Es Talaier, pie y más pie

Por mucho que diga El País incluyendo Es Talaier entre las mejores veinte playas para hacerse un “selfie”, lo mejor que tiene esta playa es todo lo que uno está haciendo cuando no se está haciendo ese “selfie”. Y es que casi es aconsejable olvidarse el móvil y perderse por el camino de ronda que sale desde Son Saura para saborear, a poco menos de media hora de caminata, esta deliciosa playita de 80 por 50 metros. Es menos de lo que mide un campo de fútbol de blanquísima arena y aguas impolutas en las que se hace pie hasta bien entrado en el mar.
En uno de sus cabos, la torre de vigilancia Talaia d’Artrux ofrece también la posibilidad de acercarse a ver el paisaje, hacerse el bendito “selfie” y tirar el teléfono móvil al mar.

Macarella y Macarelleta, el lago azul

La afamada película “el lago azul”, que lanzó al estrellato mundial a Brooke Shields en 1980 y que cuenta la historia de la novela homónima en la que dos niños náufragos descubren por sí mismos la vida y el amor en una isla tropical, fue rodada en parte en la isla privada de Nanuya Levu, en Fidji, hoy sede de un resort de lujo.

Las tribulaciones de la joven pareja de adolescentes ha dejado huella en el imaginario de varias generaciones y quien viene a Macarella y Macarelleta no se libra de evocar esas escenas en primera persona.

Se las tiene por las calas más fotografiadas de toda Menorca, y tienen con qué: parecen más tropicales que mediterráneas. Cualquiera que las vea fuera de contexto diría que son Jamaica, Bahamas, Seychelles, Maldivas o Isla Nubla, sede de Jurassic Park.

Para llegar a este regalo de la naturaleza hay treinta minutos de marcha desde Cala Galdana. En Macarelleta se practica el nudismo y hay diez minutos a pie entre ambas.

Norte es Cala Pilar

Cala Pilar es virgen de verdad y lejana de verdad, no ya en distancia o accesibilidad -por la carretera de Son Bernat o por la de Camí de Tramontana, desde Ferreríes-, sino por lo inusitado de su enclave, de tierra roja de arcilla y pizarra, aguas cristalinas de tonalidades bien distintas del turquesa del sur. Por ambos caminos hay que dejar el coche y pegarse una caminata de tres cuartos de hora, en el primer caso a través de un bosque de encinas, y en el segundo por un tramo costero del Camí de cavalls desde la playa dels Allocs, ambos de gran belleza.
La cala está totalmente expuesta a la Tramuntana y al sol, con lo que conviene llevar sombrilla y consultar las condiciones meteorológicas antes de ir. Muy cerca se encuentra una necrópolis de cuevas que sirven de refugio y una fuente de agua dulce coronada por una efigie de la virgen del Pilar, que le da nombre a la cala. No obstante, conviene no olvidar tampoco llevar agua fresca en abundancia. Aquí no hay absolutamente ningún servicio y se disfruta de un día de playa de verdad, lejos de las aglomeraciones, del mundo y de todo.

Atardecer en Algaiarens

A tiro de piedra de Cala Morell se encuentra el conjunto de Algaiarens, o la Vall del mismo nombre, compuesto por dos playas: la playa del Tancats y la playa des Bot.
A pesar de su entorno agreste, el acceso es bastante fácil, pudiendo venir tanto en coche, al párking que está pegado a la playa, como en autobús, desde la parada del cual, al fondo del párking, hay un kilómetro de paseo.
La arena en Algaiarens es blanca y fina y por las tardes suele quedarse vacía, lo que invita sin duda al baño vespertino a la hora en que el sol se va despidiendo. Muy cerca del párking, en la finca de Son Angel se pueden contratar paseos a caballo para disfrutar de la diversidad de esta zona, candidata a parque nacional. Los que vinieron en autobús tendrán que estar atentos al reloj, pues en temporada el último pasa a las 19:50 y hay que volver a desandar lo andado desde la parada.
Conviene también saber que para pasar de una playa a la otra el buen camino es atravesando el torrente que las divide por su desembocadura, siendo la opción terrestre bastante escarpada y peligrosa.
En Algaiarens no hay servicios, pero la cercanía del párking la hacen muy conveniente para tener fácil acceso al maletero del coche y a los tesoros que llevemos en él, sea nevera de refrescos, aletas y snorkel, sombrillas, palas u otros.

Poblado de Cala Morell ¿La antigua capital?

Doce navetas de habitación en un promontorio costero como defensa natural conforman este poblado. Es capacidad para albergar a doce familias alrededor de una decimotercera estructura, situada en el punto más alto del enclave y cuyo uso está por determinar. Depósitos para recoger agua de lluvia, molienda de grano in situ y otros elementos propios de la ganadería se convocan en el recinto amurallado de esta ciudadela prehistórica.
Da que pensar, hay material más que de sobra para la especulación. Imaginemos un contexto en el que no existe la navegación, y en el que los primeros pobladores de Menorca fueron arribando a la isla por la vía más natural posible: desde Mallorca. Desde Mallorca debieron venir, pero no por el istmo que unió a las dos islas en la edad de hielo, sino en gestas marinas de balsa y remo tan épicas para ellos como la de Cristóbal Colón. Habida cuenta que desde la península se ve Ibiza, desde Ibiza Mallorca y desde Mallorca Menorca, este debió ser, con poca sombra de duda, el orden natural de las cosas.
Imaginemos, en este mismo contexto, que el norte azotaba el mar tal como lo azota ahora, y que en este punto preciso se podían otear tanto la más conocida costa occidental, como la indómita costa del norte, proveedora de riquezas y, quién sabe, de algún temerario náufrago, entregados a la deriva, como también a todo aquel que se acercara por tierra. Visto así, este poblado, además del cementerio colindante, está atiborrado de elementos de orden práctico y estratégico que justifican con creces el transporte cotidiano de fardos hasta aquí.
¿Porqué no plantearse la capitalidad? En un mundo sin barcos no es necesario un puerto, y cuesta imaginar cuáles eran las prioridades de los primeros colonos que se asentaron aquí, tanto como cuesta imaginar el cambio radical que supuso la aparición en el horizonte para estos mismos habitantes de las primeras embarcaciones a vela. Lo cierto es que, sumando siglos de un mundo con barcos, a la que más se recuerda como capital es a la vecina Ciudadela.

Necrópolis de Cala Morell, joya arqueológica

¿Qué es tan importante en los hipogeos de Cala Morell? ¿No hay acaso más cuevas en Cales Coves? El yacimiento de cuevas artificiales de enterramiento de Cala Morell está compuesto de, al menos, 14 cuevas excavadas en la piedra y clasificadas en dos tipos: cuevas de horno y grandes hipogeos. Soin al menos catorce, porque se ha descubierto en época reciente que la construcción de la carretera arrasó con buena parte del yacimiento, todavía en fase de estudio.
En las cuevas de horno de Cala Morell se han realizado hallazgos de la Edad de bronce, periodo que arranca en el dos mil antes de Cristo, y que nos da una pálida idea del tiempo que lleva civilizada esta pequeña isla del Mediterráneo. Estamos en 2017, a dos mil años de la fundación del cristianismo y a cuatro mil de la fundación del judaísmo y, sin embargo, tantos milenios se vuelven ligeros en estos metros cuadrados que, mudos testigos del paso del tiempo, conservan en sus paredes las marcas de los picos que moldearon la roca.
Dentro de los grandes hipogeos hay columnas monumentales escavadas en la roca natural y, no sin sorpresa, descubrimos dos columnas de fachada esculpidas al modo clásico. La tradición del culto a los muertos ha perdurado en este lugar a lo largo de muchísimas generaciones y esto es lo que sabemos. ¿Cuánto nos queda por descubrir? ¿Dónde vivían y cómo vivían las gentes cuyos cadáveres eran venerados aquí? Son preguntas sin respuesta que se lleva el visitante y que, sin duda, justifican de largo la candidatura de Menorca a la lista de patrimonio mundial de la humanidad.

Camí de cavalls

El tramo de Camí de cavalls que va de Cala Morell a Algaiarens es bastante corto y fácil: son cinco kilómetros largos que se recorren en una hora y media corta, transitando entre tancas de cultivo muy fértil.
La etapa sale de la necrópolis de Cala Morell y termina en el mismo párking de Algaiarens, con lo que nos cruzaremos con bañistas de ida y vuelta que prescinden de la carretera y, a mitad de camino, podremos ver el aljibe de Corniola, que se encuentra en óptimo estado de conservación. Los aljibes en Menorca han sido y siguen siendo de vital importancia por la escasez de nacientes para el regadío, este conserva todos los elementos para comprender el mecanismo de recogida de aguas pluviales.
Más hacia el norte, el camí de cavalls se interna, hacia cala Tirant, en lo desconocido, y se recomienda condición física y planificación, pues son 35 kilómetros de sendero puro y agreste, lejos de cualquier tipo de servicio o aldea. Aquí es donde el senderista le encuentra todo el sentido al Camí de cavalls, poniendo a prueba sus aptitudes.

Comer en el Baristiu

En Cala Morell hay dos opciones para mojar el gaznate y llevarse algo al buche. El Baristiu, al borde del agua, y el Troglodita, en la urbanización. Dado que de playa vamos, en la playa nos quedamos, y vamos al Baristiu.
Aquí ocurre lo que en muchos otros sitios: hay que ponerse en situación. Por mucho que las guías se empeñen, no desmerece el apelativo de chiringuito para algunos establecimientos, y nos advierte claramente sobre lo que nos podemos esperar. Este es el caso que nos ocupa, el Baristiu no es un restaurante, y como tal se quedaría bastante atrás habida cuenta de la oferta gastronómica de nuestro litoral. El Baristiu es un chiringuito, y como tal obtiene un sobresaliente, porque junta los elementos necesarios para ello. Tiene una oferta variada de carnes y pescados en sus presentaciones más básicas, con mención especial a la parrillada de pescados. Tiene menú para niños, tiene la cerveza helada y una terraza que invita a quedarse horas a disfrutar del paisaje en chanclas y bañador. Habida cuenta que Cala Morell tiene poca afluencia de público, en los meses más concurridos muchos encontrarán aquí el solaz que iban buscando en la isla de la calma.

Cala Morell, el elefante blanco

En varias culturas, se denomina “elefante blanco” a posesiones que cuestan más de lo que valen, o a aquellas que proporcionan beneficio a otros, pero que solo acarrean quebraderos de cabeza a sus dueños. En el lejano oriente, en Siam, un elefante albino era sinónimo de poder, y el rey era el único que podía costearse tal posesión, haciendo ofrenda de uno cuando quería arruinar a alguien.
Cala Morell tiene la rara virtud de, por un lado, tener unas vistas apabullantes, que contrastan con la estrechez de sus arenas. Lo compensa con diversas plataformas de cemento desde las que se puede pasar un día de sol, pero sin duda se esperaría mucho más de una playa tan urbanizada tan cerca de Ciutadella. ¿Compensa? Pues sí. No solo por la cercanía de opciones más agrestes para pasar un día de mar, sino por la proximidad del yacimiento pretalayótico más importante del norte de la isla y, según los arqueólogos más eruditos, tal vez de toda la isla.
La playa está resguardada de los vientos del norte y es puerto seguro para embarcaciones en apuros cuando bufa Tramuntana. Las vistas, insistimos, son de lo mejor que ofrece esta cala, pues además de su orientación, está en la frontera geológica de los diferentes estratos que han compuesto la isla a lo largo de los milenios, y este libro de piedra se puede leer en el acantilado que está frente a la arena. Por cierto que, caprichos de la erosión, uno de sus cabos está adornado por una hermosa escultura natural que a todas luces se interpreta como la inconfundible silueta de… un elefante blanco.

Cova de na pulida, solo con PADI

La cova de Na Pulida o Na Polida es uno de los tesoros mejor guardados de la isla. Es una formación natural repleta de estalactitas y estalagmitas de abigarradas formas que encandilan al visitante y han seducido al murciélago residente a lo largo de sus 300 metros de galerías.
La entrada submarina de la cueva, bajo el acantilado de la mola de Fornells, fue descubierta en 1831 por un pescador y es una joya para submarinistas expertos. Cuando bufa del norte el agua la invade parcialmente, añadiendo peligro y emoción a la visita. No es un paseo de niños, si van a conocerla, déjense guiar.