Cuando llegan las primeras horas de calor del verano o sometiéndonos al sol en las horas que más duro cae, podemos sufrir las consecuencias: nuestras mascotas también.
Si vemos que están más inactivos, que se desvanecen, que su nariz, boca o piel están especialmente secas, quiere decir que han sufrido una deshidratación y hay que actuar.
Lo más consecuente es visitar de urgencia al veterinario. Echar agua en la zonas del doblez de sus patas, estómago y humedecer ligeramente el hocico puede aligerar el golpe de calor. Aquellas razas de animales con hocico más corto o pelaje más largo son más propensas a padecer golpes de calor.
Importantísimo recordar que un vehículo aparcado al sol es como un horno y que, de la misma manera que no dejaríamos a un niño dentro solo por largo tiempo, no debemos hacerlo con nuestras mascotas porque corren en riesgo de morir.
Proveer de agua limpia y fresca es esencial. Ocasionalmente incluso se pueden poner algunos cubitos de hielo en el agua. Es como un refrescante helado para ellos.
La sombra es mejor que el sol directo. Aire libre sí, pero no para quedar expuestos de manera continua, porque igual que nosotros padecemos quemaduras solares, ellos también sufren la excesiva exposición al astro solar.
Al salir a pasear, recuerda que todo lo que toca el sol se calienta, como el suelo o el asfalto. Para nosotros no es problema si llevamos calzado pero tu mascota no lleva. Eso quiere decir que sufrirá el contacto con el suelo (sobre todo si no hay sombra). Se pueden llegar a quemar las almohadillas de sus patas (en el caso de los perros).
En los meses de más calor, baja el aporte de comida. Ajusta a las necesidades de su alimentación pero evitando las raciones copiosas porque les hará pasar un mal trago al hacer tanto calor.
