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“El mito fundacional”

Un artículo de Adolfo Alonso

Lagos de Covadonga.
Lagos de Covadonga.
(Foto: PIXABAY)

Hay en Asturias un dicho :“Asturias es España y lo demás tierra conquistada a los moros”. Esta frase ha generado históricamente en el pueblo astur, un sentimiento de identidad, pero un concepto de España y de la batalla de Covadonga que creo es ilógico y más que discutible históricamente. 

 

A Asturias esta frase le ha supuesto un sentimiento erróneo de “orgullo”, mal entendido, que ha llevado a soportar su aislamiento económico y de todo tipo. Como Asturias es España, allá los otros, y lo de tierra conquistada a los moros también es una generalidad errónea. Esto ha llevado a una identificación básica con el mito franquista de España, y a una unión incondicional al esfuerzo colectivo sin reflexionar sobre la posición que ese esfuerzo nos daba en el conjunto. Por ultimo, ha servido para el desmantelamiento de las estructuras económicas como consecuencia de la entrada en la UE.

 

Sin embargo, se estableció, no sé realmente desde cuándo, una cadena causal según la cual de una batalla en Covadonga se llega a la constitución de la España actual.

 

Es una cadena causal imposible, ni siquiera sé si encaja en el mito o la leyenda, pero para mí no es cierta. Y si no es cierta, entramos en fase cartesiana respecto de la interpretación de España como colectividad y como nación y del “cogito”.

 

El mito fundacional de Covadonga no se corresponde con la geopolítica del momento, estamos hablando del siglo VIII de nuestra era, ni con la sociología y ni con las circunstancias. Voy a la cruz, camino del calvario y la flagelación, con esta historia.

 

Los musulmanes no llegaron a Covadonga todo seguido ni de una, ni tampoco Pelayo llegó a Covadonga, por decir algo, en la misma secuencia del todo seguido. 

 

En realidad todos llegaron de Toledo. Unos porque, como consecuencia de la guerra civil visigoda entre Don Rodrigo y Witiza, llegaron a España y se instalaron en Toledo, y otro, porque como consecuencia de la misma guerra civil, y al tener una función oficial en la corte, Spatario, y ser del bando perdedor, se marchó de Toledo y se instaló en Asturias. No está claro si era de familia cántabra o astur, pero para allá se fue, y con nostalgia de “Toletum”.

 

Hay una estación intermedia que cambia la geopolítica oficial y se llama Gijón. 

 

“Gigia”, había sido una fundación romana de César Augusto a las orillas del mar, en la península que unía el montículo de Cimadevilla y las dos partes de la costa. En la bajamar se podía pasar de un lado a otro, en la pleamar quedaba como una isla. Se conservan aún las termas marítimas, y el trazado de la muralla posterior y lo que es el núcleo de la primera población, con una clara interpretación del foro y del cardio y el decumenun. Es fácil, donde mayor concentración de bares y sidra se puede tomar es allí. Y también se conserva la factoría de “garum”, la salsa básica de la comida romana. En fin, había puerto, pesca, tropas, termas, comodidades modestas pero propias de un asentamiento sólido,  de cierta relevancia.

 

Es allí donde se estableció la administración de la zona, y es la que persistía en el siglo VIII.

 

Estatua de Don Pelayo en Covadonga. (Foto: PIXABAY)

Los musulmanes llegaron a Gijón, e impusieron un gobernador, llamado Munuza, aun hoy se conserva una calle en la ciudad que es la calle Munuza, en recuerdo del moro Muza, así conocido. El nivel de gobernación, pues, sería minino. No hay noticias de más presencia musulmana en Asturias que la de Gijón y el moro Muza. Con mayor o menor enfado, Pelagius andaba por allí, pero, y aquí se empieza a complicar, su hermana Adosinda también. Se conserva la calle Adosinda en Gijón. Y aquí el lío gordo, porque Munuza se enamora de Adosinda o viceversa y esto a Pelagius, Pelayo, le pareció mal pero que muy mal. No consta que haya matado a nadie, pero sí se fue de Gijón, a caballo, y cruzó el río Piloña. Traspasarlo era como pasar a otro mundo, como quemar las naves, pues le llevaba a los montes y a la zona de los astures de los Picos de Europa. Con ellos se fue, y se instaló.

 

Tenemos, por lo tanto, en el mito fundacional de España, un “lío de faldas y chilaba” serio.  Un clásico, un lío por una cuestión de sexo, nada raro. Pero a esto se añadió otro tema, y fueron los impuestos. Es otro clásico, en España, sexo y hacienda, ya me entiende por donde voy, pero dejo Madrid y me vuelvo a Asturias.

 

Los musulmanes instalados en Gijón querían cobrar impuestos. Los astures de las montañas, se dedicaban a perseguir a pedradas a los recaudadores y esto no podía acabar bien. Se produjo una tercera alianza, la del obispo católico y la del gobernador musulmán. Organizaron una cruzada fiscal para cobrar el impuesto a aquellos montañeses, y acamparon en Cangas de Onís. A unos once kilómetros de Covadonga. No sé con quién hablaron, pero la cosa de la recaudación no fue bien. No querían pagar impuestos, claramente. Así que pintaba mal, por lo que se reunieron en asamblea en un prado que se llama “el Repelao”,  y decidieron que, si llegaban hasta allá, los iban a correr a cantazos. Y de ahí vino el nombramiento de Pelayo como líder. A esto se le llamó caudillo, en fin, no es necesario entrar en calificaciones, básicamente, era el que les dirigiría para no pagar.

 

Hasta ahora de España y la unidad de destino en lo universal de José Antonio, o el proyecto sugestivo de vida en común de Ortega, no estaban. Nada de nada.

 

Bien, lo cierto es que los musulmanes, no sé si árabes o conversos, ya sabemos: una guerra civil, ganadores, perdedores, poder, etc.,  y el obispo tiraron para adelante y se encaminaron al sitio de la montaña donde había un hueco, alto. No exactamente una cueva, sino un entrante en la montaña,  en una pared caliza a media altura, debajo del cual caía una cascada del agua y con una subida lateral  en la misma montaña complicada.

 

Lo de “ cova dominica”, Covadonga, es posterior. El acceso al lugar era complicado para un atacante y la defensa fácil para un resistente. Bueno, pues así se montó el lío. Los musulmanes y el obispo entraron en lo que geográficamente es hoy el sitio de Covadonga, y lo que les hicieron fue cortarles en dos. Dejaron entrar a parte, y cortaron la tropa. Eso origino un embolsamiento, la retaguardia puedo volver a cangas de Onís, pero la vanguardia se quedó embolsada en el circo geológico de la montaña, solo que los astures estaban en una posición de altura y los musulmanes atrapados abajo, Pero cualquiera que conozco Covadonga, puede recordar que los espacios al lado de la cueva son pequeños. Esto supone que el embolsamiento de los musulmanes puede ser mínimo. La mayor parte vuelta a Cangas de Onís y cien o doscientos pillados abajo recibiendo pedradas y lo que les tiraban. Dicen las crónicas, que los musulmanes tiraban flechas hacia arriba y que la Virgen se las devolvía en contra de ellos. Después de Newton, eso hemos decidido llamarlo ley de la gravedad. La realidad es que las crónicas musulmanas y cristinas no se ponen de acuerdo, sobre la cifra exacta, pero la situación, sea cual sea el número, más bien pocos, se volvió complicada para los musulmanes y salieron por la única salida que tenían hacia los lagos de Covadonga y, tras pasarlo mal cruzando los picos de Europa, llegaron a la zona de Liébana en Cantabria y allí liquidaron a los supervivientes.

 

En todo esto, España como construcción política ni existía. Desde aquel pequeño punto, se estableció un centro principal de vivencia, que se llama Onís,  y al cabo de los años, ya más relajados, se instaló el centro principal de habitación en Cangas de Onís. Más en el río Sella que facilitaba la salida y la comunicación. Sí es cierto que se estableció una dinastía hereditaria. Pero hay muchas más dudas. En un viaje, aparecí en Corao, y por allí andaba un chavalillo que por alguna razón tenía las llaves de un monasterio, y me dijo. -Mira ¿Ves esta lápida? ¿Sí? Pues en la tumba de Pelayo, la que hay en Covadonga y se enseña a los turistas, están los huesos de un burro. Yo no supe que decir, la verdad. Pero todo es posible en esta historia. Lo que nadie duda es que al hijo de Pelayo, Favila, se lo comió un oso.

 

De ahí pasaron a Pravia, la piedra de Silo, un jeroglífico, y por último se fundó Oviedo como capital de un reino ya establecido. Pero era un reino que se dedicaba a mantener relaciones con Carlomagno, y que creó un arte especifico,  el prerrománico asturiano, edificó una catedral con la cruz de la victoria como símbolo y el arca santa y el sudario  de Cristo, y busco establecer una corte “sicut toletum visigotorum fuerat”. O sea visigodos, nada de España, nada de hecho fundacional, nada de patriotismo, nada de nada, vida real, muy sencilla. Que después por razones sobrevenidas se hubiera buscado un sepulcro de Santiago apóstol en Galicia, o se hubiera trasladado la corte asturiana a León, y se hubiera dividido en diferentes territorios, incluyendo Zamora y Doña Urraca, fueron circunstancias, pero no fue un proyecto definido de estado, ni de nación. No hubo esa visión política, eran temas familiares, y feudales. Se nos ha contado  una historia que omite la historia de Aragón y de la marca. 

 

Tenemos la obligación de revisar la historia política de la península Ibérica, y creo que poner en duda  los mitos fundacionales de todo tipo forma parte de esa obligación

 

Creo que si no somos capaces de hacer esto, no llegaremos a la unidad total, no de las nacionalidades, sino de una única nación o pueblo, el español después de seis siglos de trabajo en común.

 


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