Skip to content

“Piñas”

Un 'Abrazo de sal' de Lola Maiques Flores

Piñas en el suelo.
Piñas en el suelo.

El amanecer es frío y límpido, aunque las nubes ciñan el horizonte y con el paso de los minutos abracen la sierra, tiñendo la pinada con la profundidad de una esmeralda. Ese será el destino de un día gris de agosto: ir al monte. Una propuesta añeja y arriesgada para niños criados en tiempos de individualismo y pura tecnología.

Los primeros pasos se arrastrarán por caminos polvorientos flanqueados de quejas. La resignación, y esa distancia que siempre separa lo que quieren los hijos y sus padres, coparán las conversaciones infantiles en los primeros compases de una nueva jornada estival marcada por el hastío inconsciente de esos días azules, de ese sol de infancia.

Ganaremos metros al monte, ascenderemos poco a poco mientras nos envuelve el perfume de las jaras y el sol intenta asomarse tímidamente para dar luz a un paisaje antiguo, cada día nuevo, y anticipar horas perezosas a la sombra de un abeto, maridadas con cerveza fría, vino y mistela. Una fuente- la de Las Canalejas- y muchas piñas serán la puerta que conecten días azules y soles de infancia de antes y ahora.

Allí, al amparo de los pinos, se librará una guerra incruenta, de proyectiles inocuos y risas contagiosas. Sin más estrategia que aprovechar el desnivel del monte y afinar la puntería, procurando dar donde más duela y acertando cuanto se pueda, un montón de piñas cruzarán el aire para protagonizar una foto fija que refleje lo que de verdad importa: la sencilla alegría de disfrutar del momento y la compañía, el tesoro valioso del cariño y el tiempo.


Deja un comentario

Your email address will not be published.