Bob Jones, un descendiente directo de los menorquines que emigraron a Florida en el siglo XVIII, ha iniciado una conmovedora búsqueda para localizar los restos de sus ancestros. Los llamados “minorcans”, un grupo que conformó una parte importante de la fallida colonia de Nueva Esmirna, llegaron al continente americano en 1768 bajo las órdenes del empresario escocés Andrew Turnbull, quien los contrató para trabajar en el cultivo del valioso tinte de añil.
“Estoy empezando a ponerme en contacto con universidades para ver si pueden encontrar el tiempo para buscar a los menorquines desaparecidos. También estoy pensando en alquilar un radar de penetración terrestre si puedo lograr que los propietarios de New Smyrna Beach permitan que se realice una búsqueda”, declaró Jones. Su esperanza es encontrar el lugar donde se construyó la iglesia, ya que se cree que el cementerio sagrado de la comunidad podría estar cerca.
La historia de los menorquines en Nueva Esmirna es tanto trágica como fascinante. De los 1.400 pasajeros que partieron desde Menorca, vía Gibraltar, hacia Florida, más de un centenar perecieron durante la travesía. Una vez en la colonia, enfrentaron condiciones laborales extremas, enfermedades como la malaria y, posiblemente, algo de mala gestión por parte de Turnbull. Estas circunstancias llevaron a la muerte de cientos de ellos en los primeros años. Finalmente, en 1777, los sobrevivientes abandonaron Nueva Esmirna y se trasladaron a San Agustín, donde se establecieron definitivamente.
Pese a los estragos, parte de la historia de esta comunidad quedó registrada gracias a Pere Camps, el cura y líder espiritual de los menorquines. Su “libro de oro de los menorquines” contiene un compendio de matrimonios, nacimientos y bautizos, ofreciendo una ventana parcial a la demografía de aquella época. Sin embargo, el destino de los fallecidos sigue siendo un enigma.
La tarea de localizar los restos enfrenta numerosos desafíos. Con el paso del tiempo, Nueva Esmirna se ha convertido en un área moderna y desarrollada, dificultando la identificación de posibles sitios históricos. Aún así, Jones y otros descendientes mantienen la esperanza de que las nuevas tecnologías, como el radar de penetración terrestre, y la colaboración con expertos académicos puedan arrojar luz sobre este capítulo perdido de su historia.
“Creemos sinceramente que si podemos encontrar dónde se construyó la iglesia, el suelo sagrado del cementerio debería estar cerca”, afirma Jones, convencido de que hallar estos restos no solo honra la memoria de sus ancestros, sino que también preserva una parte vital de la historia cultural de Menorca y Florida.
Mientras la investigación avanza, los descendientes de los menorquines continúan buscando respuestas a la pregunta que los ha perseguido por generaciones: ¿Dónde descansan sus seres queridos? Esta búsqueda no solo es un acto de memoria histórica, sino también un recordatorio del sacrificio y la resiliencia de quienes cruzaron un océano en busca de una vida mejor.
Bob Jones tiene una página web donde explica su proyecto, donde recoge información de los minorcans y donde da a conocer un libro sobre la familia de Antonio Alzina (Usina) desde 1768 hasta 1966, que es la de su esposa.