Hace no demasiado tiempo, en estas épocas del año, coincidiendo con la canícula, era habitual la aparición en los medios de comunicación de las denominadas serpientes de verano, la mayoría meras habladurías, rumores o suposiciones sobre gente famosa o conocida, habitualmente de la farándula, del deporte, de la política o de la denominada alta sociedad, aunque también sobre apariciones supuestas de animales monstruosos, fenómenos paranormales o bólidos espaciales, con frecuencia de carácter especulativo, muchas veces escandaloso, que servían para llenar en los medios de comunicación el espacio que dejaban vacío las noticias habituales y se convertían en la comidilla de las tertulias vespertinas, acompañando a los cubalibres y los gintónics.
Ahora ya no son tan frecuentes, porque suele haber abundante material noticioso procedente de la política, de las guerras, de las migraciones, del cambio climático y los desastres ambientales y, en los dos últimos años, de la pandemia. Pero hete aquí que el líder del Partido Popular, el ínclito y nunca suficientemente ponderado Pablo Casado, nos ha obsequiado hace unos días con un enorme serpiente lingüística, se podría decir que una auténtica anaconda geoléctica de las variedades del habla de las Islas Baleares.
En un discurso-mitin en el congreso de entronización de la nueva lideresa del partido en Baleares, Marga Prohens, con un resultado a la búlgara (comunista) de más del 99 por ciento de los votos, el Sr. Casado nos obsequió con una disquisición sobre la lengua propia de las Baleares, en el que reincidió en la conocida obsesión de la mayoría de la derecha y ultraderecha española (y parte de la izquierda) por el secesionismo de la lengua catalana, afirmando sin rubor que lo que se habla aquí es mallorquín, menorquín, ibicenco y formenteré (sic).
En su delirio, Casado consumó una separación lingüística total entre las islas, ya que si cada una habla una lengua distinta, vamos a tenerlo difícil para entendernos, a no ser que hablemos entre nosotros en castellano, la lengua del imperio que se decía en la posguerra, que seguro que es a lo que aspira el líder popular y su partido, borrar del mapa las diversas variedades de la lengua catalana habladas en las islas y sustituirlas por la castellana, proceso en el que llevan empeñados más de tres siglos, y en ello siguen.
Además, puestos a separar por variedades, se quedó corto. Mi mujer, pollensina, se enfadó mucho por el olvido del pollencí, variante diferente del mallorquí, considerando un inaceptable ‘anschluss’ lingüístico la subsunción de la variante pollensina en el magma mallorquín. Lo mismo podría decirse del solleric y de algunas otras variedades con personalidad propia dentro de la isla de Mallorca.
Si hemos de separar lenguas, no seamos tímidos, Sr. Casado, lleguemos hasta el final. Igual que hicieron sus correligionarios en Aragón, que transformaron la lengua aragonesa y la catalana en siglas, LAPAPYP (Lengua Aragonesa Propia de las Áreas Pirenaica y Prepirenaica) y LAPAO (Lengua Aragonesa Propia del Aragón Oriental), respectivamente, podría llamar al mallorquí LEBAPIMA (Lengua Balear Propia de la Isla de Mallorca), al menorquín LEBAPIME (Lengua Balear Propia de la Isla de Menorca), al ibicenco LEBAPII (Lengua Balear Propia de la Isla de Ibiza), que resulta un poco trabalenguas al final, así que, quizás, aprovechando que Ibiza en ibicenco es Eivissa, podría recurrir a denominarlo LEBAPIE (Lengua Balear Propia de la Isla de Eivissa) y al formenteré (sic) LEBAPIF (Lengua Balear Propia de la Isla de Formentera).
Y no debería detenerse ahí; ya que vamos a segregar, segreguemos. Al pollencí podría denominarlo LEMAPENOM (Lengua Mallorquina Propia del Extremo NorOriental de Mallorca), al solleric LEMAPZOCECOT (Lengua Mallorquina Propia de la Zona Central de la Costa de Tramontana), al artanenc LEMAPCOL (Lengua Mallorquina Propia de la Comarca de Levante), y así sucesivamente.