Lo que en los últimos tiempos se ha convertido en una moda también se trata de un ataque al ecosistema de Menorca. Miles de turistas intentan cada año “colar” una piedra o una botella llena de arena de playa para llevarse a sus casas un trocito de Menorca. Lo más usual es pintar un piedra con el nombre de la isla y el año de visita o llenar un simple recipiente de arena de playa. Para tener presente un recuerdo material de las grandes vacaciones que pasaron en la isla. Lo malo es que la repetición de este tipo de movimientos ocasiona que sea el medio ambiente de Menorca el que sufra.
Así, según publica hoy la edición digital de El País, en el aeropuerto de Menorca se ha confiscado más de una tonelada de este material entre marzo y octubre de 2016. Los empleados no dudan a la hora de retirar este tipo de souvenirs de las maletas y Cáritas está ayudando para canalizar su retorno a los espacios dunares. Sin embargo, seguramente serán muchas las piedras y las botellas con arena las que habrán pasado los controles previos.
La mayoría de restos parecen proceder de ubicaciones muy publicitadas como Macarella -la foto de los barcos flotando en la zona de la que se desconoce la autoría ya se ha convertido en uno de los reclamos más populares de Menorca-. Solo cabe esperar que todo sea una moda y que no vaya a más.