Adrenalina, también conocida como epinefrina es una hormona y un neurotransmisor semejante a todos los conglomerados químicos pertenecientes a la familia de las fenitilamidas. Se produce de manera endógena y acompaña al sistema nervioso de los mamíferos desde el alba de los tiempos. Se activa bajo circunstancias de estrés y tiene como finalidad responder a las situaciones de lucha o huida ante situaciones adversas. Sus principales efectos son midriasis, puesta en “stand bye” de necesidades como satisfacer el hambre entre otras, activar el tono muscular, aumentar la fuerza y agudizar los sentidos para poder hacer frente a una circunstancia de vida o muerte.
Viene acompañando al género animal desde sus comienzos y nadie se atreve a asegurar hasta qué punto ha tenido un papel crucial en los acontecimientos históricos, en la supervivencia de las especies y en la constitución de las sociedades tal y como hoy las conocemos. Pero si una cadena simple de ARN está haciendo tambalearse al mundo entero es de suponer que algo tan semánticamente extraño como la adrenalina no quede encerrada tan solo en las referencias Wikipédicas. La adrenalina señores, ha dirigido y dirige el mundo. Desde las luchas tribales enmascaradas en rituales por los recursos naturales hasta las luchas político-corporativas del siglo XXI. La adrenalina es sinónimo de supervivencia, y supervivencia a su vez es sinónimo de guerras, victorias, rendiciones, acuerdos, negociaciones, fusiones, adjudicaciones y de un sinfín de términos que analizados en profundidad no hacen más que hacer referencia a situaciones bélicas y de competencia en tiempos de paz.
La adrenalina se traduce a nivel físico en movimiento, y el movimiento en situaciones, y las situaciones en hechos con repercusión en el resto de mortales que se encuentren en su radio de acción. La adrenalina es vida para unos y por supuesto muerte para otros, Ley natural. Desde el que caza hasta el que huye. Trasladando la alquimia química al mundo social la adrenalina, esa cadena química que susurra al oído de nuestros instintos más primarios también es sometida a la censura de grupo para evitar la supremacía ya sea de clanes o individuos o para evitar situaciones que pongan en peligro al gran logos colectivo que supone una sociedad. La adrenalina también marca en nuestro mundo el límite entre el bien y el mal. Entre lo conveniente y lo problemático. Entre lo ilegal o lo legal.
Todas las conductas legalmente punibles o lo que es lo mismo, criminales, tienen como motor a la adrenalina. Desde el radical de campos de futbol que siente una verdadera catarsis dando rienda suelta a su furia acumulada por una vida sin estímulos, hasta el drogadicto que vuelve a sentirse vivo cada vez que siente el “rush” cuando una determinada molécula entra en su sistema nervioso. Ese mismo “rush” que es capaz de sentir alguien marginado y sin notoriedad cada vez que está a punto de cometer un acto que gracias a los altavoces de los mass media le dote de la identidad de la cual carece, pasando por el especulador bursátil que se lo juega todo a una sola carta a cual partida de póker. Todo lo que llama la atención y todo lo que se supone que lleva al éxito, es adrenalina. Tan complejo y tan simple a la vez.
El sexo por supuesto también es adrenalina en diferentes grados. Desde el subidón que siente el adolescente al hablarle a la chica que le gusta por primera vez, pasando por la euforia de acordar un matrimonio económicamente y socialmente prometedor, hasta el millonario con los sentidos aplacados por tanto estimulo que decide aventurarse a terrenos más oscuros. En el fondo todo es adrenalina, y la adrenalina se traduce en dinero, y el dinero por supuesto en adrenalina. Cada vez más y más, de lo uno y de lo otro, un círculo vicioso y sin fin. Una adicción celestial o infernal según se mire.
Algo tan simple como la idea de que una mera molécula activada endógicamante tenga tanta fuerza social no ha pasado nunca desapercibida a los líderes en la sombra que dictan los planes publicitarios y de propaganda de partidos políticos u otros movimientos sociales. Enciende la mecha y la partida empezará. Despierta ese cerebro primario que todos tenemos y del que muy pocos somos conscientes y controlaras el mundo. Desde la política, desde los medios, desde la bolsa, desde la ambición……
Dados los tiempos que estamos viviendo parece ser que todas las confrontaciones sociales, económicas y de intereses que habían quedado en “stan bye” por los primeros coletazos de la pandemia han resurgido con fuerza. Un claro ejemplo son las protestas sucedidas en el mundo anglosajón bajo tientes raciales.
La biología dice que cuanto más hostiles son las circunstancias, más despertará en nuestros cerebros la adrenalina. Abróchense los cinturones porque vienen tiempos de cambios bruscos, revoluciones…… adrenalina. Una oportunidad única para volver a conquistar el mundo.
… buen artículo… PEEERO te falla la expresión
anglosajona, tú dices “adiós Stanley!” despidiéndote de alguien, en vez de STAND BY que es lo que querías decir…