El 48 por ciento de alumnos con altas capacidades sufre acoso escolar. La cifra duplica la del resto de la población educativa, ya de por sí elevada, del 24 por ciento. Tampoco el fracaso docente es ajeno a este colectivo. De hecho, la media en este caso se sitúa cuatro veces por encima del promedio general. Desde la entidad sin ánimo de lucro ABSAC, madres y padres se esfuerzan por realizar la tarea que, según los responsables de la asociación, debería llevar a cabo la Administración educativa: responder adecuadamente a las necesidades que plantean las especiales potencialidades de estos niños y niñas.
El 10 por ciento de la población mundial es superdotada o bien forma parte de alguna de las categorías clasificadas con la denominación genérica de altas capacidades. Eso significa que una de cada diez personas en el mundo reúne esta condición. Sin embargo, estamos hablando del que es, posiblemente, uno de los colectivos menos visibilizados y más incomprendidos de todos cuantos existen.
Ello es así, en gran medida, porque solo una pequeña parte de estas personas han sido identificadas como superdotadas o con altas capacidades en el momento en que esta constatación debe acreditarse, es decir, en los primeros años de vida o, en todo caso, a lo largo de la infancia.
En Balears, la situación no es diferente. De hecho, el número de casos es similar al de cualquier otro territorio. Y, como ocurre en otros lugares, la cifra de identificaciones positivas es extraordinariamente baja. Según la Asociación Balear de Superdotación y Altas Capacidades (ABSAC), apenas 1.300 niños y niñas que responden a estos parámetros han sido pertinentemente identificados, es decir, el 0,01 por ciento del contingente global.
DEFICIENCIAS DEL SISTEMA EDUCATIVO
El problema reside, en palabras de María José Cordero, consejera, asesora, madre de una hija con alta capacidad y una de las caras visibles de ABSAC, en que “el sistema educativo no está preparado para ayudar a los alumnos que atesoran potencialidades diferentes a las de sus compañeros. Los protocolos no se aplican, generalmente por desconocimiento, y eso implica que estos niños no puedan ser identificados correctamente, obligando a estos menores y a sus familias a permanecer ajenos a su realidad. En consecuencia, se sienten como unos elementos extraños en un entorno que no les comprende”.
Las consecuencias de esta situación son múltiples y diversas. Como explica María José Cordero, “algunos de estos estudiantes sacan malas notas y suspenden asignaturas. Puede resultar extraño decir eso, dado que cuando se habla de altas capacidades todo el mundo piensa en el clásico ‘cerebrito’ que saca un ’10’ en todas las materias. Esto no es así, en absoluto. Hay muchos perfiles de niños con altas capacidades, y no dejan de serlo por el mero hecho de que sus calificaciones no destaquen sobre las del resto de del aula. Ni siquiera si sus notas están por debajo de la media”.
De hecho, siguiendo la argumentación de la representante de ABSAC, “cuando un estudiante no recibe los estímulos que precisa para su desarrollo social, intelectual y cognitivo, su rendimiento decae. Y esto ocurre en un menor con altas capacidades y en otro que no las tiene”.
FRACASO ESCOLAR Y ACOSO EN EL ENTORNO DOCENTE
El fracaso escolar no es, pues, ajeno a este colectivo. No en vano, ocurre todo lo contrario: es cuatro veces superior al del resto de alumnos. Y esta es también la dinámica si nos referimos a una de las problemáticas que en mayor medida preocupa a las familias y a la comunidad docente: el acoso en el entorno educativo.
ABSAC estima, según afirma María José Cordero, que las situaciones de acoso en el contexto escolar que afectan a menores con altas capacidades “duplica el promedio general, que ya de por sí resulta vergonzoso, porque llega al 24 por ciento. Pues bien, si hablamos de estos otros alumnos, el porcentaje se incrementa hasta el 48, que es tanto como decir que prácticamente la mitad de estos niños es víctima de comportamientos abusivos“.
¿Y qué dice la legislación, al respecto?. En España existe, como indica la consejera de ABSAC, una ley orgánica que “obliga a las administraciones públicas a identificar los casos y realizar un seguimiento del niño desde las primeras etapas educativas hasta los estudios universitarios. Falta que se aplique, y es evidente que no se hace. Aunque exista una identificación, luego no se completa con un proceso de adaptación, y el niño sigue sin recibir la ayuda que necesita“.
LA ALTA CAPACIDAD NO ES UN TRASTORNO NI UNA ENFERMEDAD
En nuestra Comunidad, la Universitat de les Illes Balears (UIB), a través del Grupo de Investigación en Altas Capacidades (GIAC), ha elaborado un protocolo sobre el tratamiento de las altas capacidades en el contexto académico, pero su aplicación no es obligatoria. María José Cordero opina que estas incoherencias del sistema ponen de manifiesto que “quienes redactan y promulgan las leyes, desconocen absolutamente la realidad de las altas capacidades. Ni maestros ni docentes estudian nada sobre el tema durante su etapa formativa. Por ello no resulta extraño que luego estos profesionales confundan el comportamiento o la actitud de uno de estos menores con un caso de TDAH (Trastorno por Déficit de Atención o Hiperactividad) o un síndrome de Asperger, cuando no tienen nada que ver. De hecho, es muy importante subrayar que la alta capacidad no es un trastorno, ni una enfermedad”.
¿Cuál es la estrategia que defiende ABSAC para mejorar la adaptación de estos menores en el entorno docente? Para Cordero, “hay que ajustar el currículum escolar a la manera de pensar y aprender de estos alumnos. Nuestro sistema educativo se caracteriza por la repetición como método de aprendizaje, y no contempla un auténtico desarrollo de las potencialidades. Por este motivo, estos niños se frustran, se aburren en clase, se desorientan, y, a menudo, se aíslan”.
DESINCRONÍA EMOCIONAL
Otro aspecto interesante a la hora de profundizar sobre las altas capacidades es la denominada desincronía emocional. Cordero explica que este término se refiere a que “la edad cronológica de estos pequeños no se corresponde con la edad mental, y es por esta razón que generalmente se sienten más cómodos en compañía de niños más mayores. Sin embargo, el bagaje de su experiencia vital no es el mismo que el de menores de más edad”.
La peor o mejor adaptación del alumno a este círculo de compañeros más mayores depende en gran parte, según la asesora de ABSAC, “del carácter o la personalidad del niño. Si es introvertido, le costará más esfuerzo. Su sensibilidad y las características del entorno familiar y docente también ejercen una clara influencia”.
Ahora bien, cuando un menor manifiesta una mayor afinidad con alumnos más mayores, o su capacidad de aprendizaje denota que el curso en el que está matriculado no es el más adecuado a sus características, ¿es posible asignarle a un nivel superior? La legislación así lo prevé, como aclara María José Cordero: “Esta medida se denomina oficialmente aceleración, por cuanto, en efecto, se acelera el ritmo curricular del alumno. Sin embargo, concretar esta posibilidad no es tan sencilla porque dos terceras partes del claustro de profesores ha de secundar esta decisión, y, además, luego, la familia ha de asumir íntegramente la responsabilidad”.
FACILITAR A LAS FAMILIAS EL APOYO QUE NO RECIBEN DE LA ADMINISTRACIÓN
ABSAC surgió como entidad sin ánimo de lucro en 2004, y cuenta en la actualidad con unos 200 socios. Carece por completo de apoyo o ayuda institucional. Sus responsables, entre los que además de María José Cordero se hallan su presidenta, María José Llull, y su secretaria, María José Frutos, también presente durante la entrevista con mallorcadiario.com, luchan para otorgar más visibilidad al colectivo de los niños y niñas con altas capacidades y superdotación.
Su cometido, en palabras de Cordero, es “realizar la labor que debería efectuar la administración docente y, en el caso de Balears, la Conselleria d’Educació i Universitat. En otras palabras, acompañamos a las familias, les asesoramos, les aconsejamos, les invitamos a compartir nuestros talleres y actividades, y, sobre todo, les hacemos comprender que sus hijos e hijas no son bichos raros. Son niños y niñas como los demás que, simplemente, tienen otras necesidades y, por tanto, merecen y precisan otro tipo de respuestas por parte de la sociedad”.