacción a tope y zapatillas felpudas, nieve y cuñados, villancicos y belenes laicos… y toda la parafernalia de amistad, “vuelta a casa por Navidad”, mejores propósitos (gimnasia y dejar de fumar) y efemérides anuales en televisión. Una ganga.

Pero, tranquilos, amigos lectores: todo este estrépito navideño pasará; por lo menos, para los vivos. Lo que más me preocupa, en esta época del año es la proximidad de la llegada del mes de febrero.

Febrero es un mes raro de cojones (si me disculpan esta licencia erótica impresentable). Para empezar, un mes con veintiocho días ya se sale de madre. Si ya huele a extravagancia la peripecia que manifiesta la diferencia entre meses de treinta o treinta y un días, imagínense el engendro que representa un mes que achanta su permanencia en dos o tres amaneceres; aún por encima, lo de los años bisiestos (una auténtica extravagancia) revienta la endeble norma general y, de paso, jode (más disculpas, si fuese necesario) a los nacidos en veintinueve.

Febrero es un mes petardo. Situado, en el calendario gregoriano, entre el solsticio de invierno y el equinocio de primavera, no es ni carne ni pescado, ni chicha ni limoná; viene a ser la mensualidad del hortelano que ni come ni deja comer. Es un mes traidor: la gente, confiada, se empieza a desnudar desestimando que lo más crudo del invierno detiene al ejército y, de sopetón, se encuentra entumecida por unas congelaciones de quítame allá esas pajas. Otros, más escrupulosos, siguen con sus ropas de abrigo y se abrasan por un ardor impúdico y disparatado debido al cambio climático. Hablamos de un período bronco y descabellado.

En otro orden de cosas, es de cajón que el vulgo piensa que febrero es un espacio de tiempo durante el cual no acontece nada digno de mención. Los acontecimientos importantes suelen suceder en enero o, si llegan tarde, en marzo: los Reyes Magos o San José. Enero posee su semana del frío intenso, la de los santos barbudos, desde San Vicente a San Sebastián pasando por el ínclito San Antonio Abad, patrón de las dietas duras. Por su lado, marzo conmemora santificaciones tan intensas como San Casimiro, hijo legítimo de su padre Casimiro, rey de Cracovia; San Ramiro, asesinado durante una invasión de suevos arrianos; o, por no ir más lejos, San Ruperto, que fue nada menos que tío de Santa Erentrudis ¡toma ya!

Ante tamaño currículum ¿qué puede ofrecer, históricamente hablando, el mes de febrero? Nada sustancial: el día de la Candelaria, el día de la Constitución Mexicana (que mira de lo que les ha servido…), San Valentín del Corte Inglés, el descubrimiento de Plutón (¡mira tú!) en 1930, algún que otro golpe de estado en España… y “abrígate por febrero con dos capas y un sombrero”; nada de más relevancia mundial. Flojera.

Yo creo, sinceramente, que febrero viene a ser algo así como uno de los entreactos del Parsifal. Es un mes menor que podría perfectamente ser eliminado del calendario y no pasaría nada de especial; es más, pienso que, si fuera aniquilado. nadie se daría cuenta.

Por si esto fuera poco, el hecho de que en febrero el sol amanezca más temprano y se acueste más tarde secunda la sensación de desconcierto del personal y no favorece, en nada, el crecimiento del Producto Interior Bruto.

Eso sí, un gesto espero que suceda durante este mes irregular y algo espeso de febrero: que desaparezca un cartel que cuelga del interior del ascensor de casa de mi estimada hermana y que, tal cual, reza como sigue: “Este ascensor es débil”. Nota: la palabra débil se escribió (seguramente con la mejor de las intenciones; no lo dudo) con “V” en lugar de la correspondiente “B”. Alguna ánima caritativa solventó el presunto error ortográfico y colocó la consonante correcta en su posición exacta. La pregunta es: ¿pueden ser, o llegar a ser, débiles los ascensores? Estupefacto me quedé cuando lo vi con mis propios ojos. Celtiberia show.

En fin, ¿qué les voy a contar?: un mes superfluo, lleno de vacío, mezquino y patoso.

Vamos a ver si, de una vez, nos lo quitamos de encima. Y no con debilidad alguna sino con las fortalezas que deben regir las grandes decisiones.

¡Sean buenos!


Deja un comentario

Your email address will not be published.