Durante muchos años fui una de las 30.000 personas que cada mañana ,al encender mi ordenador, encontraba el “BUENOS DÍAS” del fallecido Capellán Castrense D. Carlos Avelino Recarey García que me era enviado por uno de mis hijos, jefe de la Armada española. En sus “BUENOS DÍAS” podrías encontrar un mensaje en el que recogía una frase que te hacía pensar, una anécdota o una historia que ayudaba en la vida de cada uno y alguna reflexión más profunda.
Estas últimas semanas he ido repasando el archivo en donde guardo muchas de esas anécdotas y me ha llamado la atención más de lo habitual la que hace referencia a la de un día 17 de febrero , porque en ella anunciaba la celebración de la Santa Misa por todos los submarinistas fallecidos en la capilla del hospital G.D. de Zaragoza a las 12,00 horas.
Picada por mi curiosidad indago información y me dicen que el día 17 de febrero se celebra el Aniversario del Arma submarina. Dicha Arma , formada por los submarinos de la Armada Española, juntamente con sus mandos y tripulantes, tiene como copatrona a la Virgen del Pilar, a quien en la Basílica de Zaragoza llegan ese día flores desde toda España y además viste el manto del Arma submarina.
¿ Y porqué la Pilarica, que a primera impresión no está ligada a participación alguna de los marinos es la copatrona de aquella Arma, juntamente con “su” Virgen del Carmen?
Pues porque Cuando Isaac Peral hizo inmersión por primera vez con su submarino en 1888 se encomendó a una imagen de la Virgen del Pilar que llevaba a bordo que le había regalado un matrimonio de Zaragoza amigo suyo. Venció grandes dificultades y nadie sufrió ni el más mínimo percance.
Recomienda, también, que se lea una historia escrita por Victor Hugo a quien todos conocemos por su famosa novela El Jorobado de Notre Dame, que se llama “Noventa y tres”.
Habla acerca de un navío atrapado en una peligrosa tormenta en mar abierto. Durante el momento más fuerte de la tormenta, los temerosos marineros escucharon un terrible ruido debajo de la cubierta. Ellos supieron de inmediato que ese nuevo ruido provenía de un cañón, parte del cargamento del barco y el cual se había soltado. Se movía de un lado a otro con el vaivén del barco, golpeando el lado del barco con un terrible impacto. Sabiendo que eso podría causar el naufragio del navío, dos bravos marineros se ofrecieron a hacer el peligroso intento de volver a amarrar el cañón. Ellos sabían que el peligro de hundirse debido al cañón (suelto) era más grande que la furia de la tormenta.
Sin lugar a dudas la vida es así. No siempre, pero más a menudo que no, no son las tormentas externas las que nos causan la mayoría de los problemas, pero las tormentas se desatan dentro de nosotros—tales como un espíritu de amargura, envidia, orgullo, codicia y así sucesivamente. Otros "cañones sueltos" son las heridas sin resolver: la ira, la falta del perdón, culpabilidad, lujuria y así sucesivamente. Estos, si no se les enfrenta y se les resuelve, pueden fácilmente causar el naufragio de nuestras relaciones, nuestra fe o incluso de nuestras vidas.
El arma submarina
