Es más relevante de lo que parece. Utilizar el léxico adecuado puede ayudar a dirigir mejor el mensaje que se quiere hacer llegar. Desde el Gobierno hasta los técnicos (militares o no) utilizan términos bélicos para referirse estos días a vencer o batallar contra el virus. Es una forma de ponerle cara al enemigo (si seguimos la senda de la terminología de guerra). Pero, ¿es adecuado hacerlo así?
Ya existen precedentes de guerras que tenían elementos en común con la situación que se está viviendo. La denominada guerra biológica o bacteriológica o que utiliza elementos tóxicos como un arma para vencer al enemigo ya se conoce desde bien antiguo. Los primeros escritos que documentan el uso de estas tácticas datan del 1.500 antes de Cristo cuando los hititas llevaron a personas enfermas por culpa de un hongo parásito a tierras enemigas para que contagiaran a la otra parte.
En tiempos más modernos, el uso de elementos biológicos como arma se intentó regular para evitar situaciones que desembocaran en una extensión descontrolada a nivel global o que dejara consecuencias irrecuperables para el medio natural.
En 1972, los Estados Unidos firmaron la Convención de Armas Tóxicas y Biológicas, que prohibieron el “desarrollo, producción y acumulación de microbios o sus productos venenosos excepto en cantidades necesarias para protección y exploración pacífica”. En el año 1996, 137 países firmaron el tratado, sin embargo, se cree que desde la firma de la Convención el número de países capaces de producir tales armas ha aumentado. Después de la Guerra del Golfo de 1991, Irak admitió al equipo de inspección de las Naciones Unidas haber producido toxina botulinum concentrada, que podría utilizarse como eventual arma en una contienda biológica.
Los teóricos del mundo militar conocen desde hace tiempo lo que se denomina Guerra de cuarta generación. En ésta, la única forma sensata de intentar enfrentar la batalla es el uso de fuerzas irregulares ocultas que ataquen sorpresivamente al enemigo, tratando de provocar su derrota al desestabilizar a su rival, es decir, con el uso de tácticas no convencionales de combate.
En estas tácticas las grandes batallas desaparecen casi por completo, solo sucediendo cuando la fuerza irregular se atrinchera en un centro urbano y la fuerza regular impide su escape, produciéndose una batalla urbana. Aunque en el planteamiento de una guerra biológica, el virus es el arma, ahora la sociedad mundial se organiza para acabar con el virus como “el enemigo”.
Pese a que este marco favorece las teorías de que el virus ha sido engendrado o fabricado de manera estudiada e intencionada, nada hay demostrado en este sentido y, en todo caso, ahora forma parte más de los guionistas de cine.