Quien más quien menos en Baleares, es consciente de los cambios que ha experimentado el uso de la lengua en los últimos treinta años. Sin embargo, los cambios han ocurrido de forma tan sutil que es imposible recordar bien el primer momento en que uno mismo se apercibió de este hecho.
La Constitución Española garantiza el deber de conocer y el derecho a usar el castellano, la lengua común en España, y la co-oficialidad de las otras lenguas españolas en sus respectivas Comunidades Autónomas. También reconoce que nuestra riqueza lingüística es un patrimonio cultural que debemos proteger.
Por otro lado, nuestro Estatuto (que no votamos), designa al catalán (no al mallorquín, menorquín, ibicenco y formenterense) como lengua propia y así adquiere, junto con el castellano, el carácter de idioma oficial. Afortunadamente, proscribe la discriminación por razón de la lengua; aunque la cruda realidad es otra.
A falta de un desarrollo legal estatal del Artículo 3 de la Constitución que limite las competencias autonómicas en la materia, la puesta en práctica de estos principios legales comenzó por la educación, aprovechando diversas estrategias para dar prioridad a las lenguas cooficiales en detrimento del castellano. Como resultado, la situación en Baleares es de las más patéticas de España: asistimos a un proceso de catalanización a través de la llamada “inmersión lingüística” en la escuela, que ofrece el catalán como única lengua vehicular y de comunicación. Esta inmersión en la escuela conlleva la eliminación del castellano, pero no se queda ahí: promueve la idea de que no somos españoles y nos asimila a los imaginarios “países catalanes”. Tristemente, asistimos estos días al apoyo reforzado del Gobierno de Sánchez anunciando una nueva ley de educación que permitiría la completa marginación del castellano en todo el sistema educativo.
Nuestros políticos no ahorran esfuerzos para imponer (a modo dictadura) una lengua y una identidad ajenas, empezando por el eslabón más débil y manipulable: los niños y los jóvenes. Así han apuntalado los cimientos de un cambio, ahora en estado avanzado, de difícil retorno. Los niños se encargan de cambiar poco a poco la lengua de sus padres, tíos, abuelos y éstos, o no se percatan de los efectos del adoctrinamiento en sus hijos, o callan por miedo a represalias académicas hacia sus pequeños.
Hay ejemplos de adoctrinamiento y discriminación en toda la Comunidad Autónoma. Desde un niño al que se le suspende un examen por responder en castellano hasta un padre al que se le recrimina por preguntar en castellano en una reunión de la escuela, niños a los que se les exige hablar en catalán en el recreo (“aquí es juga en català”), jóvenes que tienen que levantar la mano para solicitar el examen en castellano, niños castellanohablantes con problemas de aprendizaje a los que se les niega la posibilidad de aprender en su lengua materna, trato despectivo a niños cuyos padres son castellanohablantes, maestros que se niegan a hablar en castellano con padres que no entienden catalán, y una casuística sin fin.
La catalanización de Baleares a través de la escuela es posible no sólo por el despotismo de los políticos sino también por la afinidad de los maestros que o son seleccionados por su ideología, por su parentesco o son ellos mismos víctimas de intimidación. El desamparo de los que no acatamos la inmersión lingüística parece total, pero no es así. Junto con otras iniciativas regionales o nacionales, la plataforma MosMovem nació para denunciar la tiranía lingüística pancatalanista en todos los ámbitos y defender la libre elección de lengua. MosMovem no parará de señalar cualquier actuación de los políticos de turno que olvide que todos los españoles somos iguales ante la ley (Art. 14 CE) y el derecho a elegir el castellano como lengua vehicular en la enseñanza de nuestros hijos (Art. 4.3 Estatuto de Baleares).
… pues en la escuela se discrimina por creencias, al primar la apologética religiosa de una confesión religiosa, que no debería estar en el currículo educacional, porque es proselitismo, y debería darse exclusivamente en parroquias, y a nadie parece importarle… bueno sí, a los alumnos y sus familias que NO tenemos creencia alguna y se nos presenta esta aberración como normal… esta discriminación es mucho más evidente si cabe y no entiendo que se corra siempre un tupido velo sobre este hecho…