Siempre hemos oído decir que los precios de los amarres son altos en el puerto de Maó. Eso ha salido de boca de los usuarios de la náutica recreativa de bajo nivel, navegantes propietarios de pequeñas embarcaciones que utilizan regularmente y que ven difícil mantener los costes de un punto donde atracar su nave.
A lo largo del tiempo el espacio se ha ido haciendo más escaso en la rada y tener su propia embarcación se vuelve prohibitivo. Las empresas concesionarios de los servicios de amarre ponen sus condiciones y limitan la convivencia de los bolsillos más humildes frente a aquellos que tienen más servicios para embarcaciones generalmente de más calado.
Un pesquero italiano recaló recientemente en el puerto y obtener un lugar para amarrar sin una reserva previa ha supuesto, entre las atenciones, servicios y ayuda a la embarcación, una factura de casi 600 euros.
Al conocer este caso, muchas personas han puesto el foco en la imagen que está dando la isla, con precios que pueden resultar abusivos para profesionales del mar que vienen del extranjero y que pasan por nuestro puerto, a veces por necesidad y no por gusto.
Este problema lo vemos en otros ejemplos. Una de las multinacionales de alquiler de embarcaciones de recreo más importantes del mundo abandonó Mallorca el año pasado por el elevado precio de los amarres, un 30% más caro que otros destinos del Mediterráneo. En su momento, los responsables argumentaron que los cánones y tasas que factura Autoridad Portuaria de Baleares son brutales.
Algunos analistas del último plan autonómico de puertos que ha presentado Ports de les Illes Balears destacan precisamente que las tarifas elevadas en amarres y otros servicios náuticos, acentuado por el gran peso de las tasas concesionales recogidas en los pliegos de los concursos, son una de las principales debilidades del texto. También esto va en contra de las esloras pequeñas, lo que parece contradecir el objetivo de “aproximar la náutica a todos los ciudadanos”.
El propio plan de Ports propone campos de boyas de tipo ecológico como solución, optimizar las láminas de agua, potenciar las marinas secas y los accesos (rampas).
El caso es que la mayoría de quien practica la náutica recreativa utiliza embarcaciones de menos de 15 metros y el canon limita que muchas economías puedan darle alas a la náutica social.