¿Los medios deberíamos hablar tal vez menos del suicidio?
Al contrario. Muchos estudios recientes señalan que los medios de comunicación son la herramienta más potente de prevención del suicidio. Cuanto más hablemos del suicidio y cuantos más reportajes y noticias aparezcan sobre él, mejor. Hablar del suicidio no provoca un efecto llamada, como se creía antes. Hablar del suicidio, prevé el suicidio. Ahora bien, hemos de hacerlo bien. En ese sentido, es muy importante que los medios recuerden que existe el teléfono de la esperanza o que se puede llamar al 061. También es importante que no haya informaciones sensacionalistas. Titulares como por ejemplo “un esquizofrénico mata…”, que todos hemos leído más de una vez, son devastadores y crean un estigma del cual aún no hemos conseguido desprendernos.
¿Qué enfermedades mentales están siendo las más preponderantes en estos últimos años?
Las dos enfermedades que más tratamos en salud mental, las más prevalentes y frecuentes, serían todos los trastornos que tienen que ver con la ansiedad —en primer lugar— y con la depresión. Al hablar de trastornos de ansiedad me estoy refiriendo por ejemplo a crisis de angustia o fobias. En cuanto a la depresión, sería la enfermedad más frecuente en el ámbito de los trastornos del ánimo. Más allá de esas dos enfermedades habría otras también relevantes, como la esquizofrenia, el trastorno bipolar o el trastorno esquizoafectivo, si bien son bastante menos frecuentes.
¿El componente genético influye en el posible desarrollo de algunas de esas enfermedades?
Sí, así es. En ese sentido, las dos enfermedades mentales que tienen más carga genética son la esquizofrenia y el trastorno bipolar. En el resto de enfermedades mentales, tiene un mayor peso el componente social. Así, en una persona que sufre una depresión o un trastorno de ansiedad, las circunstancias concretas que pueden envolver a esa persona suelen ser mucho más determinantes que el componente genético.
“Buscar información de forma indiscriminada sobre el Covid-19 puede conducirnos a la confusión y a que aumente nuestra angustia”
¿Cree que la pandemia puede haber favorecido que haya más personas que sufran enfermedades mentales?
Yo diría que en estos primeros seis meses de pandemia podemos diferenciar entre dos etapas bien definidas. Durante el periodo de confinamiento, que duró tres meses, no sólo no constatamos un aumento de casos en ese sentido, sino que se redujeron a la mitad el número de personas que acudieron a Urgencias por ese motivo y el número de ingresos hospitalarios de pacientes que sufrían alguna enfermedad mental. Una vez acabado el periodo de confinamiento, desde finales de junio, tenemos la percepción de que ha empezado a haber un aumento de casos, sobre todo de trastornos de ansiedad y de depresión, que son los dos cuadros más influenciables por la situación social. Por tanto, podemos deducir que la incipiente crisis social y económica que ya se está empezando a notar ahora afectará, como todas las crisis, a la salud mental de la población.
¿Destacaría algún otro hecho concreto que pueda ser vinculado a la pandemia?
Habría otro hecho, sí, que sería que a veces está provocando reacciones o formas de actuar antagónicas. Por una parte, la pandemia está “despertando” todos los trastornos que tienen que ver con la ansiedad, en especial los trastornos obsesivos. Así, las personas más obsesivas de carácter, que ya de por sí se preocupan mucho por las cosas, ahora se están preocupando todavía más. Son personas que tienen mucho miedo al contagio y que, por ejemplo, se lavan aún mucho más las manos que antes o no tocan ahora nunca las puertas. Esas personas han aumentado mucho en número desde el inicio de la pandemia. Por otra parte, en el otro extremo, estarían las personas que solemos denominar negacionistas. Entre ambas posiciones se situaría la población en general, que entiende la situación y acata las normas.
¿Dónde podríamos encuadrar a los negacionistas?
Bueno, en principio no veo aspectos enfermizos en la posición de los negacionistas. Yo hablaría más bien de aspectos de personalidad o de carácter. Son personas que tienen una tendencia caracterial a racionalizar más las cosas.
“Las dos enfermedades que más tratamos son los trastornos que tienen que ver con la ansiedad y la depresión”
¿Qué deben hacer las personas que ahora tienen más ansiedad o que padecen insomnio?
Deberían hablar inicialmente con los profesionales de Atención Primaria, que son los que están en primera línea y que sabrán discernir si puede ser necesario o no acudir a un especialista en salud mental. Cuando uno tiene síntomas que tienen que ver con la ansiedad, como por ejemplo el insomnio, las taquicardias o los pensamientos recurrentes catastrofistas, lo primero que debe hacer es ir al médico de Atención Primaria. En el caso concreto de las personas que ahora padecen insomnio, puede ser suficiente con que sigan unos pocos consejos de higiene del sueño, pues en tiempos de incertidumbre suele ser habitual que haya más gente que no duerme bien.
La saturación en Atención Primaria, ¿dificulta que algunos casos puedan llegar a los especialistas?
Bueno, yo creo que en Baleares, Atención Primaria lo está haciendo muy bien, con la creación de los circuitos Covid y manteniendo al mismo tiempo los circuitos No Covid. En ese contexto, en Atención Primaria se pueden atender hoy perfectamente todos los trastornos que no tienen que ver con el Covid-19, a pesar de que es cierto que hay más consultas telefónicas. Ahora mismo, cuando se tiene que derivar a un paciente a salud mental, ese paciente nos está llegando de forma adecuada. Nos llega quien nos tiene que llegar. No pensamos que nos estén llegando menos pacientes de los que deberían llegarnos ni que estén siendo peor atendidos.
¿La sobreinformación en los medios puede provocar indirectamente más ansiedad?
Efectivamente, es así. En las personalidades ya de por sí más ansiosas, el exceso de información sobre el coronavirus provoca un aumento muy importante de la ansiedad. Por tanto, la información siempre se ha de dosificar. Además, se tiene que buscar en medios que sean fiables, porque buscar información de forma indiscriminada puede conducirnos a la confusión y a que aumente nuestra angustia. En el caso de la televisión, se trataría de buscar la cadena de la que uno más se fíe y de ver sólo, por ejemplo, el informativo del mediodía y el de la noche. Y ya está. Información, sí, pero la justa.
¿Recibir mensajes de ánimo puede ayudarnos?
Sí, desde luego. Siempre que alguien nos ofrece o nos da un mensaje positivo a largo plazo, aumenta nuestra esperanza. Por tanto, ese tipo de mensajes son necesarios, si bien deben ser transmitidos siempre desde la empatía y la calidez, no de una forma fría y aséptica, ya que esto último puede provocarnos aún una mayor inquietud.
Más allá del coronavirus, ¿cuál sería la diferencia esencial entre la crisis de 2008 y esta de 2020?
En la crisis de 2008, le dábamos la culpa de lo que había ocurrido a los políticos, a los banqueros o a los economistas, es decir, a personas concretas. En la crisis actual, en cambio, el detonante ha sido un virus. En ese sentido, la crisis que estamos viviendo ahora es muy introspectiva, muy de pensar hacia dentro, no sólo porque no podemos “acusar” al virus de lo que nos está pasando, sino porque además hemos tenido que estar recluidos durante semanas dentro de nuestros domicilios, con nuestras familias o solos en muchas ocasiones. Creo que esas circunstancias específicas harán que afrontemos de un modo diferente lo que vendrá a partir de ahora, que por otra parte es incierto, ya que nunca habíamos vivido una crisis como esta.
“Los medios de comunicación son la herramienta más potente de prevención del suicidio”
Una crisis que además está siendo también dura a nivel económico…
Sí, es cierto. Esa situación dura a nivel económico hará que haya gente que caiga en enfermedades mentales. Aun así, también creo que en esta crisis ha habido un aprendizaje personal mucho más potente que en otras ocasiones. Eso puede contribuir a que en muchos de nosotros haya un aumento de la resiliencia, que es la capacidad que tenemos de sobreponernos a las adversidades y de sacar alguna cosa positiva.
¿Esta crisis provocará un aumento en el número de suicidios?
En este momento aún no lo sabemos. Lo que sí podemos intuir ya, como he señalado, es que habrá más enfermedades mentales asociadas a la ansiedad y a la depresión. En ese sentido, quizás sea bueno recordar que, la mayoría de las veces, lo que hay detrás de un suicidio es una enfermedad depresiva. Por tanto, hemos de estar preparados para intentar dar ahora la mejor respuesta ante esas situaciones.
Con independencia de acudir al médico, ¿qué es lo que más puede ayudar a estas personas?
Yo diría que, más que nunca, hablar es lo mejor para estas personas. Si alguien tiene un problema a nivel de salud mental que le lleva a tener pensamientos recurrentes de muerte, debe hablarlo, debe contarlo a un amigo, no se lo tiene que quedar dentro. En ese sentido, hablar con un amigo salva vidas. Salva vidas —repite—. Y acudir a un especialista también, claro, pero muchas veces nos es más fácil hablar con un amigo que con un profesional.
.- Es un artículo de Josep Maria Aguiló-Mallorcadiario.com
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