La primavera menorquina se caracteriza por la presencia de polen que tiñe de amarillo las superficies, así como de polvo rojizo que llega desde el desierto del Sáhara y que se precipita con las lluvias. No es un fenómeno nuevo ni extraño, pero sí frecuente.
Un estudio meteorológico de Luis María Bañón y Álvaro Sánchez ha recopilado los datos de precipitación de varias estaciones de la Agencia Española de Meteorología (AEMET) entre 2003 y 2017.
Las lluvias de barro son precipitaciones que llevan partículas microscópicas (polvo) que provienen habitualmente del desierto del Sáhara. La fuerza de la evaporación de la humedad que se produce en el norte de África arrastra partículas minerales y, con el movimiento de las masas de aire viaja miles de kilómetros hasta precipitarse en forma de lluvia. En algunos casos se ha descubierto que estas masas de polvo han llegado a cruzar el Atlántico.
Los efectos a priori no son destacables. Supone limpiar terrazas o vehículos cuando se evapora el agua y quedan las superficies teñidas de ocre o marrón. Pero los sectores de la agricultura y de la energía fotovoltaica están muy interesados en saber cómo, cuándo y dónde se producen estas lluvias puesto que hay cultivos que pueden verse mermados por la capa terrosa que dejan sobre las hojas o, en el caso de la energía solar, puede suponer un coste añadido en el necesario mantenimiento y limpieza de las placas que deben estar libres de polvo para ser efectivas.
En la conclusión del estudio citado se apunta que la estación con mayor número de días al año con lluvias de barro es Menorca, con 14 días, registrando altos valores de partículas en los datos obtenidos. Al realizar la estimación de la cantidad de precipitaciones que se producen al año son de barro en Menorca, el porcentaje es del 23%.
Además, también se puede determinar que mientras que en otras latitudes como las Islas Canarias, octubre es el mes donde se producen más lluvias de este tipo, en Menorca es en el mes de mayo cuando más registros de lluvias de barro se producen.