El marco de esta última edición de Innovem ha dejado varias ideas en el aire. Aunque desde hace veinte años que ya se están trabajando. Es el caso de la robótica aplicada al medio marino. Mientras que por un lado se desarrollan equipos de prospección marina no tripulados como submarinos robotizados, también se desarrollan drones que sobrevuelan la costa ayudando a completar este trabajo. Según el profesor Gabriel Oliver Codina las aplicaciones son muchas pero hay un objetivo a medio plazo que les parece particularmente interesante a conseguir: hacer un mapa cartográfico más completo que el actual y que puedan componer los robots.
La automatización del proceso en espacios en los que la presencia humana es limitada por la condiciones de falta de oxígeno o de presión atmosférica se suple con aparatos que realizan mediciones precisas y que ayudarían a conocer con un detalle milimétrico el fondo marino.
Al tiempo que se obtiene una fotografía general, ese mismo trabajo ayudaría a delimitar mejor la presencia de recursos naturales, pecios o lugares antes no vistos por el hombre.
Algunos ejemplos de aparatos que ya se están utilizando ilustran a verdaderos obreros submarinos automatizados. A cientos de kilómetros, los operadores trabajan con una simulación en realidad virtual. Sus órdenes son transmitidas al robot. Existe un retraso en la comunicación, así que el aparato tiene que ser suficientemente autónomo para operar sin un control a tiempo real. Necesita inteligencia para interpretar qué se hace desde el mundo virtual y para actuar en consecuencia en el mar.
Para hacer los brazos robóticos más habilidosos, los ingenieros del centro de investigación usan un sistema con exoesqueleto. Le da al operador una respuesta con sensación de fuerza, permitiéndole sentir el peso y la resistencia de los objetos manipulados en la realidad virtual. Se trata de que el robot reproduzca los movimientos del exoesqueleto para posibilitar el trabajo.
