A lo largo de los últimos tiempos hemos visto cómo se han pronunciado desde la Organización Mundial de la Salud (OMS), círculos científicos como un grupo de expertos del Reino Unido que publicó sus resultados en la revista Lancet, portavoces políticos en el Parlamento como Íñigo Errejón y más recientemente, a nivel local, desde formaciones como Ciudadanos y con profesionales médicos que advierten de la necesidad de atender los efectos de la pandemia en la mente humana.
Todos los estudios confirman que la pandemia ha aumentado considerablemente las tasas de ansiedad, depresión, trastornos del sueño, trastornos alimenticios, somatizaciones, ideaciones y tentativas de suicidio.
De hecho, el Área de Salud de Menorca ha dado un paso adelante poniendo en marcha una Unidad de atención y prevención del suicidio. Esto responde a que los investigadores consideran fundamental descubrir, evaluar y refinar las intervenciones para abordar aspectos psicológicos, sociales y neurocientíficos de la pandemia.
Los autores del estudio inglés citado anteriormente apuestan por un marco para la priorización y coordinación de la investigación psicológica, social y neurocientífica esencial y relevante para las políticas, a fin de garantizar que cualquier inversión se dirija de manera eficiente a las preguntas cruciales de ciencias de la salud mental a medida que se desarrolla la pandemia.
Con situaciones de confinamiento, de distanciamiento y de mantener medidas de restricción en el tiempo (que pueden puntualmente endurecerse según avance la estadística de casos) se espera un aumento en los síntomas de ansiedad durante estas circunstancias extraordinarias, existe el riesgo de que prevalezca un número clínicamente relevante de personas con ansiedad, depresión y que participen en comportamientos perjudiciales (como suicidio y autolesiones) que con toda probabilidad incrementarán. Pero según explican los autores del artículo de Lancet, cabe destacar que el aumento del suicidio no es inevitable.
Hay precedentes. En el caso de la epidemia de SARS de 2003 hubo una correlación clara entre personas que padecían ansiedad por el síndrome respiratorio y el número de suicidios o intentos de suicidio.
La gestión de esta sociedad más afectada por el paso de la pandemia debe tratarse desde la atención y la prevención. Es el conjunto de esfuerzos que se están sumando lo que vemos estos días, también en Menorca, y que han de mejorar la autoconfianza de las personas frente a la posible ansiedad que provocan los cambios.